¿Pensadores o repetidores? El peligro de no abrir la mente a lo nuevo y comprar discursos prefabricados
Nada tenemos contra las ideologías, así como nada tenemos en contra de los mapas. Tener ideas o imágenes sobre lo que es el mundo es mejor que andar a tientas a través de un territorio indescifrable. Pero sabemos todos que ni las ideologías ni los mapas son la realidad en sí misma sino, en todo caso, una muy parcial representación de ese infinito que rebalsa, siempre, nuestra mente.
No estamos hablando de sesgos políticos en particular. La pereza intelectual de los que tienen como fetiche a la ideología habita todos los territorios de la vida política y surge de la dificultad de pensar, es decir: la dificultad de des-cubrir (quitar lo que cubre) la realidad de la que se forma parte, todo lo contrario de la hipnótica letanía de los discursos prefabricados.
Pensar es, quizás, una de las más nobles funciones del ser humano, pero a veces lo confundimos con un mero repetir palabras que, si bien pueden tener alguna congruencia interna en su estructura, distan de reflejar el todo de la cuestión. Muchos replicadores de ideas premoldeadas dicen pensar, cuando de hecho lo que hacen es repetir un discurso, como se repiten las escenas de una película vista una y otra vez dentro de la cual nada nuevo y fecundo puede aparecer.
Cuando las ideologías se enfrentan en clave de polémica en algún asado o en el ring político, ya se sabe qué va a pasar, qué dirá cada contendiente y cuáles serán las réplicas que irán desplegándose como una operación matemática de suma cero. Aburridas, sin emoción ni lugar para nada nuevo, todo será un marasmo de impotencia, tal como lo vemos a diario en el coliseo político en el cual batallan los gladiadores ideológicos.
Parejas, fútbol y debates varios
Pero no seamos ingenuos: no solamente se fetichiza la ideología política ya que lo mismo pasa en otros territorios. Ejemplos de ello son el discurso estereotipado de las pareja en conflicto que no logran salir de un círculo de malentendidos, o una discusión futbolera sobre las bondades o pecados de determinado jugador que algunos defienden y otros atacan con pasión. Vemos allí luchas de Sumo discursivo en el que se pretende imponer la propia postura por sobre la del otro.
El deseo de dejarse acunar por el arrullo de una ideología que todo lo explique y evite toda novedad o incerteza es grande. Pero mejor es transitar el territorio real sin quedarse a dormir en el mapa. Nuestra mente, pobre, es pequeña y hace lo que puede, y por eso vale ayudarla con algo de apertura, algo de curiosidad y algo de sana ignorancia que permita que entre aire fresco. Tanto en la política como en el resto de los vínculos humanos, siempre es mejor dejar lugar a lo nuevo y no creer que todo está dicho a través de esas palabras infinitas que agobian, porque no dicen nada, pretendiendo decirlo todo.
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