A los 70, ya recuperada, habla de sus hijos, sus amistades y el reencuentro con Quique Capozzolo
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Lo más impresionante de Graciela Alfano –además de su figura escultural a los 70– es la retórica, esa manera de explicarse y explicar el mundo, de adivinar a quien tiene enfrente, de saltar temas con el talento de una acróbata, de sorprender con frases que podrían imprimirse en remeras.
Partiendo de la base de que detesta victimizarse y militando el humor como método de salvación, cuenta que minutos antes de la entrevista tuvo un ida y vuelta con una desconocida que terminó en abrazo. “Ay Grace, ¿cómo hago para tener ese cuerpo? Porque yo soy de tu misma edad, y mirá”, le dijo la mujer. Y la respuesta de ella dejó helado al entorno: “Mi amor, divina, pero vos tenés dos riñones y yo no”.
Hace apenas dos meses que salió del quirófano y ahora sí, más que nunca, se autodefine como Ave Fénix. Dice que vivió un año difícil, como han sido muchos otros en su vida. Pero que agradece. Siempre agradece porque cree que la vida es un milagro.
–Estás para un libro de autoayuda...
–Todo menos eso. En realidad no me gusta esa palabra, lo trillada que está. No me interesa dar lecciones sino contar la experiencia. Y lo voy a hacer en cualquier momento. Dar charlas sin victimizarme, porque creo que tengo muchas herramientas que me han servido para salir de lugares muy duros. Pude caer bien parada de muchas situaciones difíciles. En realidad con esta vida estoy para una serie, ¿no? (risas). Porque hice de todo. Le dije sí a la vida, a lo prohibido, a lo bueno, a lo que se podía y a lo que no. Experiencia sobra. Y ahora esto de la enfermedad. No creas que no me asusté o reproché. Dije: “La pucha, ¿para qué tanto cuidado toda una vida si ahora me aparecen dos tumores?”. Y el médico me dijo: “Gracias a esa vida ordenada tu otro riñón está fantástico”.
–Y salió todo bien.
–Sí, gracias a Dios no tuve que hacer tratamiento posterior ni nada. Fueron dos operaciones programadas, mucha anestesia en poco tiempo. Pero todo se resolvió con gran éxito. Igual, el proceso y los pensamientos fueron de gran intensidad. Hablé mucho con mis hijos porque había decisiones que tomar: no sobre cómo ellos iban a apoyarme a mí sino yo a ellos. Porque nunca puedo dejar de ser madre.
–¿Cómo reaccionó la familia?
–Se asustaron, pero todo fue maravilloso. ¿Sabés qué pasa? Ser empático y generoso, además del amor incondicional, es un negocio para uno. Gracias a que siempre me ocupé tanto de ellos, todo esto lo pasé mucho mejor. Pero les dije: “Vayan preparándose porque esto es un ensayo. En algún momento va a pasar de verdad”.
–No me digas que pensabas que era el fin...
–Podían haber salido las cosas mal. La vida te marca la cancha como tiene ganas. Yo antes era una persona normal que le tenía mucho miedo a la muerte. Todos sabemos que nos vamos a morir, pero siempre pensamos que le va a pasar primero a otro. Cuando la vida te pone de cara a esa circunstancia, empezás a valorar más, a sentir que cada instante es un milagro. Yo necesitaba esta experiencia para lograr la transformación que estaba proponiendo. Fui un ser espiritual toda mi vida, siempre quería ponerme más amorosa, pero nunca pasaba de la voluntad. Era una disciplina de ser buena: ahora lo soy. Me sale hacer el bien. La verdadera naturaleza del amor salió de mí.
–Vos tuviste una relación complicada con tu madre, pero la cuidaste hasta el último día.
–Fue muy difícil hasta el final, pero creo que las dos hemos sido muy afortunadas. Porque de esa relación tan complicada salió el perdón, la liberación. Pasamos momentos gravísimos, pero el final nos unió. Antes de su partida pude agradecerle el legado del amor incondicional. Porque si bien es cierto que no fue fácil ni seductora conmigo, la amé profundamente. Nos merecíamos esa vuelta.
–La palabra “vuelta” deja picando lo que se comenta. ¿Estás de novia con tu exmarido, Quique Capozzolo?
–La palabra “novio” no se usa más, salvo que tengas 15 años. Solo puedo decir que, en términos generales, hoy hay dos tendencias. Una es casarse con uno mismo, que es lo que estoy proponiendo todo el tiempo. Y la otra es chonguear con el ex. Es lo mejor que hay, fantástico. Uno cambia de pareja, pero siempre está con el mismo modelo. Sin embargo, cuando volvés con una persona del pasado te encontrás con un ser diferente. La relación es absolutamente distinta porque ya tuviste hijos, nietos, otras relaciones. Es tendencia, tengo una lista bien larga de conocidos que lo están practicando.
–¿Mejor malo conocido que bueno por conocer?
–No, porque en ese caso sería volver con el mismo hombre. Y acá lo interesante es la persona que evolucionó desde otro lugar. Es la novedad, pero con alguien con quien ya tuviste otra historia en otro momento de la vida. Entonces se convierte en algo diferente, nutritivo. La familia está mejor. Cuando hay una separación no solo sufren los protagonistas sino todo el entorno. Siento que estoy sanando en todo sentido. Hablo del tronco que uno es. Del árbol genealógico.
–Estás feliz...
–Claro que estoy feliz. Estoy viva, básicamente. Todo está como tiene que estar porque la vida lo quiere de esa manera.
–¿Y te casaste con vos misma?
–Hace años. Con ceremonia, en mi casa. Me puse un vestido, unas flores, hice los votos hasta que la muerte me separe de mí misma, en las buenas y en las malas.
–¿Te arrepentís de haber hecho de “villana” tantos años?
–No, era mi trabajo. Lo que pasa es que hubo personas muy inexpertas que no lo entendieron, jamás comprendieron el show. Algunos creen que actuar es solamente con un guion. Hay que explicarles que existe la improvisación.
–¿Por qué pensás que te salía ese personaje?
–Porque de jovencita, con la carita linda, siempre era la heroína o la nena tonta. Yo toda la vida quería hacer de mala, integrar mi oscuridad, exponer toda mi imaginación.
–¿Tenés amigos en el ambiente?
–Tengo muchísimos amigos en general. Hago una oda a la amistad. Están los de la escuela primaria y secundaria. Y del ambiente artístico más que amigos tengo personas que respeto, quiero y admiro. A Moria Casán la quiero mucho y me divierte como loca. Mirtha es muy amorosa y se preocupó por mi tema de salud con una discreción absoluta. La Borges, que además es mi vecina, es muy cariñosa.
–¿Vas a contar el secreto de la juventud?
–Cada uno con su genética, esa es la verdad. Pero además seamos honestos. Yo recién ahora estoy siendo honesta desde un lugar real. La otra era una honestidad un poquito armada y construida.
–¿Sueños?
–La vida superó mis sueños. Ser abuela de Maia y Nina, las hijas de mi hijo Gonzalo, que son la luz de mis ojos. Soy una madre-suegra que acompaña sin meterse. Mi máxima felicidad es que mi nieta de 3 años me pida dormir arriba mío porque se siente cómoda.