El anonimato y la cuestión lúdica atraen a un público cada vez más amplio en busca de oportunidades
- 6 minutos de lectura'
La puja es entre Napoleón 2018 y Sultán. ¿El botín? Un juego completo (mesa, banquetas y sillas) de jardín de madera teca. “Napoleón, no te puedo esperar más. ¿Vas a ofertar o se lo lleva Sultán?”, se escucha decir desde el otro lado de la pantalla a Hernán, rematador de profesión, a cargo de la subasta Usá Usado, organizada por la empresa Verga Hnos (conocida por las mudanzas). Parece que la oferta de Napoleón se impone, hasta que a último momento Sultán da más y se lleva el lote por 66.000 pesos. Napoleón 2018 tiene su Waterloo online.
Desde que empezó la pandemia, las subastas vía streaming explotaron y se convirtieron en un fenómeno propio de estos tiempos. La imposibilidad de organizarlas de forma presencial hizo que muchas casas tradicionales de remates adaptaran sus sistemas a la nueva normalidad para ofrecer todo tipo de artículos: desde muebles y electrónica (como el caso de Falabella y AFIP) y hasta autos (por ejemplo, YPF y Telefónica lo hicieron por la renovación de unidades) de forma on line, en todos los casos con récord de participantes.
“Arrancamos con los remates virtuales en mayo del año pasado. Veníamos haciéndolos presenciales desde 2002, pero la pandemia frenó todo -dice Jorgelina García, propietaria de Verga Hnos y artífice de Usá Usado-. Fue un verdadero boom, en cada subasta tenemos 200 o 300 nuevos participantes de los 7500 que ya tenemos registrados”, cuenta la propietaria de las empresa, que atribuye el boom de estos remates en línea a dos cuestiones: el anonimato que da la virtualidad y lo lúdico. También los programas norteamericanos como ¿Quién da más? (en el que rematan a ciegas el contenido de una baulera cuyo dueño dejó de pagar) explican el furor por este tipo de formato.
“Participar de una subasta siempre fue algo medio chic; antiguamente era la manera de hacerse de un mueble de calidad. Hoy está al alcance de todos. Ni siquiera hay que ir hasta el lugar y levantar la mano. A muchos eso les daba pudor, pero estar detrás de una computadora, con un nickname y que nadie te vea resulta liberador -sostiene-. También está la parte lúdica y la adrenalina que te da competir contra otro”, analiza.
Desde el comienzo de la pandemia, las tradicionales subastas del Banco Ciudad también se realizan 100% online y cuentan con una variedad de rubros como vehículos, alhajas, inmuebles y arte, que se ofrecen a lo largo de todo el año. Para participar, el interesado se registra como usuario en la solapa de autogestión dentro de https://subastas.bancociudad.com.ar/. Una vez elegida la subasta de interés, realiza una transferencia del monto de caución que habilita a participar (en caso de ser requerido en las condiciones de venta de la subasta), y ya queda habilitado para ofertar.
“Este tipo de subastas bajo formato online permiten que puedan participar personas desde cualquier lugar del país. El público de siempre adoptó de muy buena manera la nueva modalidad y muchos la han descubierto de la mano de la digitalización que impulsó la pandemia -dicen desde el Ciudad-. En cuanto a las ventas, son un éxito las subasta de inmuebles por herencias vacantes que encuentran compradores para más del 80% de las propiedades ofrecidas. Las claves son las bases muy atractivas y el respaldo en toda la operatoria que ofrece la entidad pública”, sostienen. El plato fuerte de agosto y septiembre son unas piezas de arte y alhajas que son un botín codiciado por coleccionistas.
En Verga Hnos las subastas se realizan cada dos fines de semana. En esos días la empresa saca a la venta 300 lotes que se subastan una mitad el viernes y la otra el sábado (pasado mañana hay un remate) y que se pueden ver desde ahora en Usa usado con sus valores de arranque. La subasta es en vivo y para no dejar lugar a dudas, los lotes se muestran a través de una cámara, con imágenes en primer plano de los “detalles” (si los hubiere) de cada uno. Mientras tanto, los rematadores -hay dos que se alternan-, hacen una descripción de lo que se está subastando y animan a los participantes a ofrecer más. “Vamos, Xime Xime, con eso no comprás ni un almohadón”, dicen de un sofá de cuero auténtico que se quieren llevar por la friolera de 30.000 pesos. “Vamos, tengo que cerrar el lote, no puedo esperar tanto. ¿Alguno más?”, apuran.
“En nuestros remates hay de todo: desde antigüedades hasta muebles modernos porque son cosas que la gente que se muda quiere desprenderse y nos las confía para que se las vendamos -cuenta García-. En promedio hacemos unas 5 mudanzas por día, así que la variedad es enorme”. Lo que más destaca la dueña de Verga Hnos es que la pandemia federalizó y hasta internacionalizó los remates. “Al ser on line, participa gente de todas las provincias y hasta países limítrofes: los paraguayos son grandes compradores y cada tres meses mandamos un camión a Formosa con las cosas que compraron y después ellos se encargan de pasarlas; los brasileros buscan antigüedades y piezas muy exclusivas y tienen representantes acá que se los hacen llegar y también tenemos muchos chilenos, a los que les mandamos las cosas a través de un expreso cerca de la frontera”.
Entre lo que la gente da para vender, muchas veces hay verdaderas sorpresas: “En marzo pusimos a la venta un servicio de plata de té y café que sabíamos que era muy valioso. Empezó con un piso de 120.000 pesos pero se terminó vendiendo en 2.200.000. Muchos no saben el valor real de sus objetos, te dicen ‘te mando unos cacharros’ y resulta que entre esos cacharros hay una bandeja de plata. Y también pasa al revés: creen que tienen un juego de cubiertos de plata y en realidad son plateados y no valen mucho. Hay de todo”, admite Jorgelina.
El tema, claro, pasa por el autocontrol. Porque apretar el botón para ofertar suele ser más fácil que levantar la mano. “El secreto es ponerse un precio máximo a pagar, sino se te va la mano y en el afán de pelear con otro superas ese límite -sostiene García-. Muchas veces pasa que la gente se equivoca de botón y en lugar de ofertar 1000 más, aprieta el de 5000 y si vemos que se trata de un error, es posible en esos casos volver atrás. La idea es que todos se vayan contentos y con ganas de volver a participar”.