Modelo y DJ, el hijo del célebre conductor televisivo debuta en el terreno gastronómico con la apertura de Sachi
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Se lo ve cómodo en su flamante lugar en el mundo, con una sonrisa amplia que lo dice todo. Francisco Tinelli (26), hijo del famosísimo conductor y de la bailarina Paula Robles, está encantado con la apertura de Sachi, el restaurante ubicado en Roosevelt 1702 que da que hablar con sus handrolls y su ambiente moderno. Fran, como le dicen cariñosamente, cuenta que todo nació a partir de la oferta de unos amigos de sumarse al proyecto, seguros de que su gusto por lo oriental sería un buen anzuelo. “Confío un montón en ellos, son muy experimentados”, cuenta mientras ofrece una copa de vino blanco e invita a probar el hit de la casa, una apuesta jugada que lleva molleja. Pero la degustación quedará para después porque son las cuatro de la tarde y el día viene intenso, sobre todo para él. “Es que sigo con mis estudios de producción musical. Esto es una arista entre tantas cosas que me gustan y que, por suerte, se van dando –explica–. Soy un melómano, continúo con mi proyecto de música electrónica, me formo y siempre diseño planes a futuro. Quieto jamás”, dice el chico que muchos imaginaban en las pasarelas europeas o tras las cámaras, en el universo paterno.
–¿En qué quedó lo del modelaje? Parecía que ibas por ahí...
–Jugué un rato, me gustó, pero nunca tanto como a Juani, mi hermana, que se animó a instalarse afuera, lanzarse con todo, y le va bomba. Puse la cara en varios lugares y no es que diría que no si surgen cosas copadas, pero no apunto a eso. Me interesa más el detrás de escena.
–Pero trabajaste con tu papá, ¿no?
–Estuve en un proyecto de ficción con la productora, que después no terminó saliendo. A mí me gustan la música y el cine. Me encantan las historias, admiro mucho a los guionistas, a los directores. Me propusieron hacer cosas como actor, pero tampoco es por ahí. Además, si me hubiera interesado, me hubiese puesto a estudiar. La verdad es que me siento más cómodo en el detrás, excepto cuando me pongo a tocar música.
–Se habla de tu timidez, pero no se nota para nada.
–Es que a veces tener bajo perfil se asocia con ser tímido, pero nada que ver. Es más, tuve una secundaria bastante quilombera, rebelde. Soy impecable con lo que me gusta, pero lo que me aburre... bueno. La verdad es que nunca hice el esfuerzo. Pero soy tranquilo y respetuoso.
–Pocas veces das qué hablar. ¿Cómo se logra?
–Me sale en forma natural eso de preservarme. Me lo preguntan mucho y yo también me lo pregunto. Creo que tiene que ver con lo que mamé de mi vieja. No es fácil formar parte de esta familia en la que siempre pasan cosas, pero tampoco es imposible. Mamá siempre supo manejarse, nadar tranquila en aguas mansas, sin exponerse mucho. Y eso a mí me dio mucha tranquilidad y soltura. A mis hermanas las reconocen mucho por la calle, pero a mí muy pocos. Nadie sabe de mi vida privada, que además no tiene nada de especial.
–Bueno, sos el hijo del un conductor y empresario, sinónimo de televisión, que además coqueteó con el fútbol, la política...
–Sí, tampoco voy a negar semejante obviedad. Ser el hijo de Marcelo Tinelli es tener automáticamente un foco puesto sobre tu cabeza. Pero el tema es intentar vivir como si eso no estuviera. El secreto es hacer la tuya, no engancharte con los prejuicios de los demás. Yo a mi papá lo adoro y nunca me pesó su fama.
–¿Qué te divierte hacer con él?
–Mirar tele con él siempre está buenísimo porque opinamos, los temas salen solos. Una vez a la semana o los findes lo hacemos. Crecí con eso, así que me gusta, doy mi punto de vista, me involucro. Somos muy apasionados todos y mi viejo contagia mucho. Siempre hay un clima alegre cuando está él.
–¿Te bancás que lo critiquen?
–[Risas] La verdad es que a esta altura a nadie le importa nada. Pero no desde un lado soberbio, porque desde ya uno siempre prefiere que lo comprendan, lo acompañen, lo apoyen o ponderen. Pero es imposible gustarle a todo el mundo. Nadie, pero nadie puede negar que mi papá tiene un espíritu generador, que va al frente, que apuesta a lo nuevo. Él está convencido de lo que hace. Y ver eso te inspira, te hace crecer bien.
–¿Y ahora entraron ambos en el universo japo?
–¿Por mi restaurante? Un poco sí. Mi papá ya sabe que por acá nada de queso crema ni salmón en nuestras piezas. Y tenía prejuicios con el alga, pero le encantó porque salen crocantes. Igual lo suyo es la cocina italiana. Digo, a la hora de cocinarnos.
–¿Marcelo les cocina mucho?
–Obvio. Hace unas bruschettas buenísimas y ni te digo las pastas, con unas salsas espectaculares. Disfruta mucho. A mí me contagia eso, alegría. Y la generosidad que tiene me hace bien. Eso que logró, de armar una familia enorme y unida, con cero quilombos, es una realidad. Me cuesta explicarlo.
–¿Estás de novio?
–Ahora no, pero soy bastante noviero. Corté a principio de año después de haber tenido dos relaciones largas. Pero ninguna de las dos era del medio. Me gustan las chicas con perfil bajo, que tengan su vida normal, con sus estudios, trabajo, ocupaciones. Me interesa estar cerca de mujeres independientes, que yo pueda admirar. Y si son de otro palo, mejor.
–Entonces, por ahora, cocineras no.
–¿Quién sabe? Alguna sushigirl.
–La cosa es que no sean famosas, ¿va por ahí?
–Me escapo. Conozco tantos famosos que tal vez por eso miro hacia otras partes. Personas lindas hay en todos lados.
–¿Aceptarías el desafío de un MasterChef?
–Dejame estar un ratito más en la cocina y después lo contesto. El tema es que me inhibe un poco la cámara. No sé cómo me sentiría pifiándola en público, con semejante presión.
–Apostaste al país en un momento difícil. ¿Te importa la política?
–No es que no me importe. Me importa el país, pero quiero estar lejos del tema. Jamás opinaría ni me involucraría con nadie vinculado a la política. Yo apuesto al trabajo, confío en eso y ojalá me salga bien. Por ahora, parece que no me equivoqué. Me embalé porque me lo propusieron unos chicos muy experimentados, amigos, en los que confío un montón.
–Con tu proyecto artístico y posibilidades económicas podrías estar en cualquier lugar del mundo. Sin embargo lo intentás en la Argentina.
–Obviamente me gustaría producir y tocar por el mundo, pero tiempo al tiempo. Y como me gustan muchas cosas, elijo hacer.
–¡Un Tinelli sin tatuajes! ¿Qué pasó?
–No, acá tengo uno [señala su brazo]. Solo uno, es un ancla. Papá me había dicho que a los 14 me iba a dejar. Así que cuando cumplí años, solo de calentura, fui y me hice algo.
–Un ancla. Tal vez el símbolo para no vivir sin rumbo...
–Puede ser, sí. Soy muy equilibrado, cosa que agradezco.
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