La diplomática cuenta cómo son sus días y qué costumbres nacionales adoptó
- 8 minutos de lectura'
“Obvio que la vi. Sí, hay cosas que son parecidas a la realidad”, asegura la embajadora británica en Argentina, Kirsty Hayes, sobre la serie La diplomática (Netflix), con una trama de espionaje que refleja el detrás de escena del trabajo de la embajadora de los Estados Unidos en Gran Bretaña. Algo que fácilmente podría asemejarse a la vida de Hayes, quien trabajó en Hong Kong, en Washington, vivió en Sri Lanka y fue embajadora en Lisboa antes de desembarcar en 2021 en la Argentina.
–¿Encuentra muchas similitudes entre usted y la protagonista de la serie La diplomática?
–Hay algunas, pero son más las diferencias. Por empezar, con mi marido no nos estamos divorciando como ellos, ¡al menos que yo sepa! [ríe]. Y mi marido es muy diferente al de la serie. Él nunca interferiría en mi desarrollo profesional, apoya mi carrera y no crea problemas. También hay partes que son parecidas a mi vida. Nos pasa de vez en cuando, más en Portugal, que llegamos juntos a un evento y quienes nos reciben piensan que él es el embajador. Aunque ahora existen más embajadoras: estamos 50% y 50% en el G20, con mujeres embajadoras en los Estados Unidos, Francia, Alemania, Brasil, ONU, China, Japón, Rusia y Ucrania.
–En la serie, la embajadora cuenta con un perchero y prendas “adecuadas” para presentarse en público, ¿usted tiene asesores de vestuario?
–No. Lamentablemente tenemos que comprar y elegir nuestra ropa. Encima, las diplomáticas llamamos más la atención que los hombres: un embajador se puede poner el mismo traje tres veces seguidas y nadie dirá nada. En cambio, en un evento en Portugal, yo recibí críticas por lucir ropa demasiado informal y tengo colegas a quienes las han criticado por ser demasiado atractivas o por no ser especialmente sexies. Es más difícil para las mujeres.
–¿Sus hijos viajan con ustedes?
–Ya no. Tengo una hija, Liberty (le decimos Libby), de 18 años, que vive en Londres y está en la universidad. Y un varón, Jasper, que ahora tiene 17 años y está terminando sus estudios en un internado.
–¿Alguno planea ser diplomático?
–No, para nada. Mi hija está estudiando literatura inglesa y mi hijo matemática, física e informática y quiere dedicarse la inteligencia artificial. De hecho, que no les interese para mí es una pena. Toda mi vida he trabajado para romper los estereotipos de género y ellos… Bueno, eligen caminos un poco estereotipados [ríe]. Pero también es importante que los chicos sigan sus propias pasiones.
–¿Cómo fue en su caso? ¿Qué la llevó a seguir este camino?
–En mi familia hay más médicos. Mi madre, mi padre, mis tíos... Mi hermana es veterinaria y su marido también. Sin embargo, tuve una tía que influyó mucho en mi vida. Ella trabajó para el British Council, el sector cultural del gobierno británico, y la visité en Mozambique cuando yo tenía 16 años. Fue mi primera visita fuera de Europa, ella era jefa de oficina, e inmediatamente pensé: “Esto es lo que quiero hacer”. Mi tía hizo carrera en Cancillería, pero sentía que no había mucho lugar para mujeres en niveles más senior, que existía un “techo de cristal”, algo real en aquellos días. Lamentablemente falleció joven, de cáncer, cuando tenía menos de 60. Nunca se casó y siempre fue una gran influencia en mi vida. Por ella entendí que quería explorar, entender otras culturas e intentar hacer una diferencia en el mundo, así que desde mi adolescencia quise ser diplomática y aprobar los exámenes para entrar al Ministerio. Por eso tengo una maestría en relaciones internacionales.
- ¿Estudió arqueología, también?
- Yo estudié arqueología de América Latina, que tal vez parece un poco raro para un diplomático. De entrada decidí estudiar algo que me interesaba bastante, que era la Arqueología, y tenía especial interés en esta región. Por esto decidí estudiar eso y trabajé con excavaciones en Belice. Toda una “Indiana Jones” [ríe]. Tengo 46 años, cabalgo, soy arqueóloga y es de mi generación, por eso estoy con tantas expectativas sobre la nueva película.
–¿Los embajadores pueden elegir destino? ¿Por qué Argentina?
