Nacida en un hogar humilde, llegó a codearse con las celebrities de Hollywood; a punto de estrenar serie, habla del amor, los prejuicios y el deseo de maternidad
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De chiquita, en su Córdoba natal, soñaba con ser famosa. Entonces tenía otro nombre, uno de varón, pero ya a los 5 años se sentía una nena. Sin embargo, recién en la adolescencia pudo discernirlo. Cuando sintió que su camino era otro y entendió que había más oportunidades en la gran ciudad, se mudó a Buenos aires, y si bien los primeros tiempos fueron difíciles, la vida de Mariana Genesio cambió cuando conoció a Nicolás Giacobone, el escritor y guionista con el que se casó y vivió durante diez años. Se mudaron a los Estados Unidos, donde él ganó el Oscar al mejor guion original por Birdman, en 2014, y empezaron a frecuentar fiestas en las que se codearon con las celebrities de Hollywood. A su regreso, Mariana filmó Animal, de Armando Bo, junto a Guillermo Francella, y tuvo un personaje en la serie El Marginal. En 2019 hizo Pequeña Victoria, y fue su consagración. La segunda temporada de la serie, Pequeñas victorias, ahora en plural, ya está disponible en Amazon Prime Video y se estrena el 13 de septiembre en Telefé.
–¿Imaginabas la popularidad que llegó con Pequeña Victoria?
–La verdad que no, pero me preparé durante muchos años y empecé a trabajar muy de a poquito. Fue un personaje muy importante también a nivel social, porque fue la primera vez que una actriz trans protagonizaba en un canal familiar, y una historia totalmente corrida de los estereotipos. Me han dicho que mi personaje, Ema, ayudó a muchas personas a abrir la cabeza y entender a familiares que estaban en la misma situación; o gente trans me dice que este personaje ayudó a ablandarles el corazón a sus padres y así terminaron de aceptarlos.
–¿Fue esta serie la que despertó tu instinto maternal? Hace poco contaste que querés ser madre con Erika Halvorsen...
–Un poco y un poco. Erika (Halvorsen, guionista de Pequeña Victoria) es una gran amiga y la idea surgió primero como una fantasía, y hace poco la conversación nos llevó a pensar que es algo posible. Si en algún momento estamos decididas a ser madres y estamos con o sin pareja y el trabajo nos lo permite, no descartamos la idea de una maternidad compartida. Hablamos de las maneras posibles y hay varias pero no nos decidimos por ninguna. Es un sueño, por ahora.
–¿Y por qué no con una pareja?
–Nunca quise tener un hijo con mi pareja. En mis diez maravillosos años de matrimonio con Nico, nunca tuvimos el deseo de ser padres. Y no me simpatiza la idea de compartir un hijo con la pareja. Sé que es lo convencional, pero me resulta mucho más cómodo una maternidad compartida con una persona que no viva conmigo, y que tenga una línea de pensamiento similar a la mía en cuanto a la crianza. Y con Erika compartimos un pensamiento parecido, tenemos amor de amigas y una mentalidad muy libre. No es algo inmediato sino un sueño y lo planearemos y lo haremos en el momento que tenga que darse, y si se da.
–Este año participaste de Showmatch La academia pero te fuiste para sumarte a otro proyecto, ¿cómo fue la experiencia?
–Fue una experiencia muy linda. Hubo un momento de mucho estrés y confusión, malos entendidos, pero me quedo con el cariño y el respeto. No me quedan rencores.
–Durante tu infancia y tu adolescencia viviste en dos casas, la de tus padres y la de tu abuela, con realidades diferentes...
–Mis padres me tuvieron cuando eran adolescentes, a sus 15 años, y tenían una realidad económica humilde, muy del día a día. Mi abuela paterna, Lucía, estaba mejor y me brindaba todo. A la distancia lo veo más atenuado pero cuando era chica lo veía en extremos: mis padres eran pobres y mi abuela, rica. Sé que no fue tan así pero me crié con esa sensación. Iba a colegios privados y mis compañeros tenían una realidad socioeconómica más elevada que la mía. Con los años mi papá empezó a trabajar mejor y todo se equiparó un poquito, pero la que me daba lujos era mi abuela, viajes a Miami, a Disney, a Punta del Este, me compraba zapatillas de marca.
–Cuando llegaste a Buenos Aires, ¿ya eras Mariana?
–Sí. Mi cambio fue muy gradual y no de un día para el otro, pero ya era Mariana cuando vine a Buenos Aires, un poco más rústica porque no tenía las lolas hechas, ni tanta depilación definitiva (ríe).
–¿Es verdad que conociste a Nico el día que decidiste volver a Córdoba porque en la ciudad no tenías suerte?
–Sí, estaba planeando mi vuelta a Córdoba después de algunos meses duros, luchándola, tratando de encontrar mi lugar. No veía mucho futuro y pensé en volver con mi familia aunque no quería porque significaba una gran frustración y sabía que mi lugar estaba acá. Un día me senté en un café, con un librito y una agenda, y el universo me mandó a Nico. Esa noche fuimos al teatro a ver a Fernando Peña, al otro día fuimos al cine, de ahí salimos de la mano, al mes nos fuimos a vivir juntos; me mudé a su departamento y nunca más nos separamos. Esa fue una gran conquista para mí también, porque no podía creer que me había enamorado, que tenía una pareja, que convivía, que nos disfrutábamos, viajábamos. Eso coincidió con el despegue de la carrera de Nicolás, surgieron viajes a Estados Unidos.
–¿Y cómo fueron esos años en los que te codeaste con las celebrities de Hollywood?
–Nico era miembro de la academia de Hollywood y yo lo acompañaba a ver las películas antes del estreno. Así saludé a Angelina Jolie, Brad Pitt, Kate Winslet, Lupita Nyong’o. Un día fuimos a un musical sobre la vida de Gloria Stefan y me saqué una selfie en el baño con Thalia, la esperé mientras hacía pis (ríe). Otra vez fuimos al screener de El renacido y a una cena en el Lincoln Center, fuimos a saludar a Alejandro González Iñárritu y terminamos en la mesa con Leo DiCaprio.
–También tenés una anécdota con Mick Jagger…
–Sí, lo vi en una fiesta después de los Oscar, que es la que organiza el manager de Madonna, en una casa divina en Beverly Hills. Nico tenía hambre y se fue a la cocina a comer unos spaghettis y yo me quedé con Armando Bo y la mujer. Estaban Bradley Cooper, Beyoncé y Gwen Stefani y me sacó a bailar un señor grande, que al principio no reconocí. ¡Era Mick Jagger que me hacía el paso de la gallinita y me sonreía, pero nunca me habló! En un momento me quiso apoyar la pierna y pensé ‘acá se va armar quilombo’. Me disculpé y me fui al baño (ríe).
–Hoy estás separada de Nico, ¿con ganas de volver a enamorarte?
–Con Nico somos familia y estamos construyendo un nuevo vínculo. Nunca dejamos de querernos, de amarnos y respetarnos, simplemente tenemos distintas necesidades y el amor va tomando otras formas. Por supuesto estoy abierta a volver a enamorarme aunque no es algo que estoy buscando. Tengo mi libido en mi carrera como actriz. Por suerte pude disfrutar de una gran historia de amor, de película, y así lo viví. Entonces el amor no es una materia pendiente.