A los 78, sigue trabajando y dirige la carrera de Artes Escénicas de la UADE
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Héctor Cavallero es un señor encantador que llega puntual, sonríe, cuenta anécdotas con gracia, escucha, se entrega a la charla y, por supuesto, paga la cuenta. Es, además, uno de los productores más importantes de la Argentina: los caracteres de esta nota no alcanzan para contar todos los espectáculos que hizo en 50 años de carrera. Muchos lo recuerdan por sus novias famosas, ya que fue pareja de tres divas como Susana Giménez, Pata Villanueva y Valeria Lynch. Pero él odia que le hablen de eso. Hace 25 años está casado con Lorena Cánepa y, claro, esos romances quedaron tan atrás que son parte de otra vida. Ahora, a punto de cumplir 79, Cavallero sigue trabajando. Un poco en el espectáculo y otro poco en la docencia. Desde 2015 es director de la carrera de Artes escénicas de la UADE. Y aunque no da clases, tiene contacto con los alumnos en las charlas que da en la facultad. “Empecé a descubrir un mundo que no conocía -explica- y me encantó. Les cuento de mis trabajos a los chicos. He trabajado con casi todos los artistas importantes de este país, hice muchas obras de teatro… En tanto tiempo algo aprendí y eso se los puedo transmitir.”
-¿Te conocen los alumnos?
-Me googlean y empiezan a sorprenderse. Lo más impactante para ellos es cuando se enteran que yo traje a Michael Jackson a la Argentina. Lo traje en el mejor momento de su carrera y fue espectacular.
-Pero también tenés la capacidad de lanzar artistas al estrellato, como hiciste con Susana Giménez.
-Con Susana empezamos juntos. Los dos teníamos 23 años…. Yo no sabía para dónde iba y ella tenía una gran ambición, pero nada más. Al que sí le cambié el rumbo fue a Ricardo Darín. Me costó sangre, sudor y lágrimas que aceptara hacer una obra de teatro dramática.
-¿No quería?
-En la obra Algo en común tenía que hacer de homosexual, con una pareja con HIV que había dejado a su mujer y a su hijo para irse con él. Una historia durísima.
-En ese momento Darín era un “galancito”, ¿cómo se te ocurrió su nombre?
-Cuando me trajeron la obra, el protagonista iba a ser Oscar Martínez, que es un actorazo. Pero yo pensé: “No tenemos a alguien marketinero para que esto explote”. Y por eso pensé en Darín. Se resistió y lo convencimos. Y fue un éxito tremendo.
-En esa te la jugaste, pero Michael Jackson estaba probado.
-Vino en el momento de mayor éxito en el mundo. Y me salió de culo, porque me enteré que quería venir a Latinoamérica. Ahí salí a pelearlo.
-¿Tuviste que disputárselo a Daniel Grinbank, no?
-Sí, fue una pelea dura, fea, larga.
-¿Cómo es una pelea de ese tipo? ¿Es por plata?
-No, la plata la conseguíamos los dos. El tema eran las condiciones, había que negociar eso con un empresario alemán que tenía comprada la gira mundial. Había que ejercer seducción, simpatía, acercamiento…
-¿Fue una pelea sucia?
-¡Horrible! Pero ellos cometieron un error y el empresario me la dio a mí. Me odiaron todos. Y para mí fue el momento más importante de mi trabajo profesional. Tuve que esconder el contrato durante un mes, sin decir nada, porque Grinbank tenía comprada la gira por Brasil, pero como decidió bajar la fecha de San Pablo, el productor se molestó y me dio Argentina a mí.
-¿El factor suerte fue importante en tu carrera?
-Sí, si no, no llegás. Y la suerte que tuve fue que yo perseguí siempre el éxito y no la plata.
-Varias veces contaste que tuviste que volver a empezar porque habías perdido todo. ¿Cómo puede pasar eso?
-Porque en el mundo del teatro se gana poco y se pierde mucho. Yo nunca tuve seis o siete temporadas de lo mismo. Entonces armaba grandes estructuras de empleados y cuando se terminaban los shows me quedaba sin nada. Además, antes no había tanto flujo de gente que iba a recitales. Me acuerdo que hicimos tres fechas de Michael Jackson y el último día estaba con los gobelinos en la garganta porque a la madrugada empezó una lluvia infernal y me faltaban vender 20 mil entradas.
-¿Cómo hiciste para resurgir, después de lo de Michael Jackson?
