En la provincia de Buenos Aires, resisten el paso de los años y son sede de picadas, tragos y costumbres de la vida gaucha
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Ahí, entre caminos de tierra, en los montes o grandes extensiones de sembrados, cerca de pueblos y carreteras de asfalto, el gaucho, el paisano y el viajero encuentran descanso en la pulpería. Entrando la noche, junto a coplas y guitarras, disfrutan de tragos y picadas memorables. Pero aunque parece una postal del 1800, la escena ocurre aquí mismo, a kilómetros de Capital Federal: hoy, cualquiera que decida visitar estos lugares emblemáticos emprenderá, también, un viaje en el tiempo.
El fin de semana largo que se avecina es el momento ideal para ir a estas tabernas campestres: en su interior nunca falta agua ardiente, caña quemada o licores que se sirven después de la caída del sol. También hay fiambres, empanadas y asados. Y coplas, payadas, cartas… Incluso un palenque para desensillar y atar caballos.
Dispersas en la provincia de Buenos Aires, las pulperías originales con reja de hierro que defendieron a los pulperos de las peleas de malvivientes a punta de cuchillo, no son más de media decena en este territorio.
Claro que también hay otro puñado de almacenes de campo o boliches de ramos generales que cumplen la función de abastecer de enseres, proveer de alcohol y ser punto de encuentro. Sin reja original, cuentan con los clásicos mostradores de madera y el olor a polvo mezclado con alcohol apenas destilado. Todos resisten la soledad desde hace más de un siglo y ofrecen una oportunidad perfecta para revisitar escenas que transportan al visitante al siglo XIX.
Aquí, algunos mojones que invitan a detenerse para conocer un boliche auténtico.
Esquina de Argúas
Es uno de los más antiguos de estos lugares y, a su vez, está atendido por el más anciano de los pulperos: Generoso Villarino, de 85 años. Él es quien se encarga, estoico, del boliche que se divisa a lo lejos por su mástil y su bandera de la Argentina.
La posta se mantiene en pie desde 1817. Según cuenta la leyenda, José Hernández visitó la pulpería y se inspiró en las escenas aquí vividas para algunos de sus versos del Martín Fierro.
Situada en la huella de la estancia El Durazno, en el partido de Coronel Vidal, fue parada obligada de carretas que se dirigían a Mar del Plata en el siglo XIX. La construcción de adobe, con techo a dos aguas –situada en el campo Tierra Fiel– tiene piso de tierra, mostrador de madera y una antiquísima reja.
Detrás de los barrotes de hierro el pulpero Villarino despacha caña quemada, caña de durazno, ginebra o caña ombú desde que cae el sol. Los viernes a la noche se reúnen puesteros o encargados de estancias vecinas a jugar al truco o a la taba. De día, es cobertizo para el gaucho.
Los Ombúes
En Exaltación de la Cruz, es la única pulpería atendida por una mujer hija y nieta de pulperos. Elsa Insaugarat tiene 67 años y heredó el boliche de su padre Luis y de su abuelo Francisco. El apeadero tiene en la entrada dos enormes árboles que hace siglos dan sombra a los viajeros. La cancha de bochas que solía entretener a los paisanos está cerrada, pero aún hay juegos de cartas, tragos y picadas.
En Semana Santa estará abierta a excepción de las horas de la siesta donde la pulpera toma un descanso: “Solo me tomo los lunes”, dice la mujer de ojos celestes y