La artista plástica y ambientalista cuenta cómo fue crecer en esa familia y cómo es la relación con su hijo de seis años
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Siempre hay alguien que comete un acto de rebeldía en las familias cuya historia tiene peso. Ese es el caso de Pilar Lacalle Pou, portadora de un apellido con raigambre en la vida política de Uruguay. Tres presidentes en el árbol genealógico dan cuenta de eso. Un bisabuelo, Luis Alberto Herrera; un padre, Luis Alberto Lacalle Herrera, y un hermano, Luis Lacalle Pou, actual primer mandatario. Y por sangre materna, Julia Pou, que también fue senadora. Además, está Joaquín Suárez, antepasado y presidente del Partido Colorado. Sin embargo, aunque la política la tentó, Pilar se animó a patear el tablero y jugar con cartas propias. “Nunca digo nunca. Pero por ahora prefiero estar en mi casa, con mi niño, mi perro y mis pinceles”, asegura la abogada ambientalista, artista plástica y talento emergente en la pintura uruguaya, alejada de todos los convencionalismos. En su vida reina un estilo libre que no solo caracteriza sus obras de formas abstractas sino también su vida. Esa que comparte con Joaquín, su hijo de seis años recién cumplidos, que llegó tras un largo camino hacia la maternidad, sin pareja a la vista pero con el apoyo de toda su familia. “Fue un antes y un después en mi vida. Estoy muy agradecida de ser su mamá”, dice Pilar.
–Con esta carga genética de tanta política en sangre, ¿tuviste alguna presión para seguir la carrera?
–Cuando papá fue presidente en el 89, durante la campaña salí a recorrer el país con él. Y fue algo muy emocionante. Tenía 18 años, y ese contacto con la gente en cada pueblo y en cada casa me movilizó muchísimo, me generó un deseo de hacer política. Pero en esa época, por un tema de género, había como un mandato social no escrito, donde primero había que casarse y tener hijos, y después si había tiempo y lugar, el resto. Yo no tenía la claridad mental que pueden tener las chicas ahora de decir: “Yo tengo esta vocación, congelo mis óvulos y si no hay pareja que valga la pena lo tengo sola”. Encima en esa época yo era muy enamoradiza, así que nunca prioricé mi vocación, y la política quedó en el plano del “deber ser”.
–¿Cuándo empezaste a pintar?
–Fui a un taller de libre expresión desde los cinco años. Cuando viví en Madrid (durante ocho años), tomé clases y después básicamente fui autodidacta.
–¿Dónde te sentís más libre, como artista o en la vida?
–En la vida. Siempre quise ser libre, porque en el fondo saboteaba las relaciones. Creo que no tengo esa necesidad imperiosa de tener una pareja. Me da claustrofobia pensar en una relación de pareja.
–¿Cómo se lleva esa libertad en una sociedad bastante tradicional como la uruguaya?
–A veces me choca. Es una sociedad que tiende a la homogeneización en la moda, la decoración, las costumbres... Ser todos iguales, para mí es lo más aburrido que hay. Yo siempre fui distinta en eso. Me acuerdo que me decían: “Pilar tiene tendencia al ridículo”. ¡Y la verdad es que me divierte hacerme la ridícula! Siempre hacía mezclas raras con la ropa, o usaba colores muy llamativos. Nunca me sentí encasillada en el modelo de la uruguaya típica.
–Igual te casaste...
–Brevemente, fue un lapsus. Me casé con un príncipe, pero no azul [su marido fue Radivoje Petrovic-Karadjordjevic, príncipe de Yugoslavia]. Tuve una muy mala experiencia. Me casé, me divorcié y anulé todo en un año. Con el tiempo me di cuenta de que en realidad había dado el sí porque quería ser mamá. Tenía 36 años.
–¿Por qué volviste a Uruguay?
–Necesitaba contención emocional. Quieras que no, el divorcio es un fracaso, y quería estar con mi familia. Pensé que iba a ser transitorio, pero como dicen en derecho, “no hay nada más permanente que lo transitorio” . La verdad es que me quedé porque soy mamá. Si no fuera mamá, sin duda estaría en Madrid.
–Desde ese deseo fuerte por la maternidad que surgió en pareja, pasaron diez años hasta que lo concretaste sola.
–Había tenido mala suerte con las parejas que elegí. Uno ya tenía hijos y no quería más. No me cerraba la variable, ni quería forzar una situación, porque siempre fui de la creencia de que el niño tiene que ser deseado. Cuando cumplí 44 me llegó ese momento de “es ahora o nunca” , así que le dije a mi madre que es mi mejor confidente y que es súper abierta y moderna, que iba a tener un hijo sola, por una fertilización in vitro de un donante anónimo. Ella me dijo: “Te entiendo y me parece perfecto. Después vemos cómo se lo decimos a tu padre”.
–¿Quién se lo contó?
–Yo, cuando ya cursaba el tercer mes le dije que estaba embarazada. Cuando me preguntó de quién, le dije que no sabía y se quedó mudo. ¡Pobre, viniendo de una educación jesuita y hombre intenso de misa diaria! Le expliqué y me contestó como pudo, pero con el amor de siempre: “Esto escapa a lo que yo puedo entender y a mi mundo, pero una vez más te vamos apoyar. Será una aventura en la que nos encaminaremos con toda la familia”. Fue honesto y empático. Hoy yo vivo con ellos y Joaquín es la luz de sus vidas.
–¿Cómo es vivir con tus padres?
–Tengo bastante independencia, porque es una casa que tiene dos pisos, y nosotros estamos arriba. Los dos están mayores, papá tiene 82 y mamá 77, y ya empiezan a tener algunos problemas de salud, pero tenerlo a Joaquín cerca les da vitalidad y alegría. Así que tengo los dos extremos de la vida: por un lado Joaquín, que cumplió seis años, y a papá que está con algunas “nanas” y le pusieron un marcapasos. Estar todos juntos me da la oportunidad de que Joaco tenga una familia. Yo trabajo cuando él llega del colegio, pero siempre hay alguien esperándolo. Hay una familia, quizás no la convencional, pero hay un hogar donde es muy amado.
–Tu padre y tu hermano llegaron a la presidencia, ¿qué sentiste vos?
–Fue en distintos momentos de mi vida, pero el común denominador fue el orgullo. Lo de papá lo viví más naturalmente. Él fue diputado, senador, venía de una carrera larga y para mí ser político era su trabajo. En el caso de Luis me impresionó más porque él es un año y medio menor que yo, y para mí fue siempre mi hermanito, así que verlo evolucionar y crecer fue muy impactante.
–¿Qué hace la ONG ambientalista en la que trabajás?
–Urumepa (Uruguayan Marine Environment Protection Association) está participando de un proyecto que se llama “Darwin 200″, que es la repetición del viaje de Darwin a América del Sur. Además ahora se ha descubierto un banco de corales enormes por la zona de Rocha. Por eso es una barbaridad lo que se ha hecho en Punta del Este con las construcciones, es el poder del dinero.
–¿Tuviste miedo de convertirte en una mamá grande?
–Mi preocupación, no mi miedo, es si voy a estar ágil y sana para seguirle el ritmo a Joaquín. Tengo que poner mucho físico para jugarle y duermo mal porque a veces se despierta de noche. Quiero mantenerme cercana, tener diálogo con él. Después no me proyecto mucho, prefiero vivir lo que tenemos.