Cafés de especialidad, vermuterías, vinerías y fine dining: el escenario foodie que atrae a locales y turistas en la ciudad uruguaya
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MONTEVIDEO.– Por largos años, los porteños miramos a Montevideo con ojos de nostalgia, imaginándola como una Buenos Aires pequeña, que comparte nuestra cultura rioplatense en versión lenta. Las opciones donde comer en la capital uruguaya no hacían más que reforzar ese prejuicio: lejos del auge de restaurantes que arrancó en Argentina a finales de los años 90, Montevideo parecía fijada en una postal de parrillas clásicas, chivitos al por mayor, viejos bares de esquina, la pizza cuadrada, las pastas del domingo, las croquetas y las papas fritas. Pero eso, hoy, está cambiando. Mejor dicho: cambió. En los últimos diez años, una nueva generación de chefs y restaurantes da vida a una escena gastronómica efervescente. Hay cafés de especialidad y vermuterías; hay vinerías y fine dining; hay restaurantes familiares y propuestas hipsters. Principalmente, hay productos de calidad y cocineros con las ganas y el conocimiento para trabajarlos.
Una escena que amerita cruzar el río y disfrutarla en todas sus posibilidades. “Abrimos en 2016, somos cuatro amigos que después de viajar y trabajar para otros, decidimos abrir nuestra propia propuesta de tapas en la ciudad”, cuenta Manuel González, uno de los creadores de Demorondanga, en el barrio Parque Rodó. Demorondanga nació en una esquina pequeña; en 2021 creció, inaugurando nuevo local enfrente. Lo mejor es sentarse en la barra, frente a la cocina abierta. Es un concepto de tapas o platitos que salen rápido de los fuegos, dándole protagonismo al producto. En temporada son imperdibles las pinzas de cangrejo siri; se suman clásicos de la casa como las gírgolas con papa rosti, también cavatellis con ragú de hongos, coliflor a la barbacoa o una quijada que se deshace en la boca. “Vamos a buscar los camarones y el cangrejo a la laguna de Rocha, usamos productos orgánicos de granja, la pesca es toda artesanal. Hay una nueva escena de cocineros y también de productores”, culmina Manuel.
En ese cruce de barrios entre el Parque Rodó, Pocitos y Cordón hoy se congregan muchas de las más jóvenes propuestas de la ciudad. Por allí está Misión Comedor, abierto en 2019; también Escaramuza, la bellísima librería con café y rica pastelería que ocupa una casona de 1903. Siguiendo la ruta cafetera, aparece Seis Montes, con su degustación de espressos de distintos orígenes. Cuando llega la noche, es hora de entrar a Baker’s, con cócteles clásicos y de autor. Entre lo mejor aparece República Rotisería, conducido por el cocinero Mauricio Olivieri y la pastelera Florencia Tassino. Informal y relajado, se puede pasar durante todo el día para comer su sándwich Olímpico, una bomba de sabor con jamón casero, queso, tomate, lechuga, alioli, verdeo y papas pay, en pan de molde tostado; para terminar, un dulce goloso: el profiterol con curd de limón y chocolate blanco, gel de frambuesa y pistachos.
Alto nivel
Con mirada elegante, Savarin sube la vara con sabores delicados. La cocina la comparten el chef José Pedro Cobas y su pareja, la pastelera argentina Sofía Rozas. Ambos se conocieron en ese emblema de Punta del Este que es La Bourgogne, y la escuela francesa se trasluce en el detallismo de los platos y la puesta en escena. El menú cambia cada semana. Una entrada posible: la pera asada en costra de sal con crema de topinambur, reducción de naranja, ensalada de hinojo con crocantes de topinambur y salsa Cynar. Un principal: el estofado de cordero. Un postre: el hojaldre de canela con peras confitadas y helado de nougat.
“Crece la oferta y también la demanda. No todo lo que abre es bueno, pero sobreviven los que lo merecen”, dice Maru Cortinas, socia detrás de Pantagruel, otra de las propuestas en el límite de Pocitos con Parque Rodó. Pantagruel supo ser un reconocido restaurante en los años 90; cerrado antes de la pandemia, reabrió en 2023 con nuevos dueños y propuesta.
