Natalia Ghergorovich: “El Bon o Bon nos representa mucho”
Se define como “crítica de golosinas” y las reseña desde 2007; acaba de crear el Club del Kiosco, que envía cajas a domicilio, con su curaduría
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Para Natalia Ghergorovich, más conocida como Naná, comer golosinas es volver a la infancia. “Es algo medio mágico, que despierta un montón de cosas”, dice, aunque admite que no es del todo bueno para la salud. Fue en la infancia cuando empezó su pasión por las golosinas: llamaban mucho su atención más allá de lo significaban para cualquier chico, un simple dulce. “Me interesaba el paquete, coleccionaba golosinas incluso sin comerlas y siempre estaba haciendo algo con los envoltorios”, confiesa la fundadora de “Estilo Naná”, primer blog de crítica de golosinas de la Argentina.
Además de hacer reseñas, tener una librería y trabajar hace más de 12 años en Publicidad para llevar a cabo sus proyectos independientes, Natalia creó hace pocos meses, junto al chef Nicolás Guerrero, el Club del Kiosco, una suscripción mensual de golosinas que lleva su curaduría. ¿La apuesta? Crear una comunidad de golosineros.
–En 2007 creaste Estilo Naná, primer blog de crítica de golosinas. ¿Cómo surgió la idea?
–Fue cuando ingresé a la facultad de Filosofía y Letras, incentivada también por mis amigos que veían que íbamos al kiosco y yo analizaba todo, daba recomendaciones. Y, como estábamos cursando Teoría y Análisis Literario, en chiste empezamos a mezclar las golosinas y la crítica literaria. De eso salió “Estilo Naná”. Siempre fue un proyecto colectivo, siempre tuve muy en cuenta las opiniones de mis amigos.
–Te hacen llegar golosinas de todas partes del mundo, ¿cómo hacés las reseñas?
–Todas las personas que viajan y saben que hago esto me traen cosas (se ríe). En este momento tengo una cajita con golosinas que todavía no probé, ni reseñé. Por ahí agarro un día y pruebo, no estoy organizada. Siempre cuento que no es que estoy todo el día comiendo golosinas, sino que por ahí pruebo de a bocados porque además ya estoy grande para no ser consciente de mi alimentación: sé que las golosinas son bastante dañinas. En una época tuve que cerrar el blog porque probaba mucho sin parar y me hizo mal.
–Hace poco creaste el “Club del Kiosco”, ¿por qué la idea de hacer un club?
–Como el blog, la idea fue crear una comunidad para debatir sobre lo mismo. Por ahí hablar de golosinas puede parecer superficial pero la verdad es que escarbando se pueden pensar un montón de cosas. Y el tema de las cajas era algo que tenía ganas de hacer. Justo abrí una librería con una amiga (Club Hidalgo Libros), vino un chico a buscar unos libros y me dijo que teníamos que hacer algo así como el club del vino, pero de golosinas. Le dije que sí, y así fue como con Nicolás Guerrero emprendimos el club.
–Las cajas llevan tu curaduría de golosinas…
–Sí, pero igual es un trabajo en equipo. Incluyen una tabla de cata –sistema que desarrollé con Nicolás donde se tiene en cuenta la originalidad, textura, color, también el sonido–, un folleto explicativo, un objeto artístico de un artista independiente y todas las cajas van alrededor de un concepto. La primera fue de la infancia e incluimos golosinas que nos llevan allí y nos fue muy bien (para abril la temática será todo chocolate). Hay muchas golosinas que están desde que somos chicos. Creo que son más las viejas que las nuevas, lo que dice algo del consumo en la Argentina. No hay un recambio, por ahí hacen alguna reversión.
–Justamente arrancaron el club con una edición retro, ¿eran mejores las golosinas de antes?
–Para mí sí. Antes las golosinas venían más grandes. Redujeron bastante su tamaño y la calidad de los ingredientes. Pensá que ahora todo lo que es chocolate es en realidad baño de repostería, la calidad bajó muchísimo.
–Los argentinos, ¿somos golosineros?
–Sí, muy de lo dulce. No sé si tanto de lo empalagoso, como en Estados Unidos, donde todo es mucho más grande, con muchos ingredientes superpuestos. Acá somos más clásicos, mucha gente antes de ir a dormir se come una golosina o un alfajor para merendar.
–En tu fan page decís que las golosinas reflejan nuestra personalidad, cultura, gustos... ¿Qué golosina te representa?
–¡Ay qué difícil! Me representa un crazy dips, esos caramelos que explotan en la boca.
–¿Y a la Argentina?
–El Bon o Bon, sí. Es un producto rebueno, popular y hay versiones por todo el mundo. Algunas personas dicen que está sobrevalorado. A mí me parece una buena golosina. Tema aparte, cómo se comen las golosinas, según las personas...
–¿Vos cómo comés las golosinas?
–Y depende. Si como antes de dormir, de cualquier manera. Pero si voy a probar unas golosinas para el blog, la corto, la fracciono y me como un pedacito. Lo demás lo comparto.
–¿Cuál fue la golosina más extravagante que comiste?
–Creo que la más extrema que probé fue una alemana que el paquete era un conejo. Cuando la abrías tenía como una especie de algodón de azúcar, pero cuando te lo ponías en la boca se convertía en un chicle. ¡Muy raro! A mí me vuelve loca todo lo que es mutaciones de golosinas y eso me explotó la cabeza. Después en Corea probé unas bolas que cuando las tragabas te salía humo por la nariz.
–La golosina que no falla, ¿qué debe tener?
–No quiero dar marca... Primero, no tiene que ser cara, tiene que ser accesible. Y después si es de chocolate, no tiene que ser grande porque si es barata y grande ahí ya no es buena. Y, no sé, pero por lo general los bocaditos con dulce de leche de chocolate son buenos, ¿no?
–¿Por qué comemos golosinas?
–Creo que la mayoría de las veces que comemos una golosina nos retrotrae un poco a la infancia, nos conecta con eso. Está asociada a algo divertido, es algo como medio mágico, que despierta un montón de cosas. Ya desde que ves el paquete, lo abrís, te encontrás con la sorpresa, es como algo re lindo. Yo sé que no puedo seguir defendiendo las golosinas como lo mejor de la vida porque son malísimas y hay que aprender a comer mejor, pero sí sé que te llevan a recuerdos lindos. Me da esa sensación, como que está asociado a compartir, al menos en mi caso.
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