El actor se enamoró de la Polinesia cuando viajó a filmar una película en 1960; allí conoció a su tercera mujer y compró un atolón, donde se puede disfrutar de un resort único
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¿Qué hubiera dicho el marinero Fletcher Christian si hubiera conocido la Polinesia con todas las comodidades y el lujo de un resort instalado sobre una de las islas donde vivió, en realidad, como un proscrito? Este marinero inglés -protagonista del más famoso episodio de rebelión a bordo de una nave en 1787- tendrá para siempre la cara de Marlon Brando, aunque varios actores más lo representaron en la pantalla grande. El motín del navío Bounty cambió la vida de los dos hombres, aunque de manera sustancialmente distinta, y los vincula a través de los siglos a través de una pequeña isla de la Polinesia.
Marlon Brando viajó por primera vez a Tahití en 1960, antes de la filmación de Motín a bordo y fue amor a primera vista. Allí conoció a su futura esposa Tarita Teriipaia –su tercera mujer– que trabajaba de extra y él la convirtió en una de las principales protagonistas de la película. Tuvieron dos hijos: Teihotu y Cheyenne, que se sumaron a la prolífica descendencia del actor. Y también se enamoró perdidamente de la Polinesia y particularmente del atolón de Tetiaroa, el que logró en concesión hasta 2065 por US$200.000, desde entonces su refugio en el mundo.
Brando se enamoró perdidamente de la Polinesia y particularmente del atolón de Tetiaroa, el que logró en concesión hasta 2065 por US$200.000, desde entonces su refugio en el mundo.
Los hijos del actor de El padrino son los herederos de la concesión que Brando logró obtener luego de mucha insistencia. Todavía falta mucho para que termine el contrato y un hombre de negocios atento, que hizo fortuna en la hotelería tahitiana, decidió aprovechar el renombre del actor y la belleza del lugar para hacer un poco de magia. Transformó así un envejecido complejo de cabañas en un extraordinario resort que abrió sus puertas en 2014 y que se llama, como no podría ser de otra manera, The Brando.
El hotel fue calificado alguna vez como el mejor del mundo. Ocupa toda la superficie de Onetahi, uno de los motus que conforman el atolón de Tetiaroa. Ese vocablo tahitiano se podría traducir como “islote”. A diferencia de otras tierras del Pacífico Sur, es totalmente llano y se eleva solo 15 m por encima del nivel de las olas. En su mayor extensión no llega a totalizar 4 km, pero fue suficiente para instalar una pista de aterrizaje y esconder uno de los resorts más lujosos del hemisferio sur entre palmeras y plantas tropicales.
En esa empresa contó con la participación de Teihotu, uno de los hijos de Brando, que durante cierto tiempo, fue el único habitante oficial de Tetiaroa. Convivía con aves tropicales y tortugas marinas y reconoce en entrevistas que considera al motu como una madre-tierra. Sigue participando activamente en la protección de ese frágil ecosistema y está orgulloso de que el complejo hotelero sea sustentable, un deseo que compartía con su padre. El sol provee la electricidad y la climatización recurre al agua de mar, captada a casi mil metros de profundidad.
Frente a Tahití
El atolón de la familia Brando está ubicado 50 kilómetros al norte de la isla de Tahití. Y a diferencia de otras islas del archipiélago de la Sociedad, no tiene servicios de ferry desde el puerto de Papeete, la capital local (como los que hay hacia la cercana Moorea o la muy turística Bora-Bora). A Onetahi solo se llega por avión, a bordo de una de las dos avionetas de la compañía Air Tetiaroa, en un viaje de un cuarto de hora.
Marlon Brando pasó muchas temporadas en su hogar polinesio, donde hizo construir la pista de aterrizaje y lo que se puede considerar como el embrión del actual hotel. El Tetiaroa Village era diametralmente diferente al sofisticado complejo actual. Se trataba de unos bungalows sencillos con techos de paja, destinado a turistas aventureros que querían descubrir el costado más rústico y auténtico del Pacífico Sur.
El lujoso hotel Brando cuenta con unas 35 villas, que se podrían calificar como 35 puertas de entrada al edén. Cada una tiene una, dos o tres habitaciones, según su tamaño, y también una playa privada, una pileta y ventanales lo suficientemente grandes para no perderse ni un solo detalle de la belleza del lugar
El lujoso hotel Brando cuenta con unas 35 villas, que se podrían calificar como 35 puertas de entrada al edén. Cada una tiene una, dos o tres habitaciones, según su tamaño, y también una playa privada, una pileta y ventanales lo suficientemente grandes para no perderse ni un solo detalle de la belleza del lugar. Además spa, boutique, alta cocina, bar de playa. Más que las instalaciones, son la belleza y la armonía las principales amenities del Brando.
Y también, las actividades propuestas: buceo, navegaciones al momento del atardecer, avistajes de ballenas o sobrevuelos en helicóptero. ¿La tarifa? El paraíso y la mística de Brando tienen su costo: la estadía para dos personas en una villa de 96 metros cuadrados sobre la playa con todo incluido (comida, spa y actividades) cuesta desde 3700 dólares. Además, el vuelo, desde Papette, 480.
Luego de la apertura del hotel, Teihotu Brando dejó de ser un residente solitario y comparte su motu con otras 200 personas, todas empleadas del resort. Las demás islas siguen deshabitadas y conservan su condición de paraíso originario.
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