Las redes sociales pusieron de moda una práctica que suele ser rechazada por la mayoría de los seguidores y que cuesta unos 50.000 dólares
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Muchos creen que su mascota es irremplazable. Pero ciertos influencers de Instagram y Tik Tok no piensan así y han sustituido el animal original -gran responsable de que esa cuenta tenga millones de seguidores y sea rentable- por uno genéticamente igual. Un clon, que luce exactamente como el anterior. Pero obviamente no lo es.
Cuando empezaron a clonarse mascotas, hace ya más de 15 años, la motivación sin duda estaba en el factor sentimental. La pérdida de ese compañero de vida era difícil de afrontar para muchos dueños, y buscaban en la técnica de clonación un paliativo a su dolor. Criticable o no, había una causa emocional detrás. Pero hoy todo cambió. La motivación, en la mayoría de los casos, es económica. Sin mascota, no hay nada que mostrar ni ingresos que embolsar. Para los influencers la única solución es la clonación.
Muchos incluso se anticipan a la muerte de su mascota y extraen una muestra genética para cuando llegue el final. Tinkerbelle, una celebridad canina con más de medio millón de seguidores, ya cuenta con una reserva de ADN extraída por ViaGen, la empresa responsable de la clonación de la mayoría de las mascotas de celebridades. Dada la cantidad de seguidores con los que cuentan, esta compañía ha comenzado a colaborar con distintos influencers para la difusión de sus servicios. La reacción de los seguidores suele la de apretar el botón de unfollow para demostrar su desacuerdo.
Aunque sin ningún fin comercial, motivada por la tristeza de haber perdido a su compañera, la actriz y cantante norteamericana Barbra Streisand sorprendió a todos cuando anunció en un artículo publicado en The New York Times que había clonado a su perra Samantha, un cotón tulear, que se murió en 2017. En la nota ¿Por qué cloné a mi perro? la estrella contó que pagó unos 50.000 dólares el procedimiento y que habían nacido cuatro cachorros genéticamente idénticos a su perra. Uno de ellos murió, otro lo regaló y se quedó con dos: Violet y Scarlet.
Qué pasa en el país
En Argentina la empresa Biocan (que representaba en el país a un laboratorio coreano) intentó ingresar en el negocio de la clonación de mascotas. Corría el año 2016 y la compañía fue la que ofició de intermediaria entre el dueño de Anthony, el primer perro clonado del país, y Daniel Salamone, veterinario especializado en genética y técnicas de reproducción asistida y director del Departamento de Producción Animal de la Facultad de Agronomía de la UBA. Por ese entonces había sido el primero en clonar una vaca y un caballo en el país de forma exitosa. Y estaba haciendo algunos intentos en gatos, pero no había logrado buenos resultados.
“Un día me llama alguien que me dice que quería clonar a su perro al que le tenía mucho afecto y estaba dispuesto a pagar una suma importante de dinero. Yo mucha bola no le di. Pero mandó un intermediario para hablar conmigo y en el medio el animal, que era de una raza indefinida, se muere. Entonces le dije que lo traiga urgente al laboratorio para hacer la extracción y conservación de de las células, que es el primer paso para la clonación -cuenta-. A mi me pareció que era una buena idea para financiar programas destinados a especies en extinción como chitas y yaguaretés en los que estábamos trabajando”, dice Salamone.
El proceso final -la implantación y gestación- se hizo en Corea porque en ese momento no estaban dadas todas las condiciones para hacer todo aquí en Argentina: “La razón por la cual no la hicimos nosotros es porque en perros no funciona cierta parte de la tecnología que en otras espacies funciona fácilmente. Se necesita tener caniles y gran número de animales para realizar el proceso. Nosotros dijimos ‘acompañemos’, y mandamos las células a Corea y ahí nació el animal”. Cuando la noticia salió en los medios, Salamone fue blanco de varios ataques: “Fue la única vez que me escracharon mal. Recuerdo que recibí reacciones muy negativas porque hay un sector de la población que piensa que está mal. Pero nosotros usábamos el dinero para financiar lo de las especies en extinción”, explica el reconocido veterinario.
