Fue una de las caras más conocidas de los 90; hoy, al frente de su propia agencia, comanda las carreras de las modelos que triunfan en el exterior
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Es una de las pocas de su generación, sino la única, que capitalizó su carrera como modelo y se convirtió en representante. Protagonista, junto con Dolores Barreiro, Andrea Bursten, Nicole Neumann y Pampita, de aquellos veranos “calientes” de Punta del Este en los 90, hoy, Lorena Ceriscioli (48) comanda la carrera de una nueva legión de mannequins argentinas que triunfan afuera y a quienes la fama las tiene sin cuidado. “Les da cringe”, cuenta Lorena, mientras toma un sorbo de café con leche en un barcito a la vuelta de la oficina de Lo, la agencia de modelos que fundó en 2010 y que lleva, entre otras, la carrera de Mica Argañaraz –la modelo con mayor proyección internacional de nuestro país– desde sus comienzos.
–El caso de Mica es único: está cerca de cumplir una década de carrera afuera.
–Mica es un ejemplo y tiene un carrerón porque pudo sostenerlo. Empezó en 2014, desfilando para Miu Miu en París, y cada temporada se supera. Hoy, es re común ver caras nuevas abrir un desfile top, pero desaparecen.
–Tuviste varias modelos en la última Semana de la Moda de París.
–Sí, Imán Kaumann, la hija de Miuki Madelaire, la está rompiendo desde hace unos años. Flor Meyer abrió el desfile de Dior, Victoria Maldonado estuvo en el show de Rick Owens y Faustina Cosma hizo el exclusive con Bottega Veneta [significa que la modelo es contratada para hacer ese único desfile y ningún otro de la temporada]. Fausti ahora está en Italia. Tiene 18 años, arrancó recién, y la estamos acompañando desde acá. No es fácil estar afuera…
–¿En qué sentido?
–Fashion Week es un momento súper cruel para las chicas. Hay mucha tensión. Es una inversión muy grande de plata y la exposición es feroz. Son 20 shows por día, una maratón. Por eso, a las que quieren probarse allá, las preparamos mucho antes y si las vemos verdes emocionalmente no las mandamos.
–¿Qué te llevó a convertirte en representante?
–La necesidad de trabajar. Había sido contratada por una agencia para ser la directora, pero el proyecto no funcionó y, a mis 33 años, me quedé en Pampa y la vía [habla de Prémula, la agencia que fundó su ex, Tomás Costantini, a principios de los 2000]. Estaba viviendo en la casa de mis papás y hacía 2 años que me había retirado del mercado. Fueron las chicas de la agencia anterior quienes me levantaron. Me llamaron por teléfono y me dijeron: “Lore, queremos que nos representes. ¿Cómo que no tenés nada? Tenés todo: tenés un teléfono, tenés tus contactos y tenés tu experiencia”. Esas dos chicas fueron Florencia Torrente y Azul Caletti. Lo digo y me emociono. Así arranqué, gracias a ellas.
–La moda tiene mala prensa. Se cree que es un mundo desalmado, frívolo.
–A mí la moda me dio amor y contención, en un momento de mucho dolor, me sacó adelante. Mamá siempre me dice: “Arrancaste en tu cuarto de adolescente, tirada en la alfombra con tu celular. Pusimos mejor Internet y te pasaste al living, con tu computadora. De ahí te fuiste a un monoambiente, llegó el primer booker, los contratos internacionales…”.
–Los 90 fueron únicos. ¿Sos consciente de eso?
–Me di cuenta después. Los 90 fueron una gran performance. Nos conocíamos todos y lo pasábamos bien trabajando. Un diseñador te decía: “Che, quiero hacer tal cosa, ¿te copás?” y lo hacías; un fotógrafo te proponía una locura para una producción y allá ibas. La creatividad y la libertad estaban a flor de piel. Hoy no hay tiempo.
–¿Qué caracterizó a tu generación?
–Éramos muy proactivas y nos encantaba ser modelos. Era nuestra vida. Para las chicas de hoy, esto es un trabajo y punto.
–No les conocemos los nombres, ¿por qué?
–No les interesa la fama, hacer entrevistas, ni sentirse expuestas. En mi época, para ser exitosa había que mostrarse. Las entrevistas eran parte del juego, necesitábamos a los medios. Hoy, ellas tienen sus propias redes sociales. El metier, además, se profesionalizó. Las jornadas duran 8 horas, se pagan horas extra, se frena a almorzar, y el cliente te asegura. Acá y en todo el mundo. En París, para poder trabajar, un médico tiene que certificar que tenés buena salud y no aceptan menores de 18.
–¿Se sigue arrancando a los 14?
–Ya no, ¡era una locura! Nosotros trabajamos con chicos de 16 en adelante. Lo ideal es que empiecen a los 18 porque ya terminaron el colegio, son mayores de edad, y pueden tomar decisiones.
–Hoy, ¿cuándo una modelo se considera exitosa?
–Cuando sostiene su carrera en el tiempo. Antes, lo importante era llegar, explotar. Hacer algo que te pusiera en el candelero y después facturar.
–Contame del momento en que dijiste: “Llegué”.
–Cuando hice la campaña de Nasa, creo que en 1996. Era una marca icónica, que solo convocaba a estrellas. Hicimos las fotos con Dolores Moreno, ¡desnudas! El slogan era “Volvé a sentir el jean en tu piel”. [Se ríe]. Miro las fotos y me impactan. Las chicas ahora se cuidan más. Cuando hacíamos esas producciones Internet no existía. Las nuevas generaciones saben que las fotos quedan online toda la vida.
–¿Te arrepentís de haberte expuesto tanto?
–No, era lo que se usaba en ese momento y todo lo que hice fue con mucha convicción. Siempre tuve en claro lo que sí y lo que no, y Ricardo [Piñeiro] respetaba mis puntos de vista. Si la moda me hubiese quebrado, si me hubiese roto, no estaría hoy acá.
–¿Cómo manejás esas zonas grises con tus modelos?
–Siempre les digo: “Estás haciendo fotos y te sentís incómoda por una mirada o por un mal modo, te vas al baño y nos llamás. Lo resolvemos”. En nuestra época había mucho maltrato psicológico. Se creía que las rubias eran tontas, literalmente, y que las modelos eran perchas, por lo tanto no podían opinar. Un día te decían: “No te pongo en la producción porque tenés mucha espalda y abrís los sacos”, y al día siguiente no estabas en un show porque tenías “poca espalda”. En los castings, en París, estábamos horas a la intemperie. Las filas eran eternas, nadie te daba ni un vaso de agua. Hoy, las chicas esperan en un salón. Hay agua, manzanas, baño, wifi.
–¿Cuánto se ganaba en los 90?
–Era la Argentina menemista. Ganábamos lo mismo acá que en París. A mí no me sorprendía que me contratara Armani para hacer un show, si yo cobraba lo mismo en Buenos Aires.
–Hablemos de números.
–Y, por una campaña de una marca importante, te pagaban 100 mil dólares. Esos contratos no existen más. Las que desarrollaron una carrera internacional fue porque tuvieron la cabeza para sostenerlo. Hablo de Valeria Mazza y María Inés Rivero.
–¿Cuánto gana hoy una modelo?
–De 700 a 25 mil dólares por desfile. La diferencia la hacen afuera porque nosotros estamos totalmente devaluados. Antes, triunfar era hacer la tapa de Gente y con un trabajo te hacías el mes. Hoy, las chicas quieren hacer Prada, Chanel, pero también Zara y Mango, que tienen más billetera. A diferencia de nosotras, ellas toman al modelaje como un trabajo más.
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