Escritor e historiador, trabaja actualmente en un próximo libro, en el que contradice los prejuicios en torno a la vejez
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No todos saben que Pacho es Mario Ernesto, pero todo el mundo sabe quién es Pacho O’Donnell. Escritor, médico especializado en psiquiatría y psicoanálisis, político, historiador, influencer (nuevo título asumido) pero, por sobre todas las cosas, un hombre original que no para de generar proyectos. “Siento que la vida me quedó corta; todavía hay varios juguetes sin usar en el placard. La muerte es una interrupción, no un final”, dice. Y es sólo el comienzo de un montón de títulos y teorías que eclipsan y nos dejan pensando.
–Últimamente hablás de “viejismo”, término que sorprende, que no se estilaba. Y ponés el acento en los prejuicios.
–Porque se trata exactamente de eso: la discriminación hacia las personas mayores basado en prejuicios y estereotipos. Y se manifiesta en todos los ámbitos de la vida. Económicos, culturales, laborales y demás.
–¿Por qué sucede?
–Pasa porque vivimos en un mundo que privilegia la juventud y confunde la vejez con fealdad y deterioro. En la sociedad de consumo las viejas y los viejos somos malos consumidores por nuestra magra condición económica, y eso nos hace material de descarte. Nuestra cultura, a diferencia de la oriental, no ha naturalizado la muerte. La ancianidad denuncia que el fin nos alcanzará a todos aunque nos obstinemos en negarlo con cirugías, bótox y tinturas.
–¡Pero antes la vejez era sinónimo de sabiduría!
–En la antigüedad se consideraba que los que llegaban a ancianos eran sabios porque habían acumulado experiencias y conocimientos. Inclusive se descontaba que ese privilegio era un don de los dioses. Eran transmisores verbales de la historia y de las tradiciones. “Cuando muere un viejo se quema una biblioteca”, aseguraba un dicho griego. Ese rol le fue quitado cuando a partir de Gutenberg esa función se hizo por otros canales. Actualmente el conocimiento que nuestra sociedad valora es el relacionado con lo tecnológico, lo digital.
–Pero vos te manejás muy bien en esas aguas. ¿Podemos decir que estamos frente a un influencer?
–Las fotos de mi entrenamiento las subí ingenuamente; nunca previendo que tuvieran tanta difusión. Llamaron la atención porque contradijo varios prejuicios. Uno de ellos es que los viejos no tenemos músculos. Además se da por sentado que un intelectual nada tiene que ver con el cuerpo.
–¿El cuerpo tiene mala prensa?
–Por supuesto. Porque mientras el conocimiento está en el cerebro y el amor en el corazón, en el cuerpo reside el pecado, aquello que hay que rechazar. Más allá de algunas críticas viejistas que pontificaron que un viejo no debía sacarse fotos con el torso descubierto, como si fuera privativo de jóvenes, muchos siguieron mi ejemplo y comenzaron a ejercitarse. Yo hago fierros y bicicleta fija. Otros prefieren nadar, caminar, correr. Y sí, tengo muchísimos seguidores en mi Instagram (@pachoodonnell) De todas las edades. La realidad es que la vejez tarde o temprano nos llegará a todos. Por eso estamos escribiendo un libro que se llamará Elogio de la vejez. Y hablo en plural porque todos los aportes son muy enriquecedores. Invito a sumarse a quienes lean esta entrevista.
–Muchos se preguntan cómo fue que decidiste empezar a entrenar.
–Fue a raíz de un diagnóstico médico comprometido después de mis 60 años. Se me aconsejó hacer gimnasia, y bueno. En mi juventud jugué al fútbol y al rugby, pero nunca fui un deportista dotado.
–Y terminaste fanatizado.
–En realidad me enamoré de sus veloces efectos. Porque con el entrenamiento enseguida se regularizan las cifras sanguíneas del colesterol y del azúcar, se normaliza la tensión arterial, mejoran la energía, la sexualidad, la calidad de vida. Disminuye el riesgo de Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas, eleva el nivel inmunológico. También ayuda al rendimiento intelectual por la secreción de endorfinas y dopaminas que lo favorecen, y por el aumento de la irrigación cerebral.
–¿Cuáles fueron los grandes hombres de la Argentina?
–Me inclino hacia quienes enfrentaron a los poderosos de turno interpretando y protagonizando la defensa de los intereses de los sectores humildes: Rosas, Dorrego, los caudillos federales, Monteagudo, Yrigoyen, el primer Perón... Ellos representan un proyecto de país nacional, popular y federal que nunca pudo plasmarse. Hoy siento simpatía y respeto por el Papa Francisco a quien la poderosa estructura conservadora del Vaticano no le ha dejado llevar adelante todos los avances que se propuso.
–No hace mucho dijiste que French y Beruti hoy serían piqueteros. ¿Por qué?
–La Revolución de Mayo no se redujo a la rebeldía de algunos criollos de elevada posición social como Belgrano, Castelli, los hermanos Rodríguez Peña, sino que fue posible solo por la participación del pueblo común. Representado por un grupo de choque como los que hoy participan y condicionan elecciones en sindicatos y clubes de fútbol. Fueron los “infernales” encabezados por French y Beruti, quienes decidieron la votación del Cabildo Abierto del 22 de mayo pues por la fuerza permitían o impedían el ingreso a la asamblea de acuerdo a quienes estaban o favor o en contra del virrey. Las escarapelas identificaban a los conspiradores.
–¿Pensás que la Argentina tiene solución?
–Nuestro país siempre ha sabido salir de situaciones difíciles y tiene los recursos naturales y humanos necesarios. También lo hará en la crisis actual. Para ello necesitará la renovación de una clase dirigente, no sólo política, que ha fracasado lastimosamente.
–¿Te duele que los jóvenes piensen en partir?
–Es muy grave que una de las consecuencias de la crisis sea que muchos jóvenes decidan migrar en la esperanza de que lejos de aquí van a estar mejor. Eso provoca en los locales reflejos de cerrazón discriminatoria, sobre todo en tiempos en que ellos también padecen de serias crisis políticas y económicas. Pero bienvenidos sean nuestros migrantes si al cabo de su experiencia internacional regresan a su patria y transmiten valiosos conocimientos adquiridos.
–Tuviste tres veces Covid, sin consecuencias. Pero hubo mucho terror en la gente grande. ¿Cómo lo viviste?
–La imposición cultural del viejismo hace que vejez y deterioro sean sinónimos. De eso se aprovechó el Covid, haciendo de las personas mayores deterioradas sus principales clientes. Porque es importante que estemos en el mejor estado físico posible, pero también es necesario ejercitar lo intelectual, no quedarse frente al televisor.
–Hablemos de pasión...
–Es lo que le da sentido a mi vida. Pero no es algo que suceda por azar sino que la pasión se construye, se busca. La vida, este inexplicable milagro, seamos ateos o creyentes, nos exige darle algún sentido. No podemos pasar por ella sin justificarla con pasiones que en el balance de nuestra vejez nos permita sentirnos razonablemente satisfechos y nos aleje del castigo de la depresión.
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