Es una de las zonas que se fortaleció con la crisis económica: además de los locales de ropa, surgieron propuestas gastronómicas y hasta hoteleras de calidad
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¿Viste, amiga? ¡No lo puedo creer! Conseguí de todo”, se entusiasma una chica que no pasa los veinte, en la esquina de Helguera y Felipe Vallese, una de las más “palermitanas” de Flores. “Gasté 20 mil pesos y me compré de todo, en otros lugares por esa plata no me llevo ni la mitad”, resume, mientras agarra fuerte su carry on dispuesta a seguir su derrotero por el efervescente polo de indumentaria que, a su vez, impulsó otras industrias como la gastronomía y la hotelería y revalorizó el metro cuadrado de la zona.
Al contrario de lo que ocurrió con otras áreas a las que la crisis económica golpeó fuerte, este polo parece haber florecido en un contexto adverso. De lunes a sábado recibe, desde muy temprano (las persianas se suben a las 8 AM o antes), a contingentes de revendedores que vienen a comprar al por mayor para sus negocios en CABA o en distintas provincias del país. Es tan grande el flujo de gente que llega desde el interior que han surgido en la zona buenas propuestas hoteleras para alojarlos, incluso por horas, bajo la modalidad day use.
Pero Flores también recibe, cada vez más, a un público minorista que hace unos años se movía por circuitos ABC1 y que hoy llega atraído por los precios: aquí una prenda se paga menos de la mitad de lo que sale en los locales de grandes marcas. Ni la modalidad de venta al por mayor (que en la mayoría de los negocios es de 3 a 5 prendas surtidas) ni la falta de financiamiento (se usa más que nada efectivo) ni la imposibilidad de probarse la ropa son escollos para quienes buscan oportunidades a la hora de renovar su placard. Para eso, se valen de los consejos de influencers como Luli Lopardo, de @info.avellaneda, la primera en armar un Instagram de la zona, o de apps como Avellaneda a un toque, con data de precios y ofertas que va actualizando cada marca.
La nueva fisonomía se percibe claramente de la avenida Avellaneda hacia Gaona, donde los locales se agrandan en metros y llaman la atención por su diseño y atractivas vidrieras. De Avellaneda hacia Rivadavia, en cambio, se conoce como “la Saladita de Flores”, donde abundan las galerías y los manteros y los precios son mucho más económicos. Uno y otro lado tienen un público fiel que raramente cruza “la frontera” de la avenida, donde los precios suelen ser mas caros debido a “la llave” que se paga para ingresar (unos 100 mil dólares) y el alto precio de los alquileres. Por eso, en los últimos años, también empezaron a popularizarse los showrooms de marcas en distintos edificios que ofrecen un servicio más personalizado y mejores precios porque evitan los altos costos de un local a la calle, aunque resignan exposición.
Los “históricos” y los recién llegados
Jesica Miño llegó a Flores hace 14 años, cuando empezó junto a su marido Dual Power, su marca de ropa deportiva insignia (tiene otras dos: Dual Power 1 y Liss & Bagg). Es testigo privilegiado del desarrollo del barrio, al que define como una “burbuja” dentro de la industria textil. “Tuvo una evolución muy buena. Fue creciendo de manera paulatina, hasta que en los últimos cinco años el crecimiento se aceleró y después de la pandemia fue una explosión –asegura–. Once murió y esta zona se fortaleció y cambió mucho en cuanto a locales porque algunos parecen de Palermo, y también sumó gastronomía, que era algo que faltaba. Hay barcitos, cafés y restaurantes de comida coreana que trabajan muy bien”, resume Jesica, referente de ropa para fitness.
Por su parte, Darío Vulpes acaba de aterrizar con la marca familiar Vulpes de ropa femenina después de 50 años de presencia en otro gran polo de indumentaria porteño. “Nos instalamos hace un año, cuando el Once se cayó a pedazos después de la pandemia –cuenta–. Acá aparecieron oportunidades porque bajaron los alquileres y con mi familia tomamos la decisión, en mayo de 2021, de trasladar el local y la fábrica. Este crecimiento de Flores, que se hizo un polo a donde viene la gente de Palermo, Belgrano y Barrio Norte a comprar, es muy reciente, empezó este año. Viernes y sábado es un lugar de gente ABC1 que tiene casa en country, que viaja a Miami y en vez de gastar 60 mil pesos en un tapado de alguna marca de renombre viene acá y lo paga 15 mil o 20 mil pesos”, asegura Darío, dueño también de Shiba Café, un popular punto de encuentro en la esquina de Vallese y Helguera.
Pastelero de profesión (fue uno de los fundadores de Scarlett Tortas), Vulpes notó que a la zona le faltaban propuestas gastronómicas. “Me di cuenta de que no había suficientes. Había solo un café y había que esperar 15 minutos para que te lo sirvieran. Y ahí dije ‘voy a poner uno’. Como los locales abren muy temprano, la zona se va llenando desde las siete de gente que antes de arrancar quiere tomarse un café, o a media mañana hace un corte, se sienta y tiene ganas de comer algo rico. Especialmente los sábados muy temprano se ve mucha gente de alto poder adquisitivo”.
