Inés Berton. “No hay que dramatizar tanto el fracaso”
Creadora de Tealosophy y Chamana, una de las “mejores narices” del mundo asegura que recién ahora aprendió a delegar
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De aquella joven soñadora que llenaba bolsitas de garrapiñada con té en un PH en Rodríguez Peña y Arenales, a esta mujer que se sentó en la mesa del B20 (la representación del sector privado en el G20, que nuclea a los mayores líderes empresariales) y se codeó, desde su lugar de representante del sector pyme, con los grandes empresarios del país como Paolo Rocca, Marcos Galperin o Luis Pagani, pasaron más de 20 años. En esas dos décadas fundó Tealosophy y Chamana y recibió dos Konex como empresaria Pyme. Pero lo que más enorgullece a Inés Berton es haber cambiado la manera de servir el té en los mejores hoteles y restaurantes del país. “Iba a comer afuera, pedía un té y me traían el mismo en una parrilla, en un restaurante de sushi o en uno de pastas. Yo decía: ‘¿Cómo puede ser que te den el mismo té en todos lados?’ Nadie le daba bola a lo último que el cliente se llevaba a la boca y así empecé a diseñar las cartas especiales para cada lugar”, recuerda Inés, que a pesar del paso del tiempo sigue siendo una soñadora y lidera el equipo de Dreamers de su empresa, donde no hay cargos ni etiquetas tradicionales: están los creativos (Dreamers) y los hacedores (Doers). Nada de CEOs ni “títulos nobiliarios”, como ella los llama.
–Te reconocen por tu rol de empresaria, pero vos renegás un poco de eso. ¿Por qué?
–Dicen que soy buena empresaria porque me dieron dos veces el diploma Konex a la Pyme, pero hay que ser honesto con uno mismo. Yo soy buena haciendo té. Yo llego a una reunión con empresarios y todos dicen ‘yo soy administrador, yo soy ingeniero’ y yo digo ‘yo mezclo yuyos’. Hoy suena divino porque tengo una marca entre comillas exitosa, pero durante años de mi vida me miraban raro. Es cierto que lo puedo poner más lindo y decir que hago blends, pero en definitiva lo que hago es mezclar yuyos. Nunca busqué encajar todo el tiempo, ni adoptar formatos probados. Todos somos únicos, el tema es no querer parecernos.
–Hay una adrenalina en emprender, ¿después de 20 años se va perdiendo o sigue intacta?
–A mí me gusta estar abierta a todo. Tengo algo a favor que es que tengo más miedo a no probar algo que a probarlo y que me vaya mal. Eso ayuda mucho. Yo no sé si soy muy corajuda, pero lo que sí sé es que me da más miedo no intentarlo. Por lo general a la gente le da pánico el cambio. Y a mí, en realidad, me da pánico no intentarlo, me da vértigo no probar algo nuevo. Con esta mentalidad aprendés que si te caés siete veces, te levantás ocho. No hay que dramatizar tanto el fracaso.
–Entonces, ¿cual es el secreto para mantenerte en lo más alto?
–El secreto es estar en estado esponja, dispuesto a seguir aprendiendo. Y traer a tu equipo gente que venga con nuevas ideas. Me gusta que una empresa esté latiendo. Somos 17 personas y estamos divididos en Dreamers y Doers. No hay ningún CEO, ni nada de eso. Me gusta que mi equipo camine por la banquina, que sea disruptivo, medio salvaje. Después está el desafío de bajar las ideas a la realidad porque la visión sin ejecución es pura alucinación.
–¿Qué idea parecía muy loca y después se convirtió en realidad?
–Un día llegué casa y hacía frío. Agarré de mi jardín unas lavandas con una ramita de romero y las puse en la bañera con agua caliente para perfumar. Al día siguiente probé con manzanilla y cedrón, pero enganchando al tapón un colador de té. El tercer día lo probé en saquitos más grandes y eso terminó siendo el amenity que hay en todos los baños de la cadena Ritz Carlton de todo el mundo. Mismo Tealosophy nació de una idea loca, la de personalizar las cartas de té para cada lugar. Después, la gente quería tomar ese té que le daban en el restaurante en su casa y así surgieron las tiendas.
