Mariah Schutz: “Me gusta que la gente razone para vestirse”
En pandemia, creó una marca que hace ropa a medida y que dona el 100% del valor de la prenda a la fundación y ONG que elija el cliente
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Nunca siguió tendencias. Ni en moda, ni en nada que haya emprendido en su vida. Hasta su nombre de pila, con una H al final, que cambia la pronunciación, la distingue del resto. Y como para seguir marcando diferencias con cualquier cosa que se propone, Mariah Schutz creó una marca de ropa que dona el 100% del valor de la prenda (todas hechas a medida, para que se adapten a cada cuerpo) a distintas ONG. ¿Cuáles? Las que el cliente elija. Porque también aquí ella marca la diferencia. Flamante Embajadora Solidaria de la Cámara Argentina de la Moda, busca replicar su experiencia.
Cultora del bajo perfil, Mariah habla poco de su vida privada. En cambio, no puede evitar la verborragia cuando se refiere Mariah Moda Social, su gran proyecto personal. “Es una marca de triple impacto: es sustentable, es ecológica y es social. La que hago es una ropa atemporal, se puede usar años, no pasa de moda. Y es social porque el ciento por ciento del valor va destinado a la fundación o ONG que el o la clienta elija”, dice desde su atelier en la calle Azcuénaga, en Recoleta.
Mariah cuenta que siempre tuvo un perfil solidario, y que en su último cumpleaños, en plena pandemia, decidió llevar esa solidaridad a otro nivel: “Mi familia siempre fue de ayudar, de colaborar, y la que tomó el guante fui yo. Con todo esto de la pandemia me di cuenta que yo sola no iba a poder porque cuando hay tanta necesidad, no alcanza -sostiene-. Y tomé la decisión de hacer algo, justamente el día de mi cumpleaños, el 12 de mayo. Ese día recibí una vincha de regalo hecha por una ex bordadora del Colón y no sé por qué sentí que esa podía ser una forma.”
–¿Por qué ropa?
–Siempre me vestí distinto y a la hora de vestirme bien recurría a la ropa a medida, que tiene la plusvalía de estar hecha para vos, a tu cuerpo, a tu forma. No me gusta la industrialización, los uniformes. Las famosas tendencias. Y un día me pasó que durante la pandemia estaba entrando a una cafetería y un señor me estaba esperando para preguntarme dónde me había comprado la ropa porque su novia era como yo de cuerpo y quería comprarle algo así. ‘Está buenísimo lo que llevás puesto’, me dijo y eso me alentó a seguir.
–¿No consumís ninguna marca?
–Las marcas son para ciertos tamaños. Entrás o no entrás en la tablita siniestra. No son reales, se deben a una industria que fabrica con menos costo y con telas que son cada vez peores. Mucha de la indumentaria viene de China y antropomórficamente son distintos a nosotros. No es que no haya chinos robustos, pero no es el corte que llega acá. Por eso, cuando la tablita siniestra es cada vez más siniestra, aparece el bullying, ¿Cómo le explicás a un adolescente que eso está todo mal hecho porque ese talle está pensado para ganar plata? Ponele que no tenés problema de talle, pero la calidad, la terminación es desastrosa. Hay primeras marcas que te ponen el cierre torcido, que tenés que volver a hacerle el ruedo... hay de todo. Está la persona que puede ir a comprarse ropa afuera pero, ¿entonces el único que se puede vestir bien es el que puede viajar? La idea es que todos nos podamos vestir bien, lindos y de forma original.
–Lo de donar el 100% del valor de la prenda, ¿cómo surgió? Debe ser un caso único en el mundo.
–Yo no vivo de esto. El dinero que ingresa por la venta de esa ropa va directamente a una fundación a elección del cliente. Es decir, no recibo dinero, ni soy intermediaria de nadie. Así yo puedo seguir ayudando pero otros me ayudan a ayudar: las telas las compro yo, genero trabajo y eso lo banco yo, pero una cosa es bancar eso y otra cosa es que todo lo haga uno porque llega un momento que no se puede. Soy empresaria de distintos rubros, estudie psicología, pero yo trato de que no se sepa mucho de mi.
–¿Qué tipo de ropa hacen?
