Aquí se inventó la Hesperidina; hoy, entre paredes de nogal y óleos renacentistas, sigue en funcionamiento
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El barrio de Monserrat conserva una pequeña gema arquitectónica que pasa desapercibida en el trajín cotidiano de una farmacia en pleno funcionamiento. Los vecinos del barrio piden sus medicamentos quizá sin detenerse, habituados al escenario que conocen desde siempre, a observar los detalles preciosos de esa construcción del siglo XIX.
La Farmacia La Estrella, fundada en 1834, es una de las más antiguas de la ciudad y figura en guías de turismo nacionales e internacionales e integra varios recorridos turísticos del barrio de San Telmo.
Originalmente fue emplazada en un local situado en la calle Defensa, cercano a la iglesia, a unas cuadras más adelante de la ubicación actual, en el número 201 de la cuadra, en la esquina con Alsina. Era común que los comercios se situaran alrededor de los edificios religiosos que concentraban el movimiento y la vida pública de la ciudad. En 1895 se mudó a un edificio imponente que se construyó de cero a partir de un diseño que tuvo al local como eje para toda la edificación.
La farmacia sigue en pie gracias al empeño que puso el arquitecto José María Peña que promovió la conservación del casco histórico de San Telmo y Monserrat.
Mientras que para los clientes la farmacia es el lugar donde abastecerse de los artículos necesarios para cuidar la salud, otras miradas reparan en el atractivo turístico y cultural de la construcción. La Farmacia La Estrella es un reflejo presente de ese pasado de esplendor en que Buenos Aires seguía el estilo de las grandes ciudades europeas. Ese gusto puede observarse con solo entrar al local de la Estrella, situado en la Defensa 201, una de las calles tradicionales del barrio de Monserrat, en el casco histórico porteño. Todavía conserva su mobiliario y su decoración originales de paredes están revestidas en maderas de nogal talladas, traídas de Italia. Se pueden admirar los sólidos mármoles de Carrara, los vidrios de Murano y los pisos de mayólicas originales transportados en barco desde la misma ciudad de Venecia.
Las repisas llenas de frascos y botellas antiguas evocan ese aire de misterio que rodeaba la figura del boticario, conocedor de los secretos de la ciencia de la curación. La balanza que todavía funciona tiene más de doscientos años y la vieja caja registradora exhibida en perfecto estado tiene más de un siglo y medio.
Y si se observa el techo se puede admirar un fresco que retrata la lucha de la medicina contra la enfermedad.
“Los sábados a la tarde, en el sótano de la farmacia, se reunían los políticos de la época en tertulias de camaradería donde intercambiaban ideas para el progreso del país”, comenta Alberto Paredes, gerente de la Farmacia La Estrella y su empleado desde hace 35 años. “Venían Carlos Pellegrini y Julio Argentino Roca, entre otros”, detalla.
“Tenemos óleos pintados por el renacentista italiano Berberis que retrató a la sobrina de Facundo Quiroga y a la sobrina de Juan Manuel de Rosas”, señala Alberto.
El reloj de la farmacia tiene una particularidad: solo tiene 4 marcaciones en lugar de 6 en cada hemisferio, por lo cual no puede señalar los minutos y veinte o menos veinte, algo que fue característico en la fabricación de relojes del siglo XIX.
El dueño de las galletitas Bagley fue uno de los primeros empleados de la farmacia. “El se dedicaba a mezclar plantas y en esos ensayos creó la Hesperidina”, revela Alberto. El aperitivo amargo, que entonces se indicaba como refrescante digestivo, se sigue usando en coctelería para saborizar tragos y vermuts.
Actualmente el local es propiedad del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que lo adquirió en 1970 para conservar el patrimonio histórico, dentro del Buenos Aires Museo (BAM), bajo la órbita de la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico.
“La Estrella es un orgullo patrimonial de la Ciudad, por eso fue muy importante integrarla a las actividades culturales organizadas por el Gobierno de la Ciudad, además, como parte del Plan Integral Casco Histórico, se restauró íntegramente la fachada sobre las calles Defensa y Alsina, junto con los toldos, recuperando el valor histórico patrimonial de esa esquina emblemática del centro porteño”, explica Viviana Cantoni, subsecretaria de Gestión cultural de la ciudad de Buenos Aires.
La farmacia continúa abierta al público, bajo un modelo de contrato de concesión a manos privadas.