Después de su paso por MasterChef Celebrity, la campeona olímpica eligió mantenerse cerca del deporte que la hizo triunfar. Entrena al seleccionado sub-18 de judo y reparte sus días como médica en quirófano y en el manejo de su propio bar
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Con sus 37 años, Paula Pareto hace malabarismos entre su trabajo como médica traumatóloga, su rol de entrenadora del equipo nacional de judo y el día a día del Pareto Caffè, el bar familiar que hace un año abrió con su familia en San Fernando. “Fue un poco inversión, un poco un sueño familiar. Volví a casa después de Tokio 2020 (los juegos olímpicos que al final se hicieron en agosto 2021), terminé las residencias médicas y estaba abierta a ver con qué seguía”, cuenta Paula, sentada en su café. “Pensé, ahora tengo un poco más de tiempo quiero invertir en algo, y si es algo familia, excelente. ‘Ustedes díganme qué', les dije a mis hermanos Estefi (38) y Marco (35). A la semana vinieron Estefi y su marido y me propusieron poner un café de especialidad”.
-¿Te atraía la gastronomía?
-De chicos con mis hermanos jugábamos a tener algo así, bien familiar pero ninguno era del ámbito gastronómico, ni sabíamos en la que nos metíamos. Igual dije “Dale, me copa”. Y ahí empezamos a averiguar. Dónde lo ponemos, qué café usamos, qué vajilla. En septiembre 2021 nos pusimos a ver locales. La idea era ponerlo en Tigre, San Fernando y que esté tan cerca de casa fue medio casualidad, causalidad. Hoy están mi mamá MIrta mi hermana Estefi, su marido Fede y una muy amiga mía, Meli.
-¿Eso atrajo a convocarte para MasterChef Celebrity?
-En realidad no. Ellos ya me habían venido a buscar antes, cuando estaba entrenando para los juegos olímpicos y con las residencias –soy médica, me especialicé en ortopedia y traumatología- y yo no había podido. Mi vida entonces era otra, previo a los Juegos y me dijeron “mirá que no te van a llamar de vuelta”. Me llamaron y para noviembre yo ya había terminado la residencia y era un mundo aparte. Tenía libre hasta marzo que arrancaba otro trabajo médico y era una entrada fija. Dije que sí, soy de desafiarme a mí misma.
-Al viajar por el mundo, debiste haber comido lo mejor y probados muchos platos…
-Cero. De hecho en MasterChef más de una vez me dijeron, ‘¿cómo no conocés esto? Si vos viajaste por todo el mundo’. Pero yo estaba en el hotel y comía un menú deportivo, no te ponen el plato típico del lugar. Quizá a veces sí, pero no iba a comer algo que no conocía justo antes de competir. Donde más conocí la cultura fue en Japón porque entrenábamos y vivíamos en universidades, así que comíamos lo que ellos y me encanta.
-¿Cocinás en tu vida diaria?
-Poco, como una persona que vive sola y necesita comer. En pandemia más, porque estaba en casa y me sobraba el tiempo pero en el programa me corté, me quemé –ríe, señalando sus antebrazos- todos los días aparecía con algo diferente.
-¿Cuál es tu especialidad?
La “torta blanca”, que hice en el programa y que vendemos acá. La gente la pedía. Cero originalidad el nombre, lo sé. Nos preguntaron qué cocinaríamos para un cumpleaños y, para mí, torta blanca. De chiquita me agarro una época de cocinera, la hice para el mío y gustó. Es diferente, tiene muchas claras de nuevo, muy poquita de harina y mucho limón. El relleno es queso crema y chocolate blanco.
-¿Tus amigos piden que lleves el postre?
-Más de uno, pero ya se acostumbraron al “si sobra algo, les llevo”. Es que no da dejar al bar sin stock, esto es algo familiar, pero saben que todo es fresco, que veces sobra y les encanta. Al ponernos a ver el menú con la cocinera, teníamos una idea base, pero fue medio prueba y error. Mi hermana decía “para mí que tiene que estar la red velvet”, y yo no tenía ni la menor idea de qué era una red velvet. Pusimos dulce y cosas saladas como la “Avocado Toast Pareto”. Que tiene pan, pero al costadito así que si querés lo comés. La palta es una comida que pos-entrenamiento es ideal, porque tiene hidratos, proteínas, omega 3, omega 6… ¡estoy setteada! Las personas ven comida, yo sigo viendo mis platos como veo proteína, omega, hidratos…
-¿Te privaste de comer cosas siendo judoca?
-Fueron 26 años de carrera, desde los 9 a los 35, pero siempre comí muy variado. Incluso me decían, “pero vos no sos deportista?, ¿comés todo esto?”. Y sí. Iba a la nutricionista y me aprobaba, “seguí comiendo lo que quieras porque estás bárbara”. Igual, me gusta comer sano porque pienso, sino entrené ‘al pedo’. Se generan hábitos. Me como el alfajor con mucho dulce de leche y me encanta, pero en pandemia veía una manzana y se me hacía agua la boca. ¡Una manzana! Le contaba a mi mamá, ¿cómo me puede pasar esto? Me gusta mucho la fruta y la verdura, aunque también me como el asado los domingos con papá. Hay que comer sano y no prohibirse de nada.
-¿Dónde y qué elegís al salir a comer?