–¿Eso de probar siempre cosas nuevas hizo que empezaras a practicar arco y flecha?
–Con la pandemia y la cuarentena me di cuenta de que Tealosophy tenía que cambiar un poco el formato. Siempre lideré el equipo creativo y esto de ir todos los días a la oficina, por más linda que sea, no es lo mío, no es mi hábitat. Me aburre mucho cumplir un horario y sentía que tal vez tenía la obligación de hacerlo por ser quien lidera. A mí me gusta la naturaleza, pienso mejor recorriendo un jardín o viajando. Vengo de una familia muy tradicional, de abogados, y nunca quise eso para mí, pero un día me di cuenta de que también había terminado así y dije: ‘Me clavé mi propia fosa’. Y ahí pensé ‘bueno, voy a tener que aprender a delegar’. Y para eso necesitás soltar. Justo ahí leí un libro que me dieron, El zen en el tiro del arco y flecha que habla de la diferencia entre soltar y dejar ir. Y así entendí cómo tenía que hacer para delegar. Los tres principios de la arquería son: ‘No mente, no miedo, no ego’. Cuando armás un buen tiro, la flecha sale perfecta, y ahí aprendés lo que es soltar. Y encontré un gran maestro, Mariano Moro, que es mucho más que un profesor de arquería porque mantenemos charlas profundas. Además me gusta ir porque tengo que atravesar un camino de tierra, en medio de un campo.
–Además de hoteles y restaurantes, hacés tés para celebrities. ¿Es la parte mas divertida de tu trabajo?
–Sí, le he hecho tés a Chris Martin, Ed Sheeran, a los Red Hot Chili Peppers... y es súper divertido. A Ed no lo conocía tanto, resultó ser un genio. Quienes hacían el catering de su concierto me llaman y me dicen: ‘Nos encantaría que le hagas un té y se lo sirvas’. Yo les digo ‘bueno, hagámoslo’. Era un sábado y yo no trabajo los sábados, pero bueno, ir al recital tampoco era un mal programa. Y con Chris fue igual, siempre a través del catering y estando en el backstage, que es lo más divertido. También hice el té para la película Downton Abbey. Yo era fan de la serie y cuando hicieron la película me llamaron para hacer el té de la presentación. Ahora tengo un proyecto para hacerle un té a un equipo de la NBA, que es algo que jamás me imaginé. Hay jugadores que tienen una dieta especial y hay que diseñar cada té de determinada manera: termina siendo un gran aprendizaje también. La vida me viene sorprendiendo, me gustan las situaciones que se dan de manera azarosa.
–Podrías hacerle un té a la selección argentina...
–No estaría mal. Ahí sale mucho el mate, pero podemos armar unos blends a base de yerba mate.
–Después de tantos años, ¿tenés la capacidad de leer qué té te va a pedir una persona?
–No soy vidente, pero tengo gran capacidad de observación y me doy cuenta quién es más clásico, quién más jugado y más o menos le vas sacando la ficha. En el local de Nueva York pegado al Guggenheim, donde descubrí mi vocación, jugaba apuestas con mis compañeros. Como la tienda estaba en un primer piso, no bien oía los pasos subiendo por las escaleras ya tenía la lata preparada. Pasos seguros y sólidos, un Darjeeling. Pasos apurados, un descafeinado. No le erraba casi nunca (risas).
–Si te digo que me gusta el Earl Grey, ¿soy muy aburrida?
–No, porque estoy segura de que elegirías una versión hecha con clementinas. Puede ser un clásico con un twist de frescura. Yo soy tomadora de Darjeeling, y también del Earl Grey, pero con un toque de pomelo y pétalos de girasol. Siempre se le puede poner un toque diferente, eso es lo divertido. Hoy por hoy los más vendidos son el Thai Wind (té verde con ananá caramelizada y coco), el Indian Market (té negro con ramas de canela, cardamomo y jengibre, bien especiado) y el Very Berries que es todo frutos rojos de la Patagonia. Podría decirse que esos, hoy por hoy, son los más hiteros.
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