Artista, mecenas y coleccionista, hoy dirige distintos comités de arte latinoamericano en Argentina y el mundo
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Ella, con su vestidito blanco de doble tajo, stilettos y medias animal print. Sonriente, como siempre, con ese vozarrón de locutora que combina con pausas justas y una forma de comunicar que la convierte en hipnótica. Así llegó Amalia Amoedo al Salón Dorado de la Legislatura Porteña, donde la declararon Personalidad Destacada de la Ciudad de Buenos Aires en el ámbito de la Cultura.
Artista visual, mecenas y coleccionista de arte, es la heredera del espíritu de su abuela, Amalia Fortabat. Y no para. “A los 28 años el arte llegó a mi vida para quedarse. Tuve la suerte de poder coleccionar y acompañar a muchos artistas, de apoyar distintas iniciativas, muestras y museos que tanto hacen por la cultura de esta ciudad. El arte tiene el poder de unir a las personas y de atravesar fronteras: nos ofrece un espacio para reflexionar y sentir, es un motor invaluable de educación y pensamiento”, reflexionó “Ama”, como le dicen sus amigos, en un salón que estallaba de amores y bendecidos por su famosa generosidad.
Discreta a la hora de las respuestas, su vida siempre se manejó con bajísimo perfil, más allá de transitar la ciudad y eventos de sociales con total naturalidad. Tuvo su marca de ropa, incursionó en el universo de las fragancias, estudió canto, pintura y escultura, y logró ser la presidente de Fundación arteba. Además es madre de dos hijas (Isabella y Angelina), y tiene un nieto llamado Valentino.
–Alguna vez dijiste la frase “primero el deber y después el placer”. ¿Seguís sosteniéndolo?
–Sigo siendo una persona muy enfocada en mis responsabilidades, pero también soy cada vez más flexible y aprendo a balancear mejor el deber y el placer. Si bien el trabajo es central, en mi agenda siempre hago lugar para mi familia, para dedicarle tiempo a mi obra como artista, para ver exhibiciones y, por supuesto, para cuidarme. Tengo una rutina de entrenamiento de box y yoga que me ayuda mucho a mantener el ritmo del día a día.
–¿Qué pasó por tu cabeza cuando supiste que te iban a distinguir en la Legislatura?
–Me cuesta el universo de los premios, las distinciones. ¡Pero en esta ocasión fue muy fácil decir que sí! Me puso feliz la noticia y me sentí sumamente honrada. Desde muy chica que acompaño y apoyo las artes visuales, a los artistas, museos e instituciones de esta ciudad, que tanto amo y tanto amaron mis padres, Inés de Lafuente y Julio Amoedo. Es una emoción grande. Además el entorno, tanta gente querida a mi lado...
–Si tuvieras que relatar tu niñez, el despertar en esa familia tan particular, con una abuela no sólo poderosa sino icónica, ¿por dónde empezarías?
–No sé por dónde, pero puedo asegurar que tuve una hermosa niñez y atesoro muy lindos recuerdos en familia. También con amigas, algunas que siguen a mi lado, que son muy cercanas en la actualidad. Me reconozco como una persona con bastantes particularidades; encuentro en mí características de mis seres queridos. Siento que mi papá me enseñó la ética y la diplomacia. De mi mamá heredé el valor de la amistad, y eso de ir siempre para adelante. Tenía un corazón como el que jamás vi en mi vida.
–¿Y de tu abuela?
–Ay, mi abuela... sin dudas su pasión por el arte y su misión filantrópica. Tengo imborrables recuerdos de familia en Mar del Plata y también en Uruguay. Veranos maravillosos a la vera el mar y de la playa. Esas postales no se borran, quedan en la retina y en el corazón.
–¿Qué es ser rico en la vida?
–Tener salud, proyectos, estar cerca de la gente que uno ama y levantarse cada mañana agradeciendo la vida. Eso de agradecer, siempre. Me gustan mucho las flores; es el mejor regalo que me pueden hacer. Adoro el perfume y lo que simbolizan. No importa si es una margarita o una orquídea. Todas me fascinan por igual.
–Hablemos de tu fundación...
–En 2021 armé la Fundación Ama Amoedo para dar visibilidad a nuestros maravillosos artistas en el mundo. Contamos con la residencia artística Faara en Uruguay, un programa de Becas para toda Latinoamérica, apoyos a exhibiciones de arte y alianzas internacionales. A su vez, me dio mucha alegría que una obra de mi colección particular fuese seleccionada para integrar la reciente Bienal de Venecia que se titula “Stranieri Ovunque - Foreigners Everywhere” [Extranjeros en todas partes]. Esto me lleva mucho tiempo pero me da una felicidad inmensa.
–Pero no es lo único...
–¡No! También integro distintos comités de arte latinoamericano en Argentina y el mundo, como el Museo Fortabat/Colección Amalita, el comité del MoMa (Nueva York), el Museo Pompidou (Paris), Americas Society (Nueva York), el Comité Internacional de arteba y del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. A su vez, formo parte de la Fundación Policía Federal, que se ocupa de adquirir equipamiento médico para el herido de bala del Hospital Churruca-Visca.
–¿Cómo son tus días? Un día tipo, digamos.
–Aunque no lo parezca, tienen bastante de rutina. Combino reuniones, entrenamiento físico y siempre un espacio para mi mundo íntimo. Me gustan los masajes, la meditación y el Yoga Nidra, que es una técnica de relajación profunda. Intento protegerme con piedras para no cansarme tanto. Creo en todo eso, lo siento realmente y me hace bien. De todas formas, el refugio siempre está en los amores. En mi caso el arte, la familia y mis amigas.
–¿En qué momento del día aparece la creación? ¿Cuándo te sentís iluminada?
–Es interesante pensar esto porque tiene que ver con la concentración. Con tanto estímulo y sobreinformación, los momentos de concentración o de creación requieren más preparación. Cuando trabajo en mi obra intento desconectarme de los dispositivos, teléfono, redes, email. Lo que hago es poner música y pasar tiempo en el taller.
–Muchos te señalan como chica original; quieren conocerte.
–Ay, ¡muchas gracias! Mi madre me educó para confiar en mí y como ella misma decía: hay que saber tener calle y boulevard. Más que original, soy auténtica.
–¿Qué cosas hacés que nadie imaginaría de vos?
–Soy fanática de Racing y me gusta mucho ir a la cancha, al Cilindro.
–¿Alguna obra que te hipnotice?
–Las pinturas de Santiago García Sáenz. Son atemporales y me emociona ver su sensibilidad tan única en cada obra.
–¿Creés en otras vidas? ¿Alguna vez te contaron alguna?
–Soy una persona muy espiritual, creyente y, a su vez, muy intuitiva. Me interesa mucho el tarot y de hecho, colecciono mazos diferentes.
–¿Seguís buscando el amor? ¿Qué podés decir al respecto?
–Como dice la canción de Coti Sorokin y Los Brillantes que cantó Luna Sujatovich en el acto de la Legislatura: “No hay que tomarse todo tan en serio” (risas).
–¿Cuál es tu rincón de Buenos Aires?
–Buenos Aires me encanta y hay mil espacios que son ritual, donde la paso súper bien. Pero mi lugar-lugar es el Museo Fortabat/Colección Amalita, Puerto Madero. Ahí soy muy feliz.
–¿Sin qué no podrías vivir?
–Lejos del arte. Sin hacerlo, sin ir tras él. El coleccionismo te invita a estar en estado de curiosidad permanente, conectarte con las personas y entender el mundo en que vivimos a través de la mirada de los artistas.
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