La exmodelo decidió darle forma a Pólvora, una comunidad que indaga en temas de placer y bienestar
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Nunca fue una chica de andar liviano. Hija única del reconocido artista Kenneth Kemble, casada por 25 años con el polista Justo Saavedra, de quien ahora está separada, y madre de tres hijos (Octavio, Tazio y Amalia), Julieta Kemble supo romper moldes y se mostró en todas las vidrieras. Fue modelo de Pancho Dotto, panelista de Intratables, participante de reality y hasta trabajó con Moria Casán. Y de pronto, en esa época de la vida en que las aguas parecían haberse aquietado, la mecha se encendió otra vez de la mano de Pólvora, su último emprendimiento: una comunidad de mujeres (donde los hombres son bienvenidos) que indaga en temas de placer y bienestar. “Pólvora es la primera marca de sexualidad y bienestar concentrada en ampliar el disfrute y transitar la vida con mayor gozo –describe Julieta, de 52 años–. Fuimos educados en la culpa y la vergüenza, por eso el placer se convierte en algo revolucionario”. El proyecto incluye una cuenta de Instagram (@get_polvora), un podcast con entrevistas a médicos, psicólogos y sexólogos, un sitio web con talleres de tarot, astrología y sexualidad, y pronto se comercializarán productos relacionados con la temática. “Esto fue reencontrarme con una parte mía que había olvidado”, asegura.
–¿Qué parte de vos es esa que estaba olvidada?
–Mi relación con el erotismo y la sensualidad. Detesto cuando titulan “el despertar sexual de Julieta.” Vengo teniendo bastante sexo desde hace rato, tengo tres hijos, tuve marido y varios novios en mi haber. ¿De qué despertar me hablan? Yo siempre fui bastante despierta. Pero lo que hay que aclarar es que tener sexo no es estar conectado con el erotismo, o pasarla bien. Tener sexo tienen la mayoría de las personas, casi mecánicamente, entonces lo que yo hice fue conectarme con algo más profundo, estar más atenta. Le estoy poniendo un contenido más espiritual e interior al tema.
–¿Fue una forma de explicarte cosas que nunca te animaste a preguntar?
–No me gusta ponerlo en esos términos. Fue algo que se dio porque yo siempre sentí que era una persona que podía dar cosas en este ámbito. Nunca me costó arriesgarme ni meterme en lugares que a otros les asustan. No me da miedo el que dirán. También fui creciendo, tomando más seguridad y conocimiento, y me gustó compartirlo. Además fue un tema que naturalmente siempre me interesó.
–¿Te sorprendió la respuesta de la gente?
–No me sorprende cuando me dicen que está bueno. Me sorprende cuando escucho tonterías de personas que se dicen cultas. El nivel de ignorancia y de pacatería del siglo pasado, me sorprende. Hay gente que piensa que esto es el raye de una mina que se separó, o un proyecto para mostrarme en bolas. Y contra la mirada prejuiciosa que te quiere encasillar no puedo hacer nada. No pierdo tiempo en combatirla, avanzo.
–¿Con tus padres hablabas de sexo?
–Mi padre era un artista plástico, un señor inglés recontra educado e intelectual que tenía una combinación muy rara. Era un ser muy abierto y genial que hablaba abiertamente de esos temas con mucho respeto en sus conferencias o con sus alumnas, pero conmigo nunca tuvo una charla íntima. También estaba mi madre, que siempre fue mucho más vergonzosa y reservada, con la que no compartí muchas cosas de mi vida íntima. Yo no hablé de sexualidad ni de masturbación con mis padres. Por un lado tuve la libertad de poder hacer cosas porque también vi seres libres, pero no me explicaron nada porque era otra época ¿A qué mujer de mi edad no le faltó esa formación?
–¿Cómo reaccionó tu entorno más cercano al lanzamiento de Pólvora?
–A mis hijos varones no les divierte porque es tomar contacto con una parte íntima de la madre. Les encanta que tenga una empresa, pero no les gusta leer lo que escribo o si muestro demasiada piel. Me apoyan desde un lugar más silencioso. Con mi hija Amalia es distinto porque hablamos más de este tema. Las chicas son más abiertas. Ella y sus amigas son re fans de Pólvora.
–¿Y tu ex ?
–Con Justo, el padre de mis hijos, estamos encontrando una nueva forma de estar juntos, porque somos familia. Él me apoyó siempre con lo que yo tuve que hacer en la vida, y en esto a veces me baja línea, por esa cosa más formal de su crianza, y me tira consejos cuando me zafo un poco o me sugiere cosas de redacción. Supongo que hay cosas que le resultarán más incómodas que otras, pero soy una mina que pedí muy poco permiso en la vida, y él ya lo sabe. Igual a veces tengo que escuchar un poco, porque para mí es importante no pelearme con mis hijos, no pelearme con Justo. No quiero pedir permiso, pero tampoco quiero hacer daño.
–El argentino y el sexo: ¿habla más de lo que hace?
–Como yo estoy tan metida en este tema y me aparecen todos los algoritmos, creía que todo el mundo estaba hablando sobre sexo. Pero cuando salís de ese círculo, no podés creer el nivel de ignorancia que hay. Me pasó con un amigo que le dijo a otro que me siga y que cuando vio una foto de una planta que tenía forma de vulva le dijo: “¡Ay no, cómo me voy a meter ahí!”. Hay mucha hipocresía. Nadie te cuenta los fracasos. Todos son Gardel, y la verdad es que nunca terminás de saber lo que hace la gente en su intimidad porque por lo general miente.
–Desde que te separaste, ¿recibís muchas invitaciones para salir?
–Cuando me separé, y mucho antes de Pólvora, nunca más me invitó nadie a nada. ¡Menos un hombre para salir!
–¿Te tienen miedo?
–¡No sé! Obvio que yo no soy una mujer easy going [fácil], pero aunque todo haya avanzado y estemos más evolucionados, acá no cambió nada. Hay cierta dinámica masculina a la que le resulta mucho más fácil conquistar a una fémina debilucha a la que le ofrecen cualquier cosa y está encantada. Pero frente a una mujer que les va a dar un poquito de batalla, ¡arrugan y se van a dormir a su casa! El hombre está en una situación en la que se acerca, pero no quiere compromiso. Hablo con amigas que están solas hace tiempo y les cuesta crear un vínculo amoroso.
–¿Y las aplicaciones de citas?
–Las probé, pero no las termino de entender. No es para mí elegir a alguien por la cara. Es como un álbum de figuritas. Tenés que mostrarme más. Para seducirme es una cuestión de piel, el olor, cómo me miran... De todas formas una tiene que recurrir a todo lo que está a mano, si te quedás en tu casa esperando que aparezca el príncipe azul, sonaste.
–¿Dónde encontrarías a tu príncipe azul?
–En cualquier lado. En el súper, en la clase de yoga, en una muestra de arte. Para conocer gente hay que hacer cosas.
–¿Te mandan mensajes en redes sociales?
–¡Muchísimos! Yo soy muy permisiva, los trato bien. Hay gente que bloquea, pero yo no, porque entiendo que cada uno tiene un mambo.