Licenciada en psicología laboral y educacional, Liliana Llamas revela los obstáculos que enfrentan los jóvenes a la hora de entrar a la universidad en 2024 y ofrece herramientas para enfrentarlos
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Después de recibirse de socióloga en la Universidad de Buenos Aires y tras instalarse en Bariloche (donde reside desde hace tres décadas), Liliana Llamas decidió prestar atención a otros intereses que seguían latentes en ella y que había postergado al elegir su carrera de grado: la psicología y la educación. Comenzó a trabajar en el departamento de Bienestar Estudiantil de la Universidad del Comahue y desde allí direccionó su carrera hacia el terreno de la psicología educacional y laboral. “Me llamaron la atención los altos índices de deserción universitaria en Argentina. Índices que, aunque por causas diferentes, aún se sostienen. Me propuse investigar los motivos pero también, y especialmente, crear un sistema de orientación que apuntase a prevenir estas causas. Ayudar a gente de todas las edades a pensar en sus fortalezas y sus posibilidades a la hora de elegir una carrera o un campo laboral, sin dejar de lado sus deseos”, explica Llamas, que acaba de presentar el libro La aventura de elegir (Paidós). Se trata de una guía práctica de orientación vocacional y ocupacional que invita a realizar una serie de ejercicios prácticos a modo de autoconocimiento y brinda información sobre áreas de estudio y carreras. Además, brinda consejos útiles para encarar ese momento clave de la vida preuniversitaria: definir qué carrera se va a elegir.
–¿Cuándo podemos detectar nuestra vocación?
–Se supone que la vocación es, ya desde la etimología de la palabra, un llamado. Algo que me llama, me atrae, me interesa. Pero en nuestro recorrido resulta ser una construcción que incluye lo que “me gusta” y también otros condicionamientos: las expectativas de mis padres, lo que los demás pretenden de mí, lo que me da miedo encarar. Muy poca gente tiene claridad al respecto. Y el sistema actual no ayuda, porque no hay suficiente estímulo en los chicos, por ejemplo, para curiosear o experimentar en distintas áreas.
–¿Qué lugar ocupan los padres en la elección de una carrera?
–Puedo decirte cuál debería ser: el de acompañar. Especialmente a los adolescentes que están por encarar el mundo universitario o el laboral. Hay muchos padres que acompañan a sus hijos acercándoles información y opciones, pero hay muchos otros que no son del todo conscientes de las presiones enormes que ejercen sobre ellos; ignoran eso y ponen sobre la mesa las propias frustraciones que arrastran. Si yo tuviese que decirle a un padre cuál es la mejor forma de acompañar el proceso le sugeriría mirarse a sí mismo, pensando en qué dejó de hacer por no animarse, lo que le hubiera gustado hacer y no pudo, pero a modo de incentivo para que su hijo tenga una experiencia distinta, nunca imponiéndole cumplir sus deseos personales.
–Llevás 30 años acompañando procesos de elección. Esa presión familiar parece trascender generaciones pero, ¿cuáles son las nuevas presiones o los supuestos ejemplos a seguir?
–Influencers, inversiones. Los ejemplos a seguir aparecen en las redes, con las que los jóvenes obviamente están en diálogo constante. Así como hace unos años la elección más a mano tenía que ver con carreras tradicionales por asociarlas con el prestigio e incluso con el dinero, hoy para los chicos el sinónimo de éxito puede ser un youtuber o un influencer. Y eso no está mal. Pero en esos casos yo planteo lo mismo que para cualquier otra carrera: ¿Sabés cuál es el trabajo, la preparación detrás de lo que se ve? ¿Sabés cuál es el tiempo que te lleva, cuánto y qué pasa antes de volver esos trabajos rentables? Hay que sumar las respuestas a esas preguntas en la balanza. Por otro lado, hay un creciente interés en las criptomonedas, las inversiones. Lo que ronda todo esto es la inmediatez. Un concepto que nos atraviesa a todos en muchos ámbitos, pero que es un gran enemigo para los jóvenes a la hora de elegir. La necesidad de resolución y gratificación inmediata al momento de encarar una carrera puede resultar en frustración. Siempre lo digo, en toda charla, en todo taller, en toda conferencia: por favor intenten adquirir el hábito de la perseverancia y la paciencia, porque ni en una carrera, ni en un trabajo, ni poniéndose en pareja o formando una familia van a ver resultados inmediatos y siempre positivos.
