Casada desde hace 22 años con Adolfo Cambiaso, la exmodelo y conductora cumplió 48 y dice que está lista para volver a la televisión
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PUNTA DEL ESTE.- Mediática en los noventa y desde hace años primera dama del polo argentino, María Vázquez logró algo enorme: no postergarse. Casada con Adolfo Cambiaso (hijo) desde hace 22 años, madre de tres adolescentes (uno de ellos, Poroto, flamante campeón del Abierto Argentino de Palermo, con solo 17 años), se adaptó a una vida que combina Cañuelas, Palm Beach, Inglaterra o Sotto Grande. Siempre vigente, la eterna chica de tapa dice que está lista para volver a las pistas. “Tengo un ADN inquieto, me gusta hacer cosas y los chicos van creciendo. Soy libre, tengo un marido que me apoya y me acompaña, y jamás estoy perdiendo el tiempo”, dice.
–¿No perder el tiempo es reciclarse?
–Entiendo que es hacer lo que uno necesita. No estar quieta esperando que te lluevan las cosas. Yo ahora estoy en Punta del Este en familia, pero viajo a Buenos Aires unos días antes que el resto porque tengo mis temas. Me asocié a una marca de ropa de lino con sede en Miami y Montevideo; también hago joyería. Me gusta, me hace bien, me involucro en el diseño. ¡Pero hago mil cosas más! Nunca estoy quieta.
–¿Seguís bailando?
–Siempre. Es mi verdadera pasión y jamás lo dejé. Además estudio idiomas, nutrición, estoy con una cápsula de ropa interior, soy la cara de varias marcas. Y mientras, la familia, que sigo acompañando por el mundo con todo lo que eso significa.
–¿Alguna vez te pesó más de la cuenta la vida nómada?
–Tengo una linda vida. Elegí la familia el día que me casé y siempre traté de no perderme en el intento. El secreto, supongo, fue buscar proyectos personales.
–Y salir del molde. No hace mucho te animaste a bailar en el programa de mayor exposición, escándalos, etcétera...
–Sí, fue algo muy hablado porque al principio Adolfito tenía sus dudas. Pero finalmente acepté y fui muy feliz. A él le gusta que yo haga mis cosas. La realidad es que vengo de otro mundo, estuve casi 17 años dedicada a la moda, donde también tuve mucha exposición. Pero cuando hay amor y respeto las cosas se logran. No sin crisis, pero se logran.
–¿Cómo?
–Con voluntad y decisión. Muchas veces viví crisis personales. Pensar dónde iba a quedar uno, aquella María que disfrutaba de otras cosas. Pero mi marido me bancó un montón. Cuando surgió conducir El Rayo estábamos recién casados, pero no dudó en animarme. Siempre es el primero en decirme que sí. Después no le pude dar continuidad a la tele, que me encanta, pero no me arrepiento.
–Ahora, con los chicos grandes, ¿volverías?
–Absolutamente, sí. Me ofrecieron algo, siento que ya podría retomar esa veta porque realmente me encanta. Están todos más grandes y Adolfo padre también empezará a viajar menos. Yo amo la tele. Hago como hacían nuestros abuelos con la radio, que la tenían prendida, de fondo. Me apasiona todo lo que tiene que ver con la comunicación. Tal vez esperaría un añito porque Poroto necesita un poco más de acompañamiento. Pero estoy lista.
–¿Qué mirás con ganas?
–Mucho periodístico, porque necesito estar informada. Y de los chimentos no es que soy fan, pero estoy al tanto de todo. Ahora en casa están enganchados con Gran Hermano. Yo no tanto como antes, pero me interesa todo. Lo mediático me divierte, nunca hago juicio de valor. Sería muy careta decir que no consumo esas cosas.
–¿Te enojan los prejuicios? Mujeres de polistas, vidas calcadas, burbuja...
–Creo que todas las generalizaciones son malas. Como cuando dicen que las modelos son tontas o las rubias taradas. Pero hay cosas que son ciertas. Este es un medio cerrado donde la gente no desentona mucho. Negarlo sería una estupidez. Somos poquitos y puede ser que terminemos con el mismo jean, la misma remera, coincidiendo en el súper o en los dos o tres lugares para comer. Pero después cada uno hace lo que quiere. Entiendo que pueda verse así.
