Inaugurado en 1915, funcionó allí una tienda departamental icónica, cuyos productos marcaron las tendencias en decoración por décadas; hoy abre sus puertas en el marco de una muestra de diseño
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Las vidrieras de una de las tiendas departamentales icónicas de Buenos Aires recuperan su brillo después de 40 años. Una muestra de Diseñadores Argentinos Asociados (DARA) es la excusa para visitar la ex mueblería Maple, que marcó una época y dejó su impronta en el edificio de Suipacha 658: un conjunto descomunal de siete pisos que visitaba la burguesía porteña para equipar sus comedores y livings con mobiliario de origen europeo.
La firma Maple & Co., propiedad del magnate inglés Sir John Blundell Maple fue fundada a mediados del Siglo XIX y se convirtió en una de las mayores proveedoras de mobiliario a nivel mundial. En 1913 decidió abrir la sucursal porteña que se inauguró en 1915. La demanda era altísima: todas las familias adineradas querían las sillas, los sillones y los aparadores de Maple. Y si no podían comprarlos, los copiaban.
El primer negocio a la calle se instaló en Carlos Pellegrini al 600, pero al tiempo el espacio quedó chico para acomodar los juegos de dormitorios. Sir John y su hijo, entonces, decidieron construir su propia tienda, un edificio imponente que tuvo su época de gloria y hoy se vende, vacío, a 10 millones de dólares.
Con grandes paños de hierro y cristal curvos –un alarde de tecnología constructiva para la época–, el frente de perfilería metálica y columnas de origen jónico y dórico, fue el escenario ideal para dar a conocer un catálogo amplio y variado de los clásicos estilos victoriano y eduardiano. Tan famosa era la marca que había nacido en la calle Tottenham Court Road –destruida en los bombardeos de Londres durante la Segunda Guerra Mundial–, que padre e hijo buscaron otra ciudad para llevar sus tesoros de madera lustrada. Y eligieron Buenos Aires, “la París de América”.
El éxito fue rotundo y hasta fue protagonista de un tango. “Pisito que puso Maple, piano, estera y velador. Un telefónico que contesta, una vitrola que llora…”, dice la letra de Carlos César Lenzi que, con música de Edgardo Donato, se estrenó en 1925 en Montevideo, Uruguay.
Hace 40 años la firma Maple encaró la mudanza de su sede central a la Avenida Belgrano 2545, epicentro de las mueblerías, donde mantienen líneas clásicas. El edificio hoy es propiedad de IRSA, la empresa inversora en bienes raíces. Entre las compañías que alquilaron sus plantas de 1500 m2 figura el espacio de arte de la Fundación OSDE, que ocupó el primer piso que balconea al imponente hall oval en doble altura, con piso en damero. Pero en 2019 el arte contemporáneo se mudó a la calle Arroyo. Lo mismo hicieron Hit Cowork y Kantar IBOPE Media. Desde entonces, las icónicas perfilerías, el ascensor antiguo y las molduras ornamentales se quedaron sin público. Con siete pisos y un subsuelo, fue una de las pioneras del formato de showroom, el espacio de exposición de distintos productos que ofrecía Maple a sus clientes.
Consultado sobre el futuro del inmueble, Ezequiel Baremboin, gerente de arquitectura de IRSA, dijo que “aún no está definida su situación. Mientras tanto, sigue en venta con una cotización inicial de u$s 10 millones”, aclaró Baremboin. Sobre el misterio del arquitecto que proyectó el edificio, del que se desconoce su nombre, Sergio Dattilo, gerente corporativo de IRSA apuntó: “Cuando en 1991 compramos el inmueble no había registros del autor. Parece ser una de esas obras huérfana, de cuya génesis se hace cargo quien la encargó”.
El juego de la silla
Anteayer, en ese mismo espacio, se realizaron charlas sobre diseño, paisajismo, iluminación y tendencias sobre las nuevas formas de habitar, en las que se pudo apreciar la nueva cara de la vidriera, ahora en rojo “torero”, que funciona como telón de fondo a las texturas, los materiales y las soluciones aplicadas por 30 interioristas y arquitectos a sillas olvidadas y en desuso. Hasta el 31 de octubre se podrá revivir el esplendor de uno de los escaparates más lindos de la ciudad a partir de una intervención de diseño que rescata su espíritu original. Reensamble, Reconstrucción y Reciclaje es el nombre de la muestra, una iniciativa de los socios de DARA que desembarca en la ex mueblería con una instalación de sillas en desuso intervenidas artísticamente. Curada por Laura Ocampo y José Luiz Zacarías Otiñano, expone piezas que transforman la función original en dispositivos artísticos.
“Buenos Aires cuenta con muchísimos edificios patrimoniales muy interesantes. Desde nuestra asociación los buscamos para darles una nueva vida y rescatarlos del olvido. Hidrolavamos los primeros niveles de la fachada, realizamos una limpieza integral y reforzamos la iluminación de la caja vidriada”, señaló Zacarías Otiñano durante el lanzamiento de la muestra.
Fabiana Ríos intervino una silla antigua, recuperada en un local de compra venta de muebles antiguos. “Mientras la estaba recuperando con cinta y aerosol descubrí la etiqueta de la icónica casa Adams, de la calle Talcahuano al 1100″, detalla la interiorista que aplicó parches a su silla rescatada y cerró el círculo de la consigna impartida por DaRA. También se destaca la miniatura realizada por la diseñadora de iluminación Magdalena Boggiano, que sumergió una sillita de acrílico en un florero iluminado. El sillón BKF, hito del diseño argentino, se presenta en la versión de Alejandra Mahiques y Francisco Vilchez: “Del cuero a las bolsas de cal y cemento, de la soldadura al atado con alambre”, explican los autores. “Conseguí en un pueblo una silla olvidada y la forré de extractos de cuentas bancarias trituradas. Las cuentas que te agobian”, explica Candela Casado Sastre sobre su silla estilo Tolix.
En tanto, el arquitecto Julio Oropel desarrolló su propuesta a partir de un tronco añejo que encontró luego de una tormenta. “Como contrapunto a la madera maciza trabajé el perímetro con dorado a la hoja para lograr una dualidad entre la simpleza del material y la potencia del lenguaje estético”, señala. Además, una silla de meditación transforma una clásica Eames de acuerdo a la intervención de Vanina Mizrahi y Paula Lavarello. Y “el universo sórdido para bestiarios grotescos”, de Solange Aterberger atemoriza y desafía ¿a sentarse? sobre una superficie peligrosa.
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