El acceso inmediato a información ilimitada hace que retengamos cada vez menos datos: cuáles son las consecuencias en el cerebro y qué aconsejan los expertos
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Roberto Moretti es comerciante, tiene 43 años y fue el centro de atención en la cena organizada por los 25 años de egresados con sus excompañeros del colegio. Después del brindis, Roberto se ocupó de decir en voz alta la lista de apellidos de todo el curso, seguidos por los números telefónicos de línea de sus casas familiares de aquel entonces. “Fue muy gracioso, porque me acuerdo de todos, pero cuando quise pasarle mi celular a uno de los amigos que reencontré, dudé de mi propio número. Me doy cuenta de que hoy solo recuerdo el teléfono de mi hijo preadolescente, por cuestiones de seguridad. Del resto de mi entorno, ninguno”.
Paula Bevilaqcua, administrativa de 38, sabe las fechas de cumpleaños de gente muy cercana: padres, hermanos y amigos de la infancia. A las otras personas las saluda a tiempo cuando una notificación de Facebook se lo recuerda. “Creo que sigo teniendo una cuenta en esa red social solo por esa utilidad. En la oficina, los cumples están agendados en el calendario de trabajo”. Para ella, ese no es el único “ayudamemoria” digital: “Lo primero que hago si cambio el teléfono es bajar una app que me permite tener claras las fechas de mi ciclo menstrual. Imprescindible”.
Ni números de celulares, ni fechas de cumpleaños, ni datos vinculados a la propia salud. Tampoco direcciones postales, mucho menos números de documentos o listas de requerimientos para un trámite. Si todos esos datos pueden almacenarse y consultarse en línea, ¿por qué los retendríamos? ¿Internet provocó una amnesia general o es una herramienta que ayuda a recordar lo importante?
Uso o abuso
El término “demencia digital”nació para describir el deterioro cognitivo asociado al uso excesivo de la tecnología, especialmente en personas jóvenes. Aunque no es un diagnóstico médico formal reconocido por la comunidad científica, el concepto ha generado debate y preocupación sobre el impacto que puede tener la tecnología en el cerebro. La exposición constante a notificaciones y redes sociales impacta negativamente sobre la atención, dificultando la capacidad de concentrarse y de mantener el foco en tareas complejas, o sea, una atención sostenida y focalizada.
La doctora Teresa Torralva, directora del Departamento de Neuropsicología de INECO, agrega que “la facilidad de acceso a la información inmediata a través de internet puede reducir el pensamiento crítico, ya que las personas tienden a depender de la tecnología para resolver problemas en lugar de analizar y razonar por sí mismas”.
Paula puede notarlo en sus hijos, de 10 y 12 años: “No recuerdan capitales de países o fechas históricas. Saben que son datos que tienen a mano. Incluso sucede con intereses personales como estadísticas deportivas o datos de sus artistas favoritos”.
Según la licenciada Cynthia Zaiatz, psicóloga y jefa de salud mental del Sanatorio Modelo de Caseros, “entre más herramientas online usamos, más entrenamos a nuestro cerebro para ser distraído. Se procesa información rápida y eficientemente, pero sin atención”.
Es decir, la gran cantidad de información disponible y la forma cambiante en que accedemos a ella pueden estar afectando nuestros procesos de memoria. El acceso inmediato a información ilimitada requiere que recordemos mucho menos. No tenemos que aprender ni retener cosas que podemos buscar o recuperar fácilmente online.
Julián Brigatti, de 44, es profesor de tango y revisa diariamente su agenda: “Recuerdo los nombres de mis alumnos, las técnicas que les enseño, el nivel de baile que tiene cada uno. Pero no logro saber en qué salón o centro cultural doy clases hoy, mucho menos los horarios o direcciones de las clases particulares. Me concentro en dejar todo anotado en el calendar y lo consulto cuando tengo que sumar otra clase o compromiso”.
“Cada aspecto de la vida cotidiana está atravesado por los avances de la ciencia, lo que condujo a una inevitable adaptación de las funciones cerebrales. La tecnología parece disminuir esa capacidad que tiene el ser humano de guardar la información a largo plazo como un número de teléfono o un dato académico, porque sabemos que lo vamos a encontrar en otro lado. Entonces pierde un poco de sentido guardarlo en nuestro cerebro. Ahí es donde se empiezan a modificar las funciones mentales”, refuerza Zaiatz.