–Es medio oriental, son prendas que no vas a encontrar en otro lado y con las que vas a verte y sentirte bien. Hay chemises, caftanes, túnicas y algún que otro vestido. Son diseños simples. Pero hay mucho trabajo de bordado, aplicación de piedras, transparencias... y las telas son sedas italianas de mucha calidad. También intentamos que muchas prendas sean reversibles. La idea es que se luzcan los cuerpos, tengas el cuerpo que tengas. Está en la personalidad de cada uno cómo se adaptan a la marca. La idea es que cuando vengas a tomarte las medidas cocrees con quien te lo va a hacer. Que el cliente transmita cómo quiere que sea esa prenda: si a la rodilla, hasta el piso, que participe en la creación.
–¿La gente va con una idea clara de lo que quiere?
–No, las fotos en nuestro IG (@mariah.modasocial) te da una idea de lo que hacemos, pero no tenés conciencia hasta que lo ves personalmente. La terminación de alguna prendas es a mano, artesanal. Suele pasar que cuando están acá, en el atelier, se quieren llevar todo porque hay algunos percheros con ropa, pero yo les digo que no, que se lleven una cosa, la prueben y que después vuelvan por la otra. A mi me gusta que la gente razone para vestirse.
–¿Todavía sigue habiendo prejuicios sobre lo que usamos?
–Los millennials se ponen cualquier cosa y los de 40 a 50 estamos más abiertos. En eso internet, las redes sociales, ayudaron mucho. Pero entrás a un lugar y te miran si estás distinto. Todavía hay ciertos ojitos censores. El argentino es muy estructurado, es censor pero no quiere que lo critiquen. Y es muy inseguro. A muchas mujeres les gustaría ir con ciertas cosas por la calle y después no se lo bancan. El ejemplo icónico es la que va con la minifalda y se la baja. ¿Por qué? ¡Lucila! Seguimos necesitando de la aprobación de los demás y nuestra marca justamente es para fomentar la diferencia. No vas a ir por la calle y vas a estar igual que el resto. Eso seguro.
–La gente compra porque le gusta la ropa o por el tema de la solidaridad?
–Muchos vienen por el tema de la solidaridad pero también por la experiencia de hacerse algo a medida. Desde que venís hasta que te lo llevás pasan entre 15 o 20 días, y a veces hace falta una prueba en el medio. Pero también están las que vienen porque les gustó la ropa y no saben lo de la solidaridad y ahí tenés que explicarle que hay un rulo más. Y están los que te dicen ‘yo no quiero nada, vengo a ayudar’. Y yo les contesto que si quieren ayudar hay miles de fundaciones para donar. Muchos piensan que yo tengo una fundación o la ONG y yo no tengo nada de eso: la persona es la que elige a qué organización donar el valor de las prendas. Pero siempre a partir de comprarse algo que le guste.
–Que el cliente elija a dónde destinar el dinero también es un concepto distinto.
–Sí, y suele ser un problema. Te ponen caras. Me ha pasado que gente me dijo ‘ah, ¿era en serio? He visto gente que se pone muy nerviosa, o que me piden que elija yo la fundación... Y ahí yo les digo que no la voy a elegir, que les puedo sugerir pero que ellos tienen que tomar la decisión. Es paradójico, siempre nos quejamos que no sabemos dónde van nuestros impuestos, que no llegan a donde tienen que llegar pero cuando tenés la posibilidad de elegir, no sabés qué hacer. La gente no puede ser libre. Creo que tenemos un tema con la libertad. Y eso se ve en cuestiones como qué es lo que te ponés o adónde querés que vaya tu plata.
–Como Embajadora Solidaria de la Cámara Argentina de la Moda pensás replicar el modelo?
–Quiero apuntar a que todas las marcas tengan la plusvalía de la solidaridad. No pretendo que todos donen el 100 por ciento, obviamente, pero si que las marcas y diseñadores, destinen un porcentaje a una fundación.
–En este momento donde el sector está tan golpeado, ¿no es una quimera?
–No, no sabés la gente que se está adhiriendo. Todos estamos un poco peor que en 2019 pero hay gente que está mucho peor. Voy a ir provincia por provincia, ciudad por ciudad para sumar adeptos. El cliente le da importancia a las marcas que ayudan y busca cómo canalizar sus intereses. Las marcas triple impacto son el futuro.
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