–¿Te volviste más conservadora con los años?
–Trato de ser fiel a lo que a mí me gusta, pero soy bastante conservadora en muchos aspectos. Me pasa con la familia, mi intimidad, el estudio de mis hijos. La verdad es que fui bastante estricta con ellos. Así que ahora que tienen una linda base, puedo darles libertad para que elijan su camino. Tuve mucha suerte con mis chicos. Son bárbaros y el deporte los ordenó un montón. Me resulta increíble la carrera que está haciendo Poroto, pero no queremos exponerlo. Es un chico muy sano, vive en una especie de Disney. Para él la vida es un disfrute constante. Mía, que ya tiene 20, es una chica con mucha personalidad, está de novia con un polista así que pasa mucho tiempo con nosotros. Y la chiquita, Myla, de 12, es una personita con infinitas curiosidades. Cocina, canta, baila. Todo lo hace bien. Muchos dicen que es muy parecida a mí, pero digo que me superó.
–Cuando hay polo y fotógrafos siempre se pone el foco en tus looks. ¿Marcás tendencia?
–Me halaga. Creo que si marqué algo o fui parámetro se dio sin intención. Habrán visto en mí algo genuino, creíble.
–¿Qué es el estilo?
–Algo innato. Vos podés vestirte bien, tener acceso a lindas cosas y sin embargo no tener estilo. Yo no sigo tendencias, pero de lo que se usa tomo lo que me queda bien. Es algo que ni siquiera tiene explicación. El estilo es una manera más de comunicar.
–Ahora más que nunca están de moda las chicas del fútbol. Looks opuestos, ¿no?
–Y sí, porque cada medio tiene su moda e impronta. A las mujeres de los polistas no nos visten las grandes marcas ni nos regalan grandes cosas. ¡Hay que comprarlas! Pero es normal. El fútbol tiene más visibilidad. Si vinieran a ofrecernos seguramente nosotras también estaríamos más marqueras (risas). También tiene que ver con el estilo de vida. Lo nuestro es mucho aire libre, correr a los chicos en el campo. Nuestra parte social no es tan arriba. Es una comida en un lugar lindo, no hay tanta fiesta. Igual cada tanto me clavo mis buenos tacos.
–¿Harinas sí o no?
–En mi diaria, no. Pero sí cuando salgo. Elijo no consumirlas en mi día a día pero después en el restaurante ataco la panera sin culpa. Desde hace un tiempo elijo cuándo comerlas y de qué manera. No soy extrema en ningún sentido y en mi casa no hay nada prohibido. Siempre encontrarás gaseosas, golosinas, incluso porquerías. No me gusta censurar. Los chicos tienen derecho a elegir. Después solitos empiezan a entender, a cuidarse. Pero obviamente la base de nuestra alimentación es sanísima, variada. Me gusta cocinar.
–¿Te sigue gustando cumplir años?
–Sí, no tengo problemas con la edad. Ya 48. Decían que los cuarenta eran fatales y casi no los sentí. Ahora vamos por más. Qué sé yo... Me siento muy bien. No me dan miedo los 50. Voy transitando la vida y lo hago a pleno. Me nutro en todo sentido. No solo le doy importancia al cuerpo sino que profundizo en lo amoroso, espiritual, intelectual. Supongo que vendrán bajones, pero la clave es la constancia.
–¿Te impresiona que hoy las chicas se operen o se retoquen tan jóvenes?
–Es verdad que arrancan muy chicas. Hay amigas de mi hija que ya se han hecho cositas. Yo lo entiendo si es para erradicar algún complejo y si se hace de una forma no invasiva. Pero la verdad es que no está bueno tocarse. Yo me hice las lolas hace 5 años porque tenía mucho y perdí todo. No sabés las vueltas que di antes de decidir entrar a un quirófano. Fue todo un tema, me dio miedo. Tal vez con el paso de los años uno toma conciencia. Viendo gente querida que se enferma, cosas que pasan, inexorablemente, decís: ¿qué necesidad? Pero son modas. Y las chicas tienen sobredosis de información. Las redes avanzan en nuestras vidas sin piedad.
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