Algunas consecuencias
Alejandro Andersson, médico neurólogo y Director del INBA (Instituto de Neurología Buenos Aires), aporta más aspectos del fenómeno. “El uso de la tecnología para almacenar información produce el efecto de externalización de la memoria: se confía en dispositivos externos para almacenar información en lugar de confiar en nuestro propio cerebro. Eso tiene consecuencias”. Algunas de ellas son:
◗ Disminución del esfuerzo por recordar: Cuando sabemos que la información está disponible fácilmente en nuestros dispositivos, nuestro cerebro no se esfuerza tanto por memorizarla. Esto se conoce como el “Efecto Google”. Recordamos dónde encontrar la información en lugar de la información en sí.
◗ Debilitamiento de la memoria a largo plazo: La falta de práctica en la memorización puede debilitar nuestra capacidad para almacenar información a largo plazo.
◗ Reducción de la capacidad de atención: La constante exposición a notificaciones y estímulos digitales puede dificultar nuestra concentración y afectar la memoria de trabajo, que es la que utilizamos para retener información temporalmente.
◗ Dependencia de la tecnología: Podemos volvernos excesivamente dependientes de la tecnología para recordar información, lo que puede ser problemático si no tenemos acceso a nuestros dispositivos.
A favor de la plasticidad
Sin embargo, no todos los pronósticos son oscuros. La doctora Teresa Torralva aporta otro lado del asunto: “Hay dos caras de la moneda. Por esta tendencia se da un menor entrenamiento de la memoria de trabajo, prospectiva y asociativa, pero una mayor liberación de recursos cognitivos para otras actividades más complejas y creativas. Nuestro cerebro es plástico y se adapta a las necesidades del contexto, por lo que también este hecho puede tener un lado positivo y es que el cerebro redistribuye sus recursos cognitivos para ser utilizados en otras tareas”.
“Por mi parte, dejar programados determinados datos, como los vencimientos de pagos, me deja tranquilo, me saca la carga de tener que pensar si debo o no algo constantemente”, confiesa Roberto, asumiendo la contradicción que le genera delegar eso en lo digital: quizás vuelva más perezosa su memoria, sí, pero a la vez lo relaja y le permite concentrarse en otras cosas. “El problema es no tener acceso a los dispositivos. Ahí sí se me despierta la ansiedad, por sentir que me puedo estar olvidando de algo”, admite.
Algunos análisis
En febrero de 2024, la revista Frontiers in Public Health publicó varios artículos como parte de un tema de investigación titulado “The Impact of Social Media and Technology on Mental Health” (el impacto de las redes sociales y la tecnología en la salud mental). Las notas analizaron diversas dimensiones de cómo el uso de las redes sociales y la tecnología puede influir tanto positivamente como negativamente en la salud mental de las personas. Se discutieron los riesgos asociados con el uso excesivo de estas plataformas, así como las oportunidades que presentaban para mejorar el bienestar y facilitar el acceso a recursos de salud mental. La investigación también destacó la necesidad de estrategias integradas que aborden estos problemas desde múltiples ángulos, considerando tanto las implicaciones individuales como colectivas.
Actualmente, hay investigaciones en curso sobre la pérdida de memoria de trabajo (por el abordaje de múltiples tareas sostenidas por aplicaciones digitales o apoyos en videos y tutoriales) y también sobre los problemas de atención, dado que se ha observado un aumento en los casos de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en las últimas décadas, lo que podría estar relacionado con la sobreestimulación digital. Aunque estos estudios por el momento no demuestran una relación causal directa entre la tecnología y el declive de la memoria, sí sugieren una posible conexión que requiere mayor investigación.
En cualquier caso, lo importante es ser conscientes de nuestro uso de la tecnología y buscar un equilibrio entre la vida digital y la offline. Todos los especialistas consultados coinciden en que la memoria es como un músculo que necesita ser ejercitado para mantenerse en forma. El desafío, en todo caso, es buscar actividades que compitan y superen la fascinación por la tecnología, para lograr utilizarla siempre a favor de nuestro bienestar general.
¿Cómo contrarrestar los efectos de la dependencia tecnológica?
- Reducir la cantidad de información que se delega. Intentar retener información importante en lugar de depender siempre de dispositivos.
- Estimular la mente. Es clave realizar actividades que desafíen al cerebro, como juegos de memoria, crucigramas, sudokus, lectura, aprendizaje de idiomas o tocar un instrumento musical.
- Practicar la atención plena y el manejo del estrés. La meditación y el mindfulness ayudan a mejorar la concentración, mientras que el estrés crónico puede afectar negativamente la memoria.
- Mantener una vida activa. El ejercicio físico regular y la interacción social son beneficiosos para la salud del cerebro.
- Llevar una dieta saludable. Una alimentación balanceada rica en frutas, verduras, pescado y frutos secos proporciona nutrientes esenciales para el cerebro.
- Dormir lo suficiente. El sueño es fundamental para la consolidación de la memoria.