–Cuando entré al Ministerio, hace 25 años, me preguntaron cuál sería mi rol ideal en el futuro. Yo respondí: “Embajadora en Argentina”. Siempre tuve este interés en América Latina y no hay otra ciudad como Buenos Aires, tiene cosas muy europeas e interesantes culturalmente. Además, no hay país en la región con el cual tengamos una relación tan intensa, a veces por cosas dolorosas y tristes y otras por cosas muy positivas, como la influencia de los británicos en la creación de la red de ferrocarriles o cuestiones culturales como el rugby, el fútbol, el polo y comunidades como las galesas en la Patagonia.
–¿Qué costumbres argentinas adoptó?
–Los encuentros. Ya llevo muchos asados, ni me acuerdo cuántos hicimos en la residencia desde mi llegada. Porque las barbecues son muy populares en el Reino Unido, pero es otra cosa. Creo que los argentinos quedarían shockeados por nuestras barbecues que son básicamente de media hora, con tres hamburguesas, cuatro salchichas y todo quemado en el exterior y crudo en el medio.
–¿A dónde sale a comer?
–He cenado varias veces en Don Julio y es muy bueno pero, cuando salgo para disfrutar con mi marido, elijo menos carne. ¡Hay tantos restaurantes veganos y vegetarianos aquí tan buenos! Es una cuestión personal: en casa solía comer más vegetales y aquí hay muchos lugares fabulosos.
-¿Cuánto ha viajado ya?
-Ya visité ocho provincias, a ciudades como Bariloche, por ejemplo ya fui tres veces y todo en un año y medio. Allí combino mis pasiones, la arqueología sigue ahí, porque siempre tengo mucho interés en el pasado. Creo que todo lo que tiene que ver con arqueología, la historia y la cultura ayuda a un diplomático a entender mejor el país en el cual está trabajando. Es superimportante.
–Se la ve activa en redes sociales, ¿las maneja usted?
–Sí, y por eso a veces hay errores de ortografía [ríe]. Estoy experimentando y recibo muchos comentarios afectuosos. Lo hago yo misma porque creo que en la diplomacia, la naturalidad es muy importante. Las personas tienen una determinada imagen del embajador británico, como Nación tenemos una reputación de fríos, formales y reservados, y ese no es mi estilo. Para mí lo importante es ser auténtico. Eso es muy bueno para el desarrollo de la política.
–La monarquía es algo que puede parecer lejano, ¿qué se puede esperar de Carlos III rey?
–Él tiene un papel constitucional, no ejecutivo. No puede cambiar la política –eso es responsabilidad del Primer Ministro y de su gabinete–, pero puede influenciar en las discusiones, poner atención en algunos temas en particular. Durante toda su vida ha tenido gran interés en el medioambiente. Hablaba del Cambio Climático incluso mucho antes que otros líderes mundiales, por eso estoy segura de que el medioambiente será un tema protagonista de su reinado. También tiene mucho interés en la juventud y en la inclusión. Desde la Reforma, el soberano británico ha tenido un papel como líder religioso también y la idea del rey Carlos III es lograr más inclusión en el Reino Unido y en el Commonwealth. Ya en la Coronación, ver a un arzobispo católico, fue interesante. Yo ahora voy a tener una audiencia con el rey cuando vaya, en junio. Normalmente, cuando un embajador empieza su cargo, inmediatamente o dentro de los seis meses, tiene una audiencia con el soberano. Yo fui dos veces, una vez con mi marido para conocer a la reina y una vez cuando estaba en Portugal, pero suspendieron todas las audiencias por la pandemia, por el tema de la salud de la reina. Así que ahora todos los embajadores que no tuvieron una audiencia, tendrán una con más gente, con el rey.
–Hace unas semanas organizó la celebración por la Coronación, ¿qué repercusiones tuvo?
–Fue un éxito [sonríe]. Las acciones que hicimos en redes sociales (recibimos 6000 participantes en una acción), la convocatoria y el trabajo de los chefs (¡la torta!) fueron comentario en los chats. Porque sí: existen chats entre embajadores. También en Londres, porque viajé por dos días al Reino Unido a participar de una “Garden Party” por la Coronación en el Palacio de Buckingham. Fui invitada porque tengo un cargo en una ONG que cuida caballos en países en desarrollo, que era presidida por la reina.
–¿Le preguntan mucho por Harry y Meghan?
–No, no tanto [ríe]. No es un tema central.