Sol y Paz administran los inmuebles que creó su abuelo, Massimiliano Bencich
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Subir a las cúpulas en el ascensor a manivela, operado por un especialista de uniforme impecable, era el plan preferido de Sol y Paz Bencich cuando eran chicas. “¿A qué piso van señoritas?” “A la terraza de las cúpulas, el último”, decían entre risas las hermanas, nietas de Massimiliano Bencich. El abuelo, al que la familia recuerda como Lalelo, tenía una empresa constructora junto con su hermano Miguel. Herederas de un legado patrimonial integrado por una colección de joyas arquitectónicas de estilo francés, Sol y Paz hoy administran las oficinas, locales comerciales y edificios familiares desde el piso 12 del icónico edificio. Son alrededor de 17 inmuebles que llevan el sello Bencich y, la gran mayoría, la firma del arquitecto francés Eduardo Le Monnier, formado en la Escuela Nacional de Artes Decorativas de París: la conjugación de elementos del clasicismo y academicismo francés es su marca registrada.
Cuando en 1927 los Bencich le encargaron a Le Monnier el edificio desde el cual se ven “los mejores atardeceres porteños”, como afirman Sol y Paz, Lalelo se enamoró del proyecto. Según las nietas, él sabía que el código de planeamiento urbano de aquella época impedía la construcción de dos cúpulas y solo admitía una. “Prefirió pedir perdón y no permiso”, rematan la anécdota las nietas que atesoran fotos, documentos y hasta algunos planos originales. Y que no dudan en quedarse fuera de horario para cumplir el ritual de ver cómo se tiñe el Obelisco de rosa o naranja a la caída del sol. “Cada ventana es un poema”, proclaman las hermanas de 48 y 47 años. Luz Bencich, la mayor, tiene 50 y vive en los Estados Unidos.
–En algunas crónicas se afirma que las dos cúpulas se levantaron para evitar enfrentamientos entre los hermanos Massimiliano y Miguel.
–Paz: Nunca surgió esa hipótesis en la familia, aunque podría ser. Creemos que así podían ubicar más unidades y optimizar la renta.
–¿Qué recuerdo tienen del abuelo?
–Sol: Murió un año antes de que yo naciera, pero es como si lo hubiese conocido. Los primos mayores, los tíos y hasta la gente que trabajó con él lo recuerda como una persona muy generosa. Hay una anécdota familiar que se repite de generación en generación: cuando algún inquilino no podía pagar el alquiler, Lalelo sacaba plata de su bolsillo para evitarle el desalojo. Sus empleados lo adoraban también.
–Paz: Le encantaba ir al Teatro Colón con mi abuela, Luisa Rosa Colmegna. A la salida repetía el mismo ritual: recorrer sus edificios en obra y apreciar los avances. Iban por la calle Arroyo al 800 donde hay cuatro edificios, tomaban la Avenida Córdoba donde hay tres, a la altura del 807, 817 y 827. Y después seguían al centro. Una noche vio luces y movimientos en el Miguel Bencich y también en el hotel Sofitel (Posadas al 1200). Los obreros estaban jugando una apuesta para ver qué edificio terminaba primero.
–¿Y cuál ganó?
–Paz: Según recuerda mi papá el vencedor fue el Miguel Bencich, de Diagonal Norte 616.
–¿Alguna de ustedes se inclinó por la arquitectura?
–Sol: Estudié periodismo en la Universidad Austral, pero nunca ejercí. Aunque mi sueño es volver a construir este tipo de edificios. Amo caminar por la ciudad y mirar hacia arriba para descubrir perlitas arquitectónicas. Y siempre que viajo me encanta volver y reencontrarme con Buenos Aires.
–Paz: Yo estudié Ciencias Políticas y me gusta el análisis financiero, pero solo lo ejerzo en la oficina y en familia.
–¿Cómo se reparten los roles?
–Paz: Todo lo que es relaciones públicas y recursos humanos queda en manos de Sol. A mí me divierte más lo administrativo, los contratos y las inversiones.
–¿Qué se siente, Sol, al integrar una familia con una impronta patrimonial tan acentuada? Tu marido es descendiente de los Devoto, una de las familias tradicionales que le encomendó obras a Alejandro Bustillo, uno de los arquitectos más relevantes del país...
–Sol: Con mi marido tratamos de transmitirle a los chicos el amor familiar por la arquitectura y la fascinación por la conservación del patrimonio. Sabemos que estas propiedades, las de la familia de él y las nuestras, son una maravilla y sentimos orgullo, admiración y la gran responsabilidad de cuidar y proteger los inmuebles. Pero no mezclamos, yo me ocupo de las nuestras y él, de las de su familia. (Entre los edificios emblemáticos del marido de Sol figura Palacio Devoto, en Av. Libertador y Ugarteche, un conjunto proyectado por Bustillo en 1926 por pedido de Juana González de Devoto y familia. Está catalogado como Bien de Interés Histórico Nacional).
–¿Cuáles son los edificios o las calles porteñas que más les gustan?
–Sol: La avenida Alvear me fascina. Cada vez que camino por ahí pienso en todos los inmuebles que se hubieran salvado de la demolición si la ley de protección patrimonial se hubiera promulgado antes. Por suerte los edificios del abuelo ya están catalogados y tienen grado de protección histórica. Eso me deja tranquila.
–Paz: Los bosques y jardines de Palermo son una maravilla. Esa concepción tan moderna de enormes espacios urbanos de acceso público me vuelve loca. El paisajismo de Buenos Aires es espectacular.
–¿Les gustaría que sus hijos sigan los pasos del bisabuelo?
– Sol: Son chicos todavía, pero alguno ya coquetea con la ingeniería industrial y la arquitectura. Aman venir a la oficina, salir con su abuelo (nuestro padre) a tomar el té y comprar libros por Florida.
–Paz: Cuando vienen de visita hacen lo mismo que hacíamos nosotras: se sientan frente a las ventanas a dibujar. Ya no está el ascensor de puertas antiguas, pero subir a la terraza sigue siendo un excelente plan para todas las generaciones.