El boom inmobiliario de Villa Crespo responde a la demanda de un público más joven y familiar; la movida foodie acompaña el fenómeno
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“Tiene mucha onda, siempre hay algo nuevo para descubrir. No es pretencioso, es diverso y hay de todo”. Carolina F., escenógrafa, ensaya su propia teoría sobre las razones por las cuales Villa Crespo se está transformando en el barrio donde todos quieren vivir. El fenómeno se advierte en el sector inmobiliario pero también en el gastronómico, con nuevas propuestas de autor que acompañan el boom de edificios premium con amenities.
Según un estudio elaborado por el portal Properati, Villa Crespo es uno de los tres barrios que más proyectos inmobiliarios tiene en oferta dentro de Capital Federal, junto con Almagro y Caballito: “Hay 10 desarrollos disponibles. Según las búsquedas de 2021, entre enero y julio la tendencia refleja que el mercado tiende a ser más familiar, con demanda de departamentos de dos ambientes”, señala Ricardo Meneses, analista de datos de Properati y agrega que el promedio de venta es de U$S 2464 el m2.
Muchos le adjudican el éxito al efecto catarata y la saturación de Palermo. Pero otros hablan de un atributo intangible: Villa Crespo es un barrio-barrio, con identidad propia y pertenencia. Los “nyc”, nacidos y criados, dan cuenta de este proceso de transformación. Terceras generaciones de vecinos que crecieron entre los repuestos de la Avenida Warnes y las hazañas del Club Atlanta, leales a sus raíces, apuestan y se quedan. Un fervor bohemio cuyo entusiasmo cruza fronteras.
“Es la mejor decisión que pudimos tomar. Las calles son más seguras y la zona es más tranquila que Palermo, donde vivimos siempre. Acá nos sentimos muy cómodos. No solo cierra en términos económicos sino que además encontramos la calidad que buscábamos y en mejores condiciones”, dicen Natalí Mild y Leandro Schonholz, papás de Camila y Nicolás, que se mudaron a una de las nuevas torres de Padilla al 900.
Por sus espacios abiertos, costos accesibles y conectividad los brokers lo posicionan como uno de los barrios que más crecerá en la ciudad pospandémica. Está delimitado por las vías del Ferrocarril General San Martín, Av. Dorrego, Av. Warnes, Paysandú, Av. San Martín, Av. Gaona, Av. Ángel Gallardo, Av. Estado de Israel y Av. Córdoba. Comparte la Comuna 15 con Chacarita al noroeste, Palermo al noreste, Almagro al sudeste, Caballito al sur, y La Paternal al oeste. Su fortaleza, justamente, reside en afianzar una personalidad propia, forjada desde 1888. El barrio que nació junto al Arroyo Maldonado –entubado bajo la Av.Juan B.Justo– lleva el apellido del intendente Municipal Dr. Antonio F. Crespo, quien apadrinó una de las primeras industrias: la “Fábrica Nacional de Calzado”, en Gurruchaga y Murillo.
De las primeras curtiembres a la memoria emotiva de los inmigrantes rusos, polacos, sefaradíes, españoles e italianos. De los talleres y fábricas a la efervescencia actual que desborda de teatros y centros culturales autogestivos. Hoy esa impronta sigue intacta, reforzada por su tipología de PH, casas tipo chorizos, garajes, depósitos o viejas fábricas que cotizan en alza y se reconvierten. El caso de El Mercat Villa Crespo, un nuevo polo gastronómico instalado en una ex fábrica de carteras, es uno de los ejemplos recientes. La explosión gastronómica se refleja en números: solo entre 2020 y 2021 fueron otorgados 52 permisos para usos de bares o restaurantes, según Martín Garcilazo, presidente de la Comuna.
Si a estos atributos le sumamos la conectividad, la fórmula resulta imbatible. Villa Crespo cuenta con 60 líneas de colectivos, el trazado del Subte B, el Metrobús, Centro de Trasbordo y las líneas de trenes Urquiza y San Martín. Además, 19 kilómetros de bicisendas, que incluyen el último tramo de 8,8 kilómetros recién incorporados a la Av. Corrientes.
Cuando Gonzalo Losada, 23 años, contador y Karina Franco, 25 años, Lic. en Relaciones Públicas, pusieron sobre la mesa estos datos se decidieron por Villa Crespo: “Venimos de Flores y lo elegimos porque es una zona de casas bajas que, al mismo tiempo, está pegado a Palermo y todo su movimiento. Vemos el potencial y aprovechamos para capitalizarlo a futuro. No paramos de recorrerlo a bici o a pie para empaparnos de todos los lugares interesantes que tiene”, dice Gonzalo.
Lucas Díaz, cofundador de la proptech Mudafy, plantea que en el escenario pospandémico se valoran los proyectos de escalas acotadas. “Los PH urbanos, con buen diseño, menos vecinos, de alturas bajas y medias que garantizan ambientes luminosos y buenas vistas. Además, los costos son accesibles, un dato que potencia el interés de inversores”, señala. Para Gabriela Roig, co fundadora de Mujeres de Real Estate, el boom era solo una cuestión de tiempo: “Inevitablemente Palermo iba a empujar. Este movimiento consolida un crecimiento natural donde quedan en blanco sobre negro las virtudes de tranquilidad, apertura y seguridad”, dice la broker.