–Entre lo academicista y las profesiones o trabajos vinculados a lo digital, ¿hay lugar para optar por un oficio?
–Los oficios tienen una gran demanda laboral, al igual que ciertas tecnicaturas vinculadas al servicio, como la enfermería. Además, las pagas suelen ser inmediatas. Pero en la Argentina, aunque se está flexibilizando, todavía en 2024 seguimos priorizando aquello de “Mi hijo, el doctor”. Es una cuestión de prestigio social. Cuando a un chico de clase media o alta se le ocurre volcarse por algún trabajo manual, artesanal o artístico, suenan las alarmas. No se da el suficiente espacio para elegir esos caminos.
–¿Cómo se ponen en juego las nociones de fracaso y éxito?
–La noción de fracaso es paralizante. Yo trato de reconvertirla durante los procesos de orientación. Equivocarse en lo vocacional no es necesariamente perder. Quiero decir: cambiar de carrera o de rumbo laboral no es un fracaso sino la posibilidad de una reconfiguración. Una re-elección vocacional. Pasa el tiempo y los intereses pueden cambiar. Por eso insisto en tener esos intereses localizados, descubrir tempranamente la mayor cantidad de inclinaciones para tener más opciones a futuro. Todo tipo de estudios, en Oriente y Occidente, muestran que un adolescente tendrá por delante alrededor de diez ocupaciones diferentes, y lo que sin duda necesitará es capacidad de adaptación, ante sucesos como avances tecnológicos o migraciones. Respecto al éxito, la mayoría de la gente dice que el éxito es alcanzar la metas y los objetivos propuestos. A mí, en cambio, me gusta hablar de efectividad. Plantearse objetivos, pero también analizar qué impacto puede tener en mi vida el cumplimiento de esos objetivos. ¿Tendré tiempo libre? ¿Podré disfrutar de un hobby o de la compañía de los que quiero? La efectividad implica saber lo que quiero y también tener claro qué precio estoy dispuesto a pagar en pos de eso.
–¿Todo esto afecta solamente a jóvenes?
–¡No! Cada vez son más los adultos y adultos mayores que manifiestan inquietudes. Cuando se me acercan los felicito y encaro un proceso muy similar al que hago con los chicos. Indagamos sobre intereses actuales y pasados, sobre características de la personalidad, las fortalezas. Y enfrentamos los obstáculos como miedos y prejuicios. No siempre los cambios implican abordar una carrera larga. A veces se trata de animarse a un curso, a un taller o a encarar un emprendimiento.
–Se entiende que estos procesos son únicos y personales, pero ¿podrías compartir algunas claves a tener en cuenta en el recorrido?
–Yo propongo ser nuestro propio “detective privado”. El camino vocacional es un camino de autoconocimiento. Hay que trabajar con el mundo externo, ese al que le dedicamos la mayor cantidad de horas para vincularnos y adaptarnos a nuestro contexto, pero también con el mundo interno. Revisar todo lo que nos aleja o nos acerca a ser la persona que queremos ser. Los enemigos del proceso son el miedo y la ansiedad. En lo concreto, no podemos quedarnos con el “menú” de una carrera: los nombres de las materias, la carga horaria. Hay que hacerse más preguntas. ¿Me imagino ahí? ¿Entiendo de qué se trata? ¿Me interesan los materiales que se utilizan, los lugares en los que se llevan a cabo? Uno tiene que convertirme en su mejor aliado y no en su peor fiscal. Y, algo que no se dice mucho, hay que saber pedir ayuda y opiniones. Yo apunto, tanto con mi libro como con mis orientaciones, a mirarnos un poco más y a tener herramientas para conocernos mejor a nosotros mismos. Cuanto más me conozco, más decisiones conscientes y consistentes puedo tomar respecto a lo que quiero para mí.
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