Hija de Ana Paula Dutil y Emanuel Ortega, la joven modelo habla de cómo impactó este proceso en su vida
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Nacida en familia de artistas, India Ortega (18) es otro eslabón que brilla en la descendencia del gran Palito. Hija de Emanuel y Ana Paula Dutil (modelo icónica de los 90), se habla de ella por su belleza y un coqueteo con el canto que, se intuye, tendrá buen destino. A su joven debut en la pasarela se suma una actitud madura que conmueve, ya que no es difícil asociarla con la enfermedad que padeció su madre [la propia Ana Paula contó públicamente que padeció una depresión severa]. “El tema salió en todas partes, pero siento que la prensa fue muy respetuosa con todos nosotros. No fue fácil, vivimos meses muy duros, y yo compartía casa con mi mamá. Hace un tiempo, ya recuperada, ella decidió contar lo del intento de suicidio y esa red hermosa que existió en mi familia para finalmente ayudarla a salir de ese lugar de oscuridad”, comparte India.
–Todo sucedió cuando regresaron de Estados Unidos, donde vivieron varios años, en sintonía con el divorcio. Vos eras muy chica todavía...
–Y sí, 16. Atravesamos la pandemia en Miami, nos mudamos a la Argentina después de muchos años. Mis hermanos mayores viviendo en el exterior. El cambio fue de un shock total y a mamá, que es una persona hípersensible, le pegó muy fuerte. Se fue poniendo triste, más triste, muy para adentro. Después no tenía interés en salir de la cama. Esta enfermedad, la depresión, es así. Hasta dejó de verse linda, ella que es hermosa. Vivía en pijama, sin ganas de nada. En ese entonces estábamos las dos solas en la casa así que fui testigo de cada escalón descendente. Porque todo se va agravando y es muy difícil saber qué hacer.
–Y todos opinan.
–Bueno, ese es el tema. Todos, con la mejor intención del mundo, dan consejos. Pero cuando una persona está mal lo último que quiere es que alguien opine sobre eso. Es más, lo que se logra es el efecto contrario. Algunos le decían que tenía que salir a caminar, hacer algo. Cosas obvias y que todos pensábamos. Pero si se lo planteaban, a ella le daban menos ganas todavía. No le gustaba que le sugirieran cosas, la angustiaba más. De a poco yo me fui dando cuenta por dónde entrarle, cuál podría ser el camino. Entonces, en vez de decirle que debía hacer tal cosa, le proponía hacerla juntas. “Dale, te arreglo un poquito y salgamos a caminar”, le decía. Porque si una persona padece depresión todo lo que le digas lo recibe como una orden. Y eso es lo que yo quería evitar.
–¿Aceptaba tu mamá?
–A veces no, a veces sí. Y cuando lo hacíamos parecía feliz. Yo la maquillaba, la peinaba, le elegía qué ponerse. Con el amor que le tengo, hacía todo sutilmente porque no quería que se enojara. Hacíamos cosas chiquitas, quizás tonterías, pero que le hacían bien. Era increíble porque ella se sentía fea, no le interesaba nada. Pero con ese paseíto se olvidaba un poco de todo, conseguía una sonrisa. Por supuesto después se acababa y volvía a ponerse triste. Pero yo notaba que ese rato que habíamos vivido fuera de la ocuridad, era en el fondo una semilla. Sentía que había que repetirlo. Lo mismo sucedía cuando yo llegaba con flores, que le encantan. Era como que renacía, se ponía contenta. Pero claro, el problema de fondo existía, y todos esos mini oasis estaban dentro de un cuadro muy grave. Era colorear momentos dentro de un fondo muy gris.
–¿La internaron?
–Sí, pero a ella no le fue bien con la internación. Me acuerdo que pasó su cumpleaños ahí, logramos visitarla, pero nos rogaba salir, decía que no quería, que por favor la sacáramos. Yo no soy experta, pero supongo que no todos los tratamientos son para todos. Estuvo dos semanas y fue terrible. No la veíamos bien y sentimos que no era para ella. Volvió a casa y siguió todo ahí. Con tratamiento, pero sobre todo con toda nuestra contención. Obvio que no fue fácil porque vinieron episodios muy fuertes, como el que todos saben. Un día yo me fui a un campo y ella no contestaba. Julieta, mi tía, que estaba muy pendiente y encima era vecina, llamó a mi papá. Fue la policía y bueno, la salvaron porque había intentado lo peor.
–Ella habla de un click en medio de la angustia, un día que ustedes le cortaron el pelo.
–Sí, fue en un momento en el que, literal, no salía de la cama. Había pasado mucho tiempo así que con uno de mis hermanos fuimos al cuarto y le pedimos que por favor se levantara. Vimos que tenía el pelo con un nudo enorme, la acompañamos hasta el baño para peinarla. Ahí ella dijo que se lo cortarámos. Lo hicimos y mamá, muy conmovida, nos dijo que la estábamos ayudando mucho. Y después Guillermina[Valdés], mi tía, le pidió que se pusiera bien porque la necesitaba para un trabajo de decoración. Mamá trabajó en eso y siempre fue muy buena. Le encanta el tema, tiene un gusto increíble. Aceptó, fue la excusa perfecta y salió muy bien, porque de a poco empezó a levantarse, a tener ganas de hacer, de vivir.
–¿Qué aprendiste con todo esto?
–Primero que hay que escuchar, tener paciencia, por momentos ser invisible. Saber cuándo aparecer y cuándo no. Aprendí que un buen gesto puede cambiarlo todo y que no todos los tratamientos funcionan. En lo personal, a mí tampoco me fue bien con los psicólogos. Seré medio como mamá, no lo sé. Tal vez no encontré a la persona correcta, pero ninguno me ayudó mucho. Muchas veces me preguntan cómo hice para atravesar todo esto y no tengo respuesta. Sé resolver, es como que me doy cuenta cómo se puede ayudar a sanar. A lo mejor hay algo innato. Fueron ocho meses que me hicieron madurar un montón.
–¿Qué personaje de tu familia es tu debilidad?
–Y... mi abuelo es lo máximo. Él está mejor que cualquiera en la familia. Sigue pintando. Es de pocas palabras, pero cuando lo agarrás habla un montón. Yo lo paso a buscar los martes y salimos a caminar; a él le gusta hacer ejercicio. Vamos por Libertador y me cuenta historias de cuando era chico.
–¿Pensás quedarte en la Argentina?
–Yo no descarto irme, sobre todo por el tema de la música. Mi sueño siempre fue triunfar en lo musical, pero ahora también estoy muy metida con el tema de la moda, el diseño. Estoy por arrancar a estudiar negocios y me encantaría tener mi marca de ropa. Soy chica, tengo tiempo. Mientras tanto, hago algunos desfiles, que me encantan y me ayudan a independizarme en algunas cosas. Me pago el curso de cerámica, hago fútbol...
–¿Te preocupa el país?
–No vivo en una burbuja. Voy al súper y me doy cuenta de que compro tres cosas y gasto 15 mil pesos. Salgo y hay gente que me pide arroz, fideos. Familias enteras tiradas; el otro día unos nenes pedían lápices para el colegio. Yo fui a casa y les di todo lo que tenía. Obviamente uno no va a solucionarles la vida con un par de cartucheras, pero no puedo mirar para otro lado.
–¿Qué le dirías hoy a tu mamá? Ella dijo que siente que los traumó con lo que sucedió.
–Entonces aprovecho esta ocasión para decirle que me enseñó un montón. Que sí, que la pasé mal, pero que aprendí tantas cosas que solo tengo agradecimiento.
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