Modelo, actriz y escritora, aprovecha esta época para disfrutar de su hijo Ramsés y cuenta por qué reniega del linaje
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La chica que alguna vez pensó que la vida era aburrida, incluso una porquería, hoy habla con una serenidad envidiable que ni siquiera el Covid que está atravesando puede empañar. “Igual no me interesa hablar de esto porque no sé si es relevante. Me vacuné, me contagié y lo estoy pasando sin mayores dificultades, en la cotidianidad de mi casa, sin ninguna rutina. Aprovecho el tiempo para rendir, bajar ideas, cultivarme, tomar clases, leer y estar con mi hijo Ramsés”, dice la modelo, actriz y escritora Mía Flores Pirán.
No hace falta que ella lo diga; se intuye la molestia que siente ante la mera mención de su familia famosa. Hija de Ginette Reynal, esposa del cineasta Luis Ortega y heredera de la dinastía Blaquier (bisnieta de Malena Nelson de Blaquier) su origen patricio tiene que ver con lo chic y con una estirpe de mujeres fuertes que supieron criarla bien.
–Te abruman los lugares comunes pero la pregunta resulta inexorable: ¿cómo te cae eso del linaje?
–Linaje... ¡qué palabra! Justo ahora me resuena mucho. En este momento estoy haciendo un trabajo intenso con mi terapeuta; la intención es limpiar eso. Pero, más allá de estas cuestiones, yo estoy orgullosa de mi familia porque hay mucho lugar para el debate. Siempre surgen temas vinculados a los derechos, las luchas, la política. Somos muy libres y siempre es rico dialogar. Pero todo queda en casa. Para mí la privacidad y el bajo perfil son claves para mantener la cordura.
–Tu primer libro de cuentos, Manada insomne, son relatos que fuiste creando en diferentes etapas de tu vida. Primero con el embarazo, después en pleno aprendizaje de la maternidad. ¿Qué te desvelaba y cómo empezaste a hacerlo?
–La escritura me salvó siempre, hizo que jamás me sintiera sola incluso en aquella época de modelo donde viajaba sin parar. Fue una válvula de escape para mis momentos de soledad. Escribir es la mayor herramienta que cultivé en mi vida. Es un cable a tierra cuando estás en las nubes, un pasaporte al cielo cuando arde la tierra.
–Una manada es un rebaño pequeño, un conjunto de animales de la misma especie. El término lo usaste en tu primer libro. Justamente vos, que da la sensación de que escapás de ciertos moldes...
–La verdad es que no asocio mi rol en la familia con el título de esta primera publicación. Son ficciones cortas y el título hace alusión a que es una manada de cuentos, un conjunto de relatos. Sobre el tema de los roles en las familias, creo que lo fundamental es conocerse a uno mismo. Eso es básico para no quedar atrapado en la identidad heredada. Los rótulos “hija de”, “novia de”, “nieta de”, me aburren. No soporto todo aquello que no tenga identidad propia.
–Sos la hija de Ginette, que al igual que vos transitó diferentes caminos. Mujeraza original, ícono, que hace poco relató públicamente su infierno con las drogas y el tema de las pérdidas.
–Ella es ejemplar en muchos sentidos para mí. Es muy libre, íntegra y sobre todo muy resiliente y graciosa. Juntas nos reímos mucho, incluso lo hacemos de eventos que en el pasado fueron trágicos. Ojalá nunca perdamos eso porque simplemente es lo que salva. Desdramatizar y hablarlo todo. Yo aprendí mucho de ella. Por ejemplo que, después de ciertas cosas inaguantables, siempre sale el sol. Por más larga que parezca la noche. Aprendí que somos seres sumamente vulnerables, y también a quererla mucho.
–¿El insomnio es tu aliado a la hora de crear?
–En realidad es al revés, me consterna mucho. Forma parte de mi vida. Me cuesta dormir, tengo demasiada actividad cerebral. No lo considero algo bueno pero lo asumo, lo acepto y creo a partir de ese lugar. Por suerte existe el mate. Hay algo muy profundo en los hábitos.
–¿Qué te produce miedo? ¿Qué pensamientos oscuros no te dejan dormir?
–Soy miedosa, le temo a bastantes cosas aunque no a la muerte. Sí a fracasar, a que no me quieran y mi mayor temor, por lejos, es el mundo inhabitable del futuro cercano. Creo que se viene la noche y no nos podemos hacer cargo.
–¿Escribir para no imaginar el apocalipsis?
–Sin parar. Acabo de terminar una obra de teatro corta, que espero estrenar en 2022.
–¿Qué quedó de aquella chica que modelaba y alguna vez se conflictuó con el cuerpo?
–Es el pasado y ya no enfurezco cuando lo recuerdo. Me gusta mi vida y la persona que resulté ser. Pero sí, tuve mucha ansiedad e insatisfacción con mi cuerpo. Creo que era muy chica, insegura y me fui a meter a la boca del lobo. Pero todo pasa y el amor siempre aparece.
–¿Programás la vida?
–Programo pero más que nada me dejo fluir. Porque lo que programo resulta que cambia todo el tiempo. De todas formas hago breves visitas al futuro para ir edificando lo que quiero que se haga realidad.
–¿Qué locura hiciste o harías por amor?
–Tener un hijo. Ramsés me cambió la vida. Soy una madre presente que se las arregla para hacer todo al mismo tiempo. Incluso fuera de los tiempos normales. Como tantas.
–¿A quién se le ocurrió ese nombre egipcio?
–Al padre. Significa hijo del dios Ra.
–¿Alguna vez pensaste que estás destinada a los clanes? Los Blaquier, los Ortega...
–No, para nada. Creo totalmente en la familia elegida. En mi vida eso tiene muchísimo peso. No sé qué sería de mí sin los amigos que tengo, los que estuvieron cuando a mi alrededor todo se prendía fuego.
–¿Te interesa la política?
–Me interesa pero no discuto. Hay gente como yo, que debería llamarse al silencio. Discutir menos y escuchar más. Yo conozco mi limitación y eso me hace cerrar la boca y abrir las orejas. Para discutir sobre política, me parece que es necesario saber de leyes, de comercio, de política exterior, de economía, de asuntos globales. No es tan superfluo como un Boca- River.
–¿Cómo llevaste las Fiestas?
–Bastante bien. Esta época del año siempre me resulta muy sensible. A mí la Navidad no me conmueve en absoluto, pero es cierto que hay algo en la conclusión de los ciclos. Fin de año, la reunión con los afectos me pone todo a flor de piel.
–¿Cuál fue tu fiesta inolvidable?
–Eso me lo guardo para mí (risas). O tal vez esté por venir, no lo sé.
–¿Te juzgan a menudo sin tener idea?
–Sí, obvio que me juzgan un montón. Es parte de la estupidez humana. Pero yo también fui muy prejuiciosa y a veces sigo siéndolo. Es un gran tema a trabajar.
–¿Qué querés que suceda en el 2022?
–Quiero que se termine la pandemia, nada más y nada menos. Mientras, estoy trabajando en dos libros, uno infantil y una novela. La realidad es que no sé si se van a consumar este año que comienza, pero quiero sumergirme en ellos. Mi meta es divertirme, alegrarme. Es una gran escuela la felicidad.