-Al año siguiente hice el show de Pavarotti, en un lugar que no se había usado nunca, el Campo Argentino de Polo. Inventamos el Polo.
-¿Y en qué circunstancias te ayudó la suerte?
-Tuve grandes pujas para traer espectáculos de afuera y siempre fui muy beneficiado. También me pasaron cosas no tan lindas, a mí me afanaron a Liza Minnelli, por ejemplo.
-¿Cómo?
-La traje a la Argentina para hacer televisión, estuvimos juntos todo el tiempo, la pasamos bárbaro y después no la pude traer más. Resulta que ella cambió de representante y la nueva era amiga de Lino Patalano y me la sacó. Lino me ganó casi todas. Me ganó a Julio Bocca, a Les Luthiers… Nunca peleamos, pero me ganaba.
-Igual, a vos artistas no te faltaban.
-Tuve a Valeria Lynch durante veinte años, a Los Nocheros, a Leonardo Favio, a Alejandro Lerner…
-¿Todos quedaron conformes? Contaste que algunos, cuando empezaban a crecer, decidían abrirse.
-Los artistas creen que el productor tapiza sus autos con la piel de ellos. Y yo siempre hice una buena combinación, quería que ellos ganaran para ganar yo también, para que no sintieran que estaba ganando más que ellos. Pero no me puedo quejar. Yo tuve la posibilidad de quedarme en México cuando hice el Crazy Horse y volví, porque me gusta más la Argentina. Amo mi país. Acá tengo una marca registrada. Subo a un taxi y el chofer me saluda. ¿Quién te paga eso? Acá tengo la suerte de que nadie puede decir que yo no hice lo que debía, eso me llena de orgullo.
-¿Seguís produciendo espectáculos o solo estás dedicado a la universidad?
-Todos los días algo me tira. Hace poco hice un show de tango muy lindo en el Teatro Avenida, se llamó “Por siempre tango”, con la orquesta de Aeropuertos Argentina 2000. Son chicos de barrios carenciados a los que les enseñaron a tocar. Y además estoy haciendo cosas con los alumnos de la UADE. Construyeron un teatro de 200 localidades en el edificio y le pusieron mi nombre. Algo tan generoso que nunca lo pude imaginar.
-¿Por qué se hacen famosos los productores si la gente quiere ver a los artistas?
-Porque están en el candelero, presentando espectáculos. Yo hice La señorita de Tacna, por ejemplo, que tuvo un impacto descomunal, yo participé mucho y eso te da trascendencia.
-¿Te gusta la popularidad?
-Es un mimo, es un cariño.
-¿Cómo te llevabas con los actores?
-Con casi todos me llevé bien. Hubo dos con quienes me llevé muy mal, pero no por culpa mía. Uno me traicionó y el otro es una basura. Pero son sólo dos, de doscientos… Hice negocio. No los nombro porque no quiero quilombos. En la medida de mis posibilidades, siempre traté de evitar los escándalos. No me gustan y no me parece que los medios sean el lugar donde ir a contar lo que te pasa. Esto de Shakira y Piqué… Tipos poderosos, importantes… ¿Por qué tanta pelea? ¿Y por qué tan pública? A Piqué se le cayó la Copa Davis por todo esto. Perdió los derechos. De mí pueden decir lo que quieran y yo no hablo. Una vez tuve un conflicto muy grande con Daniel Tinayre. Yo había traído los derechos de una versión de Drácula llena de efectos especiales y él trajo algo muy similar. Entonces él empezó a hablar mal de mí. Y Sergio Renán, que era el actor que trabajaba conmigo, me dijo “no digas nada”. Nosotros hicimos un éxito y a ellos les fue mal.
-¿Cómo quedaron las cosas con Tinayre?
-Bien. Años después fuimos socios en La Mary.
-¿Con Mirtha Legrand tenés una relación?
-Simpática. Tengo más relación con los hijos.
-¿Y qué pasó con Araceli González, que te hizo un juicio?
