La diseñadora de 26 años heredó la esencia ambientalista de su familia y lo refleja en sus prendas
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Imposible escaparle a su genética. En el ADN de Milagros Pereda están marcados a fuego la estética y el cuidado de la naturaleza. Nieta, por rama materna, del reconocido artista Nicolás García Uriburu y de Blanca Álvarez de Toledo, quien fue modelo y musa de Pierre Cardin, primero optó por la arquitectura como su madre, Azul, hasta que realizó el curso Fashion Visual Presentation en la Parsons Academy de Nueva York y decidió cambiar a la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Estaba en segundo año de la facultad cuando se consagró ganadora del concurso “Yo, joven creador de moda” en el marco de Argentina Fashion Week, y eso le permitió presentar su primera colección en la edición de marzo de 2021 con prendas realizadas en fibras naturales. Su apuesta: la moda sustentable y genderless. Eso, dice, marcó un antes y un después en su carrera, posicionándola como una de las diseñadoras más novedosas de su generación, seleccionada incluso para representar al país en el London Design Festival. Luego realizó una pasantía con Gabriela Hearst, reconocida diseñadora ambientalista en Nueva York, y acaba de hacer un máster de diseño en la Parsons de París, donde vive actualmente. Hoy, sus prendas únicas son encargadas por tiendas de diversos países. “La industria textil es la segunda industria más contaminante, por eso me propuse el desafío de contaminar lo menos posible. Toda mi marca girará en torno a fibras naturales, que es lo más amigable con el medio ambiente. Me es imposible mirar para otro lado, desligarme de la monstruosidad que es la industria textil y el fast fashion”, asegura la diseñadora de 26 años.
–Desde muy chica estuviste conectada con la naturaleza.
–Crecí en Buenos Aires, pero siempre estuve muy cerca del campo, donde íbamos los fines de semana porque es donde trabaja Marcos Pereda, mi papá. Por ese entonces soñaba con ser doctora de animales. Tenía 10 años cuando nos mudamos a Gualeguaychú, Entre Ríos, por la idea de mamá de armar una reserva natural. En ese entonces yo no quería ir porque no quería dejar a mis amigas ni mi vida en la ciudad, pero fue una experiencia increíble, que me abrió la cabeza. Despertarte y darle la mamadera a los terneritos que estaban en el jardín, ver todo el tiempo animales en su hábitat, fue algo muy especial.
–A los 12 años te regalaron una máquina de coser. ¿Cómo era tu relación con la moda?
–Recuerdo que entonces ya estaba muy segura de que quería ser diseñadora de moda. No me acuerdo si yo la pedí o por qué me la dieron, pero la máquina apareció. Lo que sí sé es que quería hacer mi propia ropa para salir, porque sentía que me costaba encontrar lo que me gustaba. Pero entonces me di cuenta de que era bastante difícil hacerlo sin estudiar, así que me anoté en clases después del colegio para aprender técnicas de moldería y costura. Es gracioso porque aprendí a coser un poco como trabajo hoy en día, que no es de la forma más tradicional, sino mandándome y viendo qué pasa. Si no llegaba con un vestido que necesitaba, le terminaba pegando una parte con plasticola y la otra cosiéndola a mano, siempre me las ingeniaba para resolverlo, sin buscar la perfección. Yo no soy súper técnica y no me sale fácil, tuve que ir adquiriendo esas habilidades. Creo que mi cualidad especial es que sé buscarle la vuelta y resolver las cosas con lo que tengo.
–¿Tu primera prenda?
–Me la acuerdo muy bien y me da vergüenza. Era un minivestido tipo musculosa de pana bordó strech, apretado y con toda la espalda abierta. Además, no sé por qué, lo había cosido con hilo negro, ¡un papelón! Mi idea era usar ropa totalmente opuesta al uniforme de colegio que me ponía todos los días, ¡y lo logré!
–¿Qué es para vos la moda sustentable?
–Hoy en día ser sustentable es utópico. Es un camino muy largo, de mucha reeducación. Para lograr mejorar, porque ya revertir me parece casi imposible, las condiciones climáticas de nuestro planeta, necesitamos repensar la manera en la que producimos y consumimos. La moda sustentable se da de la mano del productor, pero también del consumidor.
–¿Cuál fue el elogio que recibiste que te hizo sentir que ibas por el camino correcto?
–Todo lo que viene de mamá [la ambientalista Azul García Uriburu], que siempre estuvo muy alineada conmigo, me anima, aunque también creo que está teñido de esa mirada de incondicionalidad de madre. Pero la que quizás no me encauzó por el lado del elogio, sino porque siempre me da esa “cachetada verbal” que me ha ayudado mucho en mi carrera, es Laura Orcoyen [la diseñadora de interiores Laura O], que es mi tía por el lado de mi papá, una persona y una artista con la que siempre tuve mucha afinidad. Fue una de las pocas invitadas a mi desfile y una de las pocas que me vio como una diseñadora en serio. Desde ahí tengo con ella un vínculo muy especial.
–Sos la nieta de Nicolas García Uriburu, creador del land art, ¿cómo te inspiró él?
–Si bien obviamente sé todo lo que hizo, y ese sentimiento corre en la sangre de mi familia, confieso que este año por primera vez me sentí conectada con lo que mi abuelo hacía. Fue increíble, porque como nieta, a pesar de esa profunda admiración que siempre le tuve, sentía una cierta lejanía, supongo que porque era alguien tan importante. Pero este año, con mi colección para la tesis del máster, en donde en cierta forma estoy militando por el medio ambiente, sentí íntimamente mi conexión con él. Fue un momento único. Él y mamá me educaron así. Ser ambientalista está dentro de mí desde el día que nací y no me puedo escapar de ese destino. No soy pintora, pero desde lo mío, desde mi lugar, es como continuar con su misma lucha.
–¿A quién vestís?
–Creo que mi ropa es para quien se quiere diferenciar. Pero también, es para alguien que valore la mano que hay atrás de cada prenda, para la gente que entienda el cuento. Que le den a la ropa el cuidado que necesita y que se merece. Quiero que quiera tener las prendas por mucho tiempo, y por eso busco salir un poco de las últimas tendencias. Trabajo las prendas de una manera muy unisex y súper abierta, así que, quien quiera usar mi ropa, es bienvenido.
–Usás cuero de cactus y de hongos. ¿Se viene la revolución vegetal?
–Cuero de cactus, de hongos, de manzana, de uva. Hay opciones increíbles para incorporar. A mí no me entra en la cabeza seguir usando el cuero animal de la manera en que lo estamos haciendo. Con la ropa, hay que hacer una revolución.
–¿Es caro ser sustentable?
–Es rentable, pero es caro también. Depende de lo que uno esté tratando de hacer. Por ejemplo, el up cycling [reciclado de prendas de segunda mano], es caro al momento de construcción, pero no tiene costo de materia prima, porque se realiza con prendas donadas o materiales descartados. El tema es que es muy barato hacer fast fashion. Ese es el gran problema.