Pero, ¿es moralmente válido clonar una mascota o solo se trata de un capricho excéntrico de ricos y famosos? Salamone elige destacar los aspectos positivos de una clonación: “Todo el mundo que tiene una mascota sabe que viven mucho menos que nosotros y ¿quién no quiere tener a ese animal por siempre? Es muy común encontrar personas que una vez muerto su perro o gato, por mas que uno le advierte que es un mellizo diferido en el tiempo, es decir que no es el mismo animal que perdieron, quieran hacerlo. Además, si podemos generar un animal podemos generar cualquier tejido para curarlo. Me parece bien siempre y cuando no haya sufrimiento animal”, sostiene quien tiene varios un premio Pérez Companc y varios premios Konex.
Abierto de Polo con clones
Salamone asegura que los perros clonados no suelen tener los problemas que desarrollan otras especies donde la mortandad es grande. “Hace menos de un año me entrevisté con una persona con la que hice un segundo ejercicio de clonación canina que continuó en Estados Unidos y me contó que nacieron 4 cachorros, que uno murió y que de los 3 que quedaron había uno que se parecía mas al inicial -cuenta-. Me tocó leer un gran numero de trabajos en perros entrenados para olfatear drogas. La bibliografía científica sostiene que si uno de esos perros tiene un hijo, hay pocos posibilidades de que sea igual de bueno que el padre. En cambio, si es un clon las posibilidades son más grandes”.
Para dar cuenta de que la clonación de animales es más común de lo que se piensa Salamone destaca que el Abierto de Polo argentino se juega con clones. “No solo son saludables sino que son de excelencia para competir. Si el que dio origen a la línea era una campeón, hay altas probabilidades de que los clones lo sean”, sostiene quien ha intentado la clonación de otras especies como cerdos, yaks y cebras: “Produjimos preñeces pero no nacieron. En clonación y reproducción asistida hay que hacer un gran número de intentos porque hay una parte fundamental que es la ginecología del animal y si no hay buenos profesionales en esa área, se complica. Dolly fue producto de muchísimos intentos”, dice el especialista.
Sin duda Salamone es un personaje disruptivo dentro de un ambiente bastante conservador (él lo define como ‘profesionalista’) como suele ser la Facultad de Veterinaria de la UBA. Eso explica, en parte, la razón por la que su laboratorio está en la Facultas de Ciencias Agropecuarias. “Me presenté en varios concursos para dar clases en la facultad de Veterinaria y no salieron. En cambio, en la de Agronomía me abrieron las puertas enseguida -dice-. Lo que en un principio no me gustó, terminó siendo algo muy bueno. Acá tengo biólogos, agrónomos, genetistas que me aportaron mucha riqueza en las investigaciones. Tenemos un laboratorio muy lindo, que se autofinancia con servicios como el almacenamiento de células, la clonación de caballos, los cursos. Trabajan entre 10 y 17 personas según la época. Últimamente nos cuesta retener profesionales: uno está en Standford, otro tiene una empresa de clonación de caballos. Se hace difícil mantener el equipo”, se lamenta.
Como dato de color, el investigador cuenta que fue compañero de Gustavo Cerati en el Instituto San Roque, cuando ambos eran estudiantes secundarios. “Puedo decir que tuve el privilegio de tocar con él en algún acto del colegio”, dice y lo recuerda de manera afectuosa: “Lo teníamos como una especie de gurú. Estaba más allá en muchas cosas. Pero era un chico normal, interesante y divertido. Le hacía burla al profesor de Psicología que era un tipo complicado”, recuerda y cuenta que nunca perdió la tradición de juntarse con los compañeros de colegio aún siendo la estrella que fue. Sin embargo, los últimos encuentros Salamone faltó a la cita: estaba formándose en el exterior, o iba y venía de congresos, y los últimos años no pudo encontrarse con su famoso compañero de secundaria. De alguna manera él también era una estrella. Pero de la ciencia.