Luli Lopardo, la referente por excelencia de la zona (en su Instagram tiene más de 200 mil seguidores, número que duplicó desde marzo, cuando dejó su trabajo para dedicarse de lleno a su IG) asegura que la transformación en este lugar fue enorme. “Conozco mucho Flores porque vivo cerca de acá y desde chiquita vengo con mi mamá. Es increíble lo que creció en poco tiempo. La diferencia de precios respecto de otras marcas comerciales es de más del 100 por ciento –afirma–. Por lo que pagás por una prenda en otros lugares, acá te llevás tres. Y son parecidas: muchas veces se comparte tallerista con las marcas más conocidas y el molde es igual. Hay camisas que decís ‘esta la vi en tal local’. Muchas marcas reetiquetan. Yo ahora no te pago un sweater 15.000 pesos ni loca, ya tengo el chip Flores”, dice Luli, que asegura que todos los días recibe mensajes de chicas de zona norte (Olivos o Nordelta) en busca de consejos para ir a comprar en el polo textil.
De recorrida
Aunque en un principio pueden apabullar tantos locales juntos, hay un cierto orden establecido que permite organizarse mejor: Argerich es la calle de la ropa masculina y el calzado; Helguera la calle de la moda donde se encuentran las mejores tiendas de ropa de mujer, y Concordia es la que concentra la ropa de niños. Todas cortan la avenida. En paralelo a Avellaneda están Aranguren, Morón y Felipe Vallese que venden un poco de todo, aunque el 80% de la oferta es ropa femenina. Y dentro de esta categoría, abunda la indumentaria para adolescentes: hay mucho talle único (oversize) y también tops, vestiditos y ropa para ir a bailar.
Una de las marcas que tiene este tipo de ropa es On Fleek, sobre la calle Morón. Alberto Funes abrió su local hace un año primero con la idea de vender únicamente remeras estampadas y buzos. Pero después incorporó tops, jeans intervenidos con cadenas y vestiditos para ir al boliche, con la onda de Tini Stoessel, Lali Espósito y demás ídolas teen. “Recuerdo que sacamos una remera de Billy Eilish rubia cuando salió en la portada de Vogue y fue un furor. Se agotaron en horas. Después, cuando Wanda Nara posó con un jean con cadenas lo replicamos y fue otro éxito. La gente venía al local a comprar el jean de Wanda. Hay muchas marcas comerciales que hoy son reconocidas que salieron de acá”, cuenta Alberto y destaca a Flores como “una zona de oportunidades”.
“Siempre se están buscando empleados, talleristas, vendedores, gente para ocuparse de las redes sociales. También hay comisionistas que vienen a retirar el pedido que hiciste por internet y te lo llevan a donde vos digas por un porcentaje de lo que compraste. Y ahora está el boom de las cafeterías. Surgieron muchas de jóvenes coreanos de familias dueñas de negocios de ropa que estudian para ser baristas y empezaron a poner muy lindos locales”, dice Alberto, fascinado con el desarrollo de la zona.
¿Contras? La falta de estacionamientos, el tráfico y la marea de gente. La influencer Luli Lopardo suma otras: “No hay tarjetas, se usa mucho efectivo. Recién ahora algunos se animan a sumar Mercado Pago. Tampoco se puede probar, porque el local pierde mucho tiempo si te probás la ropa y se supone que es para reventa, entonces no tiene sentido que haya probadores. Y los cambios se hacen solo por talle, excepcionalmente por color dentro del mismo modelo”, cuenta Luli, que también recibe, por día, 600 mensajes pidiendo asesoramiento o consejos para comprar.
Justamente entre los tips que suele dar están el de llegar muy temprano para conseguir estacionamiento, evitar los primeros días del mes en los que la gente cobra, elegir los jueves o viernes que es cuando bajan los mínimos de prendas para llevar (el sábado es venta minorista, pero está lleno de gente), traer calzado cómodo para caminar y un carrito o valija si se va a llevar mucha cantidad. “¿Otro consejo? No dejarse llevar por lo primero que se ve. Muchas veces la gente se tienta en los dos primeros lugares y en la otra cuadra capaz tenés lo mismo, más barato”, advierte Luli, la influencer de la calle Avellaneda cuyos seguidores no paran de crecer, como la zona.
Qué hay que saber antes de ir
Días y horarios
La zona trabaja de lunes a sábados desde las 8 AM o incluso antes. Los locales cierran a las 17 y los sábados a las 13. Lo más conveniente es llegar muy temprano para encontrar estacionamiento y evitar el gran flujo de gente
Cómo llegar
Muchos van en auto para un regreso más cómodo, pero no es la mejor idea. Hay muchos colectivos y también se puede acceder por tren (FF.CC. Sarmiento, estación Flores) o subte (línea A, bajar en estación San Pedrito y caminar 450 metros)
Precios
Algunos precios de referencia en la “zona vip” son: jeans por $2500; sweaters entre $2000 y $3000; camperas a $10.000; remeras por $800; buzos por $2000; calzado entre $4000 y $7000 y calzas deportivas por $2000
Dónde comer
El polo gastronómico se está armando. Para los amantes de la comida coreana, el pasaje Ruperto Godoy es ideal. Allí está el mejor sushi en Dashimaki. Entre las cafeterías se destacan Shiba Café (la especialidad es la cheesecake) y I am barista
Lo peor
La falta de estacionamientos, el tráfico y la cantidad de gente. Los escasos medios de pago (hay tarjetas, pero se usa efectivo). Tampoco se pueden probar las prendas. Y los cambios se hacen solo por talle o por color dentro del mismo modelo
Lo mejor
Sin duda son los precios. De Avellaneda hacia Gaona está la mejor parte del polo, con locales muy bien puestos y ropa de diseño y buena confección como Kandente, St. Marie, Delucca, Privé, Vulpes, IDK y Lemmon, entre otras