“Hacemos platos de la abuela, reivindicados con nuestra sazón”. En un local de aires vintage, luminoso y alegre, es posible pedir un boniato con huevo frito, provoleta y tahini; también un repollo asado con hummus y romesco, así como una milanesa napolitana gigante. El espacio acogedor, la barra y las mesas, la cocina a la vista y los vinos uruguayos elegidos por una sommelier arman una propuesta muy seductora.
Quien busque fine dining en Montevideo, deberá apuntar al restaurante 1921, dentro del hotel Sofitel Montevideo, sobre la playa de Carrasco. Ahí está el argentino Maximiliano Matsumoto, que supo trabajar en lugares como Casa Cruz, Tegui y el Faena de Buenos Aires. “El lujo se entendía por el producto importado. Hoy aprovechamos todo lo que nos da Uruguay”, cuenta. Maximiliano ofrece platos que juegan con la región y con su propia historia. El rol de siri suma keffir para darle un detalle graso, polvo de remolacha para lo dulce, una bisque hecha con las garras del cangrejo para la fragancia. Hay una sopa udon reversionada con fideos de calamar, algas de Rocha, hojas de mostaza y yema curada en salsa de soja; un ceviche de pelón blanco; una lasagna de conejos e higos, entre más platos.
El barrio aristocrático y su propuesta
Carrasco es un importante polo gastronómico, un barrio aristocrático de grandes quintas que en los últimos años recibió a muchas empresas. Pionero en la zona es Café Misterio, con propuestas que despegaban de lo usual: una milanesa trufada o el primer sushi de la ciudad son dos buenos ejemplos. Hoy convocan a ciclos con algunos de los mejores cocineros del mundo (para el 30º aniversario fueron los peruanos Mitsuharu Tsumura y Virgilio Martínez). En un costado, la cava alberga vinos uruguayos, incluyendo muchos de guarda.
Ahí nomás, detrás del Sofitel, Manzanar abrió en 2018. “Es un restaurante familiar”, dice Gustavo Barbero, uno de los socios de La Huella y de Mostrador Santa Teresita, ambos en José Ignacio. Un local amplio y moderno, de esos que no pasan desapercibidos. Al fondo están los fuegos a la vista, de costado la gran barra de coctelería. Del horno de barro sale la pizza verde con huevo, uno de los emblemas de la casa. La berenjena asada con hummus de remolacha, kéfir y pistacho muestra la sensibilidad contemporánea de Manzanar.
Elegido como el mejor restaurante de Montevideo por la lista Latin America’s 50 Best Restaurants en 2023, es uno de esos lugares que nunca fallan.
La ciudad vieja
Destino turístico obligado, también aquí se concentran muchas de las propuestas actuales. La cafetería Sometimes Sunday fue una de las primeras y mejores cafeterías de especialidad, con recetas propias y dulces golosos. En el restaurante Arariyo se puede comer bulgogi, bibimbap y otros platos coreanos, mientras que Coa es la apuesta vietnamita. Con aires locales, hay que ir a Es Mercat (y a su versión más relajada, El Otro Es Mercat) para comer pescados y mariscos: el pulpo a la parrilla ahumado, las vieiras con caviar uruguayo, los camarones al ajillo, el bacalao, los arroces y paellas, entre otros.
Fue en 2012 que Jacinto abrió sus puertas en la Ciudad Vieja, marcando un punto de inflexión en el barrio. No solo por el local precioso, sino por la presencia de la argentina Lucía Soria, socia junto a su hermana Pilar de esta casa. Lucía es una figura mediática: tras trabajar con Francis Mallmann en muchos de sus proyectos, esta cocinera fue jurado de MasterChef Uruguay, donde ganó popularidad y reconocimiento. Con Jacinto, ambas hermanas proponen una cocina simple y repleta de guiños propios, con influencias mediterráneas y precios amigables. Entre las entradas, por ejemplo, unos chipirones a la plancha con naranja, zanahorias y hojas picantes; entre los principales, unos esponjosos ñoquis de papa con hongos, tomates quemados, romesco, provenzal y perejil frito.
Y hay más: los sándwiches y platitos de Crocante, el sushi de Pez Lobo, los originales dulces de Santé Postres y Afines (se venden solo online: busquen sus malvaviscos rellenos o sus alfajores con dulce de leche y miso), la pastelería y panadería de Bertha, entre muchos otros.
Una escena gastronómica creciente, imposible de agotar en una única visita.