Los PH son los grandes ganadores de la pandemia que impulsó las búsquedas de espacios flexibles, luminosos, abiertos y con cielo propio. El arquitecto Matías Frazzi subraya que estas tipologías populares del siglo pasado “fueron desapareciendo por el auge del mercado. Hoy hay una gran oportunidad para repensar los PH, que ofrecen calidades diferentes y muy requeridas, la búsqueda de una ciudad más amable, que piense en el pasado para reelaborar el futuro”.
Para los brokers Damián Krell y Uriel Ullisky el diferencial es la fidelidad de sus vecinos: “La gente no se quiere ir. Los desarrolladores tomaron nota y empezaron a construir para los de 30 y 40 años, que tienen resuelta la dinámica en el barrio y buscan viviendas más chicas, proyectos variados con amenities que no tienen nada que envidiarle a los proyectos premium. La cercanía con el Parque Centenario, la variedad de escuelas y la conectividad son factores clave”.
Palermo Crespo es uno de los nuevos edificios en obra. “Lo mejor de los dos barrios en un solo proyecto”, reza el cartel en Gurruchaga 1152. A una cuadra de la avenida Córdoba, Federico Bertolotti, socio gerente de la inmobiliaria que hace 30 años trabaja en el barrio, destaca que este nombre “resume un poco el derrame de Palermo, pero también refuerza la identidad del barrio que está creciendo. Entre los motivos, la zona de Av. Juan B.Justo y Camargo ya no es tapa de los diarios por las inundaciones. Y la demolición del emblemático puente de Juan B.Justo liberó las conexiones con Chacarita. Esos terrenos antes no valían nada”, dice Bertolotti, con cuatro proyectos en construcción.
Palermo Crespo se convirtió en uno de los flyers de promoción de Sociología Urbana, la cátedra de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA que analiza fenómenos urbanos. “La foto de ‘Palermo Crespo’ es muy elocuente en relación a los procesos de cambio que soporta la ciudad en general y el barrio en especial. Es notable que en un barrio con mucha fuerza identitaria recurran al imaginario palermitano como foco de atención (que por otra parte, se estableció como adjetivo, una suerte de ‘ponele Palermo a todo’) que denota cierto empobrecimiento de las estrategias de venta, la invisibilización de las identidades locales. Es improbable que a los vecinos les agrade esta denominación que de hecho, parece ser una oferta que no los incluye”, explican en la cátedra.
Impronta cultural y diversa
Casonas que alojan coworkings o huertas urbanas, como Sitopia, en Lerma al 500. Casas chorizos reconvertidas en ateliers o galerías de arte, como Microgalería (Loyola 514) y Moira Galería (Thames 608). “Todos los días pueden funcionar como fines de semana. El arte y la cultura están al alcance de la mano”, apunta Gabriela Hernández, estudiante de psicología, que chequea las novedades en los sitios de clicvillacrespo.com (el entramado cultural ganador del programa Barrios Creativos), @amovillacrespo (publicación barrial) y @brillacrespo, que el próximo fin de semana organiza la segunda edición virtual de la Feria Sustentable. Por otra parte, hoy y mañana se desarrolla el Roshashaná Urbano, una iniciativa de la fundación Limud BA, “una fiesta de cultura judía en la diversidad y la pluralidad”.
Del Conventillo de la Paloma, las casas de Osvaldo Pugliese y Leopoldo Marechal y el mítico café San Bernardo, entre otros hitos, hoy Villa Crespo crece y se transforma preservando la huella que dejaron los inmigrantes y hoy celebran las nuevas generaciones.
El circuito gourmet, la otra pata del crecimiento
Entre las novedades figura Casa Tinta, un emprendimiento que resume las claves del éxito de los recién llegados: atendido por sus dueños, en casonas antiguas o de impronta industrial y cuya oferta se ramifica en varios rubros. Vinos, libros y cenas de 3 pasos es la consigna del local de Remedios Escalada de San Martín 631 que inauguraron este año Verónica Zotta, Maite González Poljak y Anahí Naveda. “Se armó una comunidad de pequeños comerciantes que ofrecen cosas distintas en una zona que sigue siendo barrio pero apuesta fuerte a lo cultural”, señalan las dueñas. Ejemplos de ellos son el bar Bilbo, la librería Punk especializada en fanzines, el vivero Planta y Circe, fábrica de arte y coworking.
Compartiendo medianera con Chacarita también abrió Chuí Restaurante (Loyola 1250). Pegado a las vías elevadas del San Martín, el baldío se transformó en un patio urbano secreto, con muebles de madera recuperada de los durmientes del ferrocarril. Menú veggie con productos orgánicos y regionales, hornos de barro, braseros y el tanque de agua original acompañan la propuesta.
Las recetas de la bobe Dorita, de 93 años, se están por develar en El Chiri de Villa Kreplaj, el restaurante que se inaugurará en 15 días en Acevedo y J.R. de Velasco, de la mano de su nieto Juan Pablo Gorban. “Ponele jrein a tu vida” reza el logo. Los knishes de papa y los pletzalej (platos tradicionales de la comunidad judía) también se encuentran en Moisha del nuevo mercado gastronómico de Thames 747. Instalado en una antigua fábrica de carteras, la consigna de El Mercat “menos súper más mercado” domina los 3 pisos del espacio que reúne 38 propuestas, entre chocolates de diseño, ramen y cilindros dulces y salados típicos del street food húngaro. Otros que tuvieron buena recepción: C.A.N.C.H.A. pizzas de autor en Loyola al 900, Oh’No! Lulu, un tiki Bar en Araoz 1009 y la dupla de F5: Atelier La Fuerza, de día y cantina de noche en la misma esquina de Julián Alvarez y Jufré donde funcionó el bodegón La Mamma Rosa durante 34 años.