Criada en el campo y amante de la moda, es la actual directora creativa de la icónica marca Chloé
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La actual directora creativa de Chloé, además de elegantísima y comprometida con las grandes causas del mundo, es uruguaya. Bien charrúa, adoradora de sus campos y horizontes ondulados, fanática de los chivitos y enamorada de Latinoamérica. Incansable, trabajadora y obsesiva en su oficio, hace 22 años que Gabriela vive en Nueva York. Aunque su apellido es Perezutti, todos la conocen social y comercialmente con el Hearst de su marido, Austin, nieto de William Randolph Hearst, el famoso empresario periodístico americano que Orson Welles retrató en la película El Ciudadano.
A fines de 2020 fue elegida directora de la marca, en sustitución de Natacha Ramsay-Levi, quien llevaba cuatro años comandando el imperio. E impactó al mundo fashionista con su colección otoño-invierno en la semana de la moda neoyorquina. Ella, madre de tres (sus hijas gemelas y un varón), la chica de las cabalgatas infinitas, diseñó el look de la primera dama americana, Jill Biden. Y logró que la prensa especializada diga algo que la emociona: “El Chloé de Gabriela Hearst es más Chloé que nunca”.
–En tu debut se refirieron a tu trabajo como “una oda a los principios estéticos de la casa (recubiertos de sostenibilidad)” y mencionaron la coincidencia de tu nombre con la fundadora de la marca, Gaby Aghion.
–Bueno, me halaga que digan que nuestras visiones son muy cercanas. La idea de la feminidad, el abrazo a cierta manera de clasicismo y, actualmente, mi compromiso con la sostenibilidad. Esto es un pilar fundamental en mi manera de entender la moda.
–Luego el CEO habló de tu poderosa visión de una moda más responsable, y dijo que encarnás los valores y el sentido de compromiso de las mujeres Chloé de hoy en día.
–Yo creo en la correlación de la creación, en los ingredientes. Nosotros le prestamos mucha atención a eso, desde un punto del medio ambiente. Pensamos en el impacto y todo lo decidimos desde un punto de vista de calidad, durabilidad y de cómo se siente la prenda en la piel.
–Venís de familia de campo, productores de lana. ¿Qué postales perduran en tu mente y te inspiran para esta etapa?
–Gracias a Dios conservo el campo de mi padre que es operacional y acabo de volver de estar ahí con mis hijas y mi madre. Ella tiene otras tierras que quedan a cuarenta minutos de lo mío. E hicimos algo hermoso: juntamos los 132 caballos. Cabalgamos con ella y mis hijas en zonas donde nuestra familia se instaló hace 170 años. Fue muy fuerte, realmente hermoso. Tenemos la suerte de poder seguir yendo y crear esas imágenes que seguirán siendo parte de la historia familiar.
–¿Qué saben de nosotros en tu mundo actual?
–Uruguay se está conociendo cada vez más en el mundo. Yo vivo en Nueva York hace más de dos décadas y al principio la gente no entendía muy bien dónde quedaba geográficamente mi país. Había que explicarlo. Pero hoy, por diferentes motivos y por un progreso en la apreciación de ciertas cosas, Uruguay está teniendo una posición predominante en el mundo. Tiene que ver con un punto de vista de calidad.
–Una golosina, un sabor, un objeto. ¿Qué extrañás de tu tierra?
–Muchísimas cosas. Desde un chivito (que confieso me acabo de comer en versión local) hasta una buena parrillada. Pero completa: mollejas, chorizo, con todo.
–¿Alguna vez fantaseaste con llegar a Chloé? ¿Seguís la marca desde siempre?
–La amé toda la vida. Mi primer perfume fue Chloé. Mi primera cartera de lujo también. Realmente fue un sueño y una ilusión, algo que no me pasó de repente sino que fue una meta que busqué y luché por conseguir. En realidad luchamos. Porque hubo mucha gente a mi lado para que esto pudiera suceder. Y pensando a futuro... Me importa que mis hijos sepan que yo no estuve desde afuera mirando lo que se les entregó desde el punto de vista del medio ambiente. Me interesa que sepan que yo traté de hacer lo mejor que pude con lo que tuve, sobre todo en mi trabajo. Ese será mi legado.
–Desfiles en tiempos de guerra: lo estamos viviendo. ¿Qué pasa con la tristeza global a la hora de sugerir moda?
–Hay países colapsando en todas partes del mundo. La guerra en Siria ya tiene más de diez años. Sabemos lo que pasa en Afganistán. La guerra es una realidad muy triste en varias partes del mundo. Lo que sí puede hacer la moda es ser un vehículo para dejar un mensaje. Ese es mi método, la manera de expresarme. Mi misión en la vida y en lo profesional es la misma. Hay que poner el acento en los recursos naturales, ecológicos y en cómo nos manejamos.
–¿Creés que Sudamérica tiene salvación?
–Tiene más que salvación. Hay recursos naturales y una gente espectacular, que es en definitiva lo más importante. Es un continente increíble. Si estudiamos un poco a los próceres de Latinoamérica como Artigas, San Martín, Bolívar, Martí, entendemos que todo lo que querían era una América unida. Sabían que si eso sucedía podían ser una potencia mundial. Por eso nos han dividido. Yo creo que podemos intentar colaborar como un continente en conjunto, pienso que esa sería la manera de avanzar, juntos, en bloque.
–¿Cómo se logra trabajar una marca de lujo y ser una gran aliada del medioambiente?
–De varias maneras. Primero, siendo muy eficiente desde la producción, viendo los materiales y sabiendo quién hace el producto. La trazabilidad. Pero el problema más grande es el tema de la energía. De dónde se saca la energía para producir. Y eso no es solo un asunto de la industria en la que me manejo yo sino un problema que afecta a toda la industria. Porque el 85% de lo que se produce hoy, tal cual cómo se maneja el mundo, viene del petróleo. No podemos seguir consumiendo petróleo. Hay que poner fin a eso muy rápido. Existen muchas fuentes nuevas de energía habilitadas para el futuro próximo cercano. Y hablamos de energía limpia, eficaz, que se pueda usar para seguir moviendo el mundo.
–¿Cómo ves el universo de las mujeres en la moda?
–Yo creo que hay un cambio de conciencia colectivo. Hay una responsabilidad enorme en la humanidad para que las mujeres recuperen la voz y puedan estar en posiciones administrativas, ejecutivas, en el gobierno. Porque la mujer es un ser político que piensa en otros naturalmente. No quiero generalizar, pero suele ser así. El pensar en el otro antes que en una.
–¿Qué es el mal gusto y qué cosa jamás incorporarías en tu marca?
–A mí no me gusta poner logos en las prendas. No es algo que me guste hacer. Prefiero que el producto se identifique con sutileza. Que se aprecie por la manera en que está hecho, el bordado, los pequeños detalles, telas o calidades. Las pequeñas diferencias que te dicen: esto es una marca. Jamás podría hacer logos si no hago tendencias.