Además de los paseos clásicos, hay actividades originales y lugares menos explorados, como el cerro Hornocal de 14 colores, una particular excursión en llamas y la primera bodega de la zona
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La Quebrada de Humahuaca es como un surco entre los cerros en cuyas laderas se alzan pueblitos encantadores enmarcados en cerros coloridos donde perduran tradiciones ancestrales. Este precioso rincón de Jujuy se ganó el título de Patrimonio Mundial de la Humanidad a fuerza de una apabullante belleza natural y riquísima herencia cultural. Es un sitio que atesora ritos y costumbres milenarias y que deleita al viajero con su exquisita gastronomía regional. Además de los sitios clásicos, otros sitios y actividades menos conocidos para descubrir.
El Hornocal, nuevo icono
“El Hornocal es uno de los iconos de la Quebrada. Al principio era muy difícil llevar gente porque el camino no estaba en buenas condiciones, pero con el tiempo comenzó a visitarse. Su imponencia y el peso propio de su belleza hizo que los viajeros comiencen a demandarlo”, afirma Gustavo Banegas, guía de la operadora Jujuy Adventure. El Hornocal es un cerro menos conocido que el de los Siete Colores, pero que ya se ha consagrado como el más colorido y espectacular de todos los de la Quebrada. Para llegar hasta el mirador desde el pueblo de Humahuaca hay que transitar 25 km de un sinuoso camino de ripio. “El punto panorámico está dentro de la finca del Hornocal, que era propiedad de la comunidad, y llevó mucho tiempo encontrar ese punto de vista”, puntualiza Banegas.
El Hornocal lleva su nombre por el de la pequeña población que está en la base, a la vera del río. Es una formación geológica que fue acumulando minerales en sus distintas etapas, que le fueron dando diferentes e increíbles tonos de color, una paleta que va del blanco al ocre, del amarillo al rojo y una veintena de tonalidades más. Una vez en el mirador, algunos grupos, dependiendo del estado físico, pueden caminar hacia otro punto panorámico.
Uquía, un set de fotografía
A poco más de 10 km del pueblo de Humahuaca, por la Ruta 9, se encuentra Uquía, un pequeño pueblo agricultor de calles estrechas donde habitan 500 personas. Este rincón cuenta con dos de los atractivos más sorprendentes de la zona: la Iglesia de San Francisco de Paula y la Quebrada de las Señoritas.
La iglesia de Uquía es uno de los edificios más emblemáticos de la Quebrada. “Está en pie desde hace muchos siglos y se mantiene en su tipología y características originales”, explica Valentina Millon, directora provincial de Patrimonio, encargada de la obra de restauración de este santuario, erigido en 1691. La iglesia fue construida totalmente en adobe, con una cubierta de torta de barro –una mezcla de barro y paja– sobre un cielorraso de cardón. Como presentaba problemas estructurales, se hizo un trabajo de restauración.
Uno de los secretos que atesora esta delicada iglesia es la colección de pinturas de los Ángeles Arcabuceros, que son 9 pinturas de la escuela cuzqueña.
Además, la Quebrada de las Señoritas es uno de esos paseos que no pueden perderse los amantes del trekking. Se trata de un sendero de baja dificultad y paisajes excelsos, de 7 kilómetros en los que se llega a una altura máxima 3060 m. Una caminata liviana, de unas cuatro horas, que lleva por paisajes de color rojo y quebradas profundas que habitaron los antiguos Urquías.
Caravana de llamas
En Tilcara se puede tener un encuentro cercano con las llamas. El Centro de Interpretación de la Llama se encuentra ahora en la entrada del pueblo, frente al monolito. Durante 20 años, estuvo pueblo adentro, y se mantenía como un secreto a voces que circulaba de boca en boca hora.
“Es la oportunidad de ver a las llamas de primera mano. La idea es que los visitantes aprendan de este animal, que es doméstico. Y doméstico significa que es un proceso hecho por el hombre, que transformó el guanaco en llama. Un proceso que llevó miles de años, que se hizo generación tras generación”, afirma Santos Manfredi, que ideó este lugar para salir de trekking con turistas.
Estos camélidos eran el medio tradicional de transporte de cargas de los pueblos andinos. Hoy, estas caravanas se pueden recrear partiendo desde Tilcara en travesías hacia diferentes puntos de la región a cargo de Santos, cuyos paseos son una de las excursiones más interesantes y singulares que existen por aquí. Hay salidas de medio día, día completo y paseos cortos por el pueblo de Tilcara.
Las visitas al centro de interpretación duran alrededor de unos 45 minutos, en los que se explica la historia de este camélido, como es la mezcla con la vicuña que da la alpaca, y de paso es posible llevarse unas instantáneas con vista al río, el puente de Tilcara y el paisaje.
Los vinos de Maimará
Maimará aparece súbitamente, detrás de un cerro a la vera de la Ruta 9. Además de pasearse por los campos de flores, el cementerio y la iglesia, hay que conocer los viñedos de la bodega Fernando Dupont. “El proyecto de hacer vinos en la Quebrada tuvo que ver mucho con el azar y la buena voluntad de algunas personas”, dice el mismo Dupont, alma máter de esta bodega que ya lleva 20 años en Maimará. Una de esas personas era Fredy Sosa, un ingeniero agrónomo de INTA de Hornillos que lo asesoró allá por el 2002, cuando Dupont llegó a la Quebrada y no había experiencias en viñedos de altura. “El reto fue lograr hacer viñas en un lugar donde no se hacía nada. Nadie lo había intentado”, asegura.
Sembró unas 500 plantas y pudo darse una idea de lo que venía. En 2004 decidió plantar más en la finca. “Fuimos pioneros en los paseos en la zona”, se jacta hoy el viñatero, orgulloso emprendedor de la Quebrada.
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