-Mis mayores gastos son en comidas con mis amigos. No soy gourmet, ni tomo mucho café (al flat white yo le digo café con leche) sino que soy de mate o mate cocido. Y, si voy a un café pido una gaseosa light. Tampoco tomo alcohol. Pero voy a comer a donde sea. A veces con el equipo médico vamos a grandes lugares -aunque nunca me acuerdo los nombres-. Planeamos ir a “Ichisou”, el restaurant japonés, pero suelo ir a donde pinte, lo que esté cerca. También soy muy básica, peco de aburrida. Me gusta la ensalada Caesar o alguna carne con ensalada y, si voy a un restaurant de comida típica, me dejo recomendar.
24 horas cronometradas
“Cuando hacía la residencia, intentaba comer decentemente aunque dormía poco y nada. Cuando lográs dormir seis horas de corrido es casi glorioso”. Aún así, entre viajes representando al país y campeonatos, Paula Pareto logró triunfar en su carrera como judoca y recibirse de médica. Acaba de volver de un viaje a Texas y cuela la entrevista en medio de una agenda abarrotada de entrenamientos y cirugías.
Al verla en el café, las personas le piden hacerse una foto y le cuentan que finalmente pudieron conocer el lugar. Una mujer confiesa “pensaba que eras más alta” y una pareja se acerca a agradecerle su trabajo como médica. Saben que el “Pareto” del bar, implica que ella esté en el lugar. “Mis hermanos antes no me veían por los viajes, pero ahora es parecido, estoy metida en quirófano todo el día. Aun así somos bastante familieros y nos juntarnos el fin de semana”.
-Lleva tu apellido, pero no es bar temático “judoca”, ¿buscabas evitar que lo relacionaran con tu carrera?
-Yo sí, pero otra gente no –contesta, mirando directo hacia el mostrador, con su familia-. Éste cuadro me lo regaló un dibujante. El de las fotos de allá es de un fotógrafo amigo. Me dicen que tendría que poner muchas más cosas de mi carrera acá. Pero, en casa, ni a mi mamá ni a mi papá les dejo tener ninguna medalla colgada así que en el café hago lo mismo.
-¿Y dónde guardás tus medallas y recuerdos?
-No sé, problema de ellos. Hay cajas, recortes… Está todo guardado pero todo en un cuarto y, así el que ver eso va y entra ahí. Para mí, mi casa es mi casa. El ámbito deportivo es una cosa y el ámbito familiar otro. “Hay gente a la que le gusta verlo”, me dicen. Bueno, tenés el cuarto con todas las cosas colgadas. ¿Por qué le vas a imponer a otro lo que ganaste, qué le importa? Sí me da pena cuando vienen al café y no me encuentran, pero lo entienden. Quizá veamos de meter merchandising.
-¿Piden sacarse la foto con vos?
-Muchos me buscan, pero a diferencia de Damián Betular y su pastelería donde todos esperan verlo, no vivo de esto. Yo entreno, trabajo de médica y, recién a veces me siento a trabajar con la compu acá porque la gente te viene a buscar. Y lo que ven es lo que soy. Al meterme en MasterChef, una amiga me dijo: “mirá que van a ver cómo sos”. Lo bueno y lo malo lo vas a conocer. Yo no me puedo hacer la linda después de todas las fotos mías de judo que hay en internet, toda rea y con todos los pelos parados. Ríe. Me dan vergüenza las fotos. Ayer uno me cruzó y me dijo: “Vos hacés deporte. ¿Sos boxeadora? No, ¿hacés Taekwondo?”. “No, pero estás cerca”, le dije. Una señora atrás señaló: “es judoca, campeona olímpica. Yo me quiero sacar una foto”. Así, en medio del furgón del tren y yo con la bicicleta.
-¿Qué te dicen al cruzarte?
“¿No tenés novio?”. “No”. “¿Y no querés tener novio?” “Por ahora no”. No lo dicen desde que el querer que uno esté mejor, sino desde su pensamiento de qué es parámetro para ser feliz. No reniego, lo banco porque lo dicen con buena intención.
-¿Hiciste dinero, podés vivir de tu carrera como judoca?
-Aun teniendo buenos logros deportivos y sponsors, no. Pero me fui armando para tener una base y puedo vivir. No soy rica, pero vivo. Se que no muchos deportistas lo logran. El otro día me puso contenta la visita de Gaby Sabatini. Muchos dicen “voy a pasar”, pero ella lo hizo. Cayó un fin de semana, justo acá estaba tranquilo y pudimos charlar. Es una deportista que admiro y, además, es buena persona.
-Podrías estar como ella, apoyando al deporte pero sin seguir dentro
-Lo sé, pero para mí entrenar a los jóvenes poder devolver de alguna forma algo de lo que me dio, ayudar a que crezca. Si me abriera, sería un desperdicio. Me gusta sumar, a partir de lo que viví y los chicos me escuchan. Entreno a los su-18 porque creo que las bases son clave. Es un trabajo duro pero es bueno poder devolver de alguna forma lo que el judo me dio. Creo que el futuro del deporte que yo tanto amo depende un poco de mí y del equipo.
-Con el bar ya en marcha, ¿qué sigue?
-Hoy tengo proyectos alocados, mi idea es lograr poner algún día un centro de entrenamiento de judo, terapia, consultorio y un bar para juntarse al salir. Es requiere una infraestructura y tiempo. Voy a ver qué sale.
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