-Esa fue una historia fea. Ella vino con el Chueco a mi oficina, porque yo producía La banda del Golden Rocket en teatro. Quería que le produzca un espectáculo infantil. Y yo le dije “pero vos tenés que hacer teatro o una telenovela”. Pero ella me dijo: “¿Quién me va a llamar para una telenovela?” Entonces yo hablé en Canal 13, que se estaba armando algo. Convencí a Hugo Di Guglielmo. Después, le dije a Gustavo Bermúdez, que me preguntó: “¿Podrá hacerlo?” Y yo le contesté que sí, que le iba a poner un profesor. Le hablé al autor, Enrique Torres, le dije que había que cuidarla. Y respondió: “Bueno, la hacemos muda un tiempo para probarla”. Lo convoqué a Lito Cruz para que la entrene y ella, por su cuenta, contrató a una maestra de lengua de señas. Así nació Nano. Araceli se portó de una manera profesional única. Aprendió, se preparó y se metió al agua sin saber nadar. Lo dio todo. Lo que no dio fue la relación conmigo. De repente, cuestionó mi participación. Ella tenía uno de los contratos más grandes que se deben haber firmado en la televisión argentina.
-¿Qué le molestó?
-Pagarme mi comisión. El quince por ciento. Y terminamos en un juicio horrible. Fue rarísimo, porque su beneficio fue enorme. El crecimiento de ella fue geométrico, con el rating más alto de la televisión.
-¿Con Suar también se rompió la relación?
-No. Suar después se convirtió en un productor muy importante y me llevo bien. Yo hacía Clave de Sol en Mar del Plata y él venía a la puerta del teatro a buscar a sus amigos. Me preguntaba todo, era muy curioso.
-¿Cualquiera puede ser productor?
-Cualquiera que tenga pasión. Esto no es una carrera de “a ver cuánto sumo”. Te tiene que emocionar lo que hacés. A mí me emociona más lo que pasa arriba del escenario, que lo que pasa en la boletería. Los fracasos no te los voy a contar, pero tuve la suerte de hacer éxitos imponentes donde me enteraba al día siguiente lo que habíamos vendido.
-¿Malgastaste mucho la plata?
-¡Uff! Toda la que pude.
-¿En qué?
-Tenía autos, tenía ropa… Nunca guardé la plata. La única que me puso en caja con eso es mi mujer desde hace 25 años, Lorena. Ella me ordenó.
-¿Las anteriores no la cuidaban?
-Con ellas no teníamos una vida administrativa compartida. Cada uno gastaba la suya. Y mi esposa actual se hizo cargo de la situación. Me pareció maravilloso. Me dijo “vamos a comprar, vamos a tener”.
-¡Te enamoraste!
-Sí, ella debe estar loca, tiene 26 años menos que yo.
-¿Cómo la conociste?
-Lorena era la directora de Ceremonial del Senado y ellos querían hacer un espectáculo de tango, bajo una ley que había sacado Eduardo Menem. Entonces se conectaron conmigo, empezamos a conversar… En esas reuniones a mí no me importaba nada, lo único que hacía era mirarla. Y así empezó. La invité a tomar algo, teníamos la oficina a dos cuadras, yo la llevaba a tomar el té…
-¿Siempre fuiste enamoradizo?
-Yo soy un débil emocional. Cuando mis padres se separaron, como mi mamá era muy joven, mi papá me internó en un colegio pupilo, en el San Albano. Fue una cosa espantosa. No sabés lo que eran los domingos a las cinco de la tarde, cuando me llevaban de vuelta al colegio. Era muy angustiante. Pero con el tiempo perdoné. Mi viejo no sabía cómo disculparse, después de muchos años.
-¿Esto influyó al momento de cuidar a tus hijos?
-Sí, yo soy muy dedicado con ellos, soy como una gallina, los tengo abajo del ala. Tuve una hija con Pata Villanueva, dos con Valeria Lynch y dos con Lorena. Son todos fenómenos, pero creo que los más felices son los más chicos, porque tuvieron siempre a su familia unida, tienen a este viejo loco que es el padre…
-¿Sos muy familiero?
-Sí, pero indefectiblemente los hijos se van. Por suerte me quedan dos en casa.
-¿Tus hijos menores saben toda tu historia?
-Aunque no quieran, la saben.
-¿A ellos sí les dejás que te pregunten por tus novias famosas?
-No. Igual, no me preguntan nada. Les contaría, pero yo trato de que eso no invada mi casa. Mi mujer es una persona maravillosa a la que no quiero hacer sentir mal. Los celos retroactivos son terribles. Y no es grato que todo el tiempo aparezca eso. Cuando empezamos a salir, no paraban de contar la historia de mi vida. Era agotador. Nosotros así estamos los cuatro felices. Y por fin tengo lo que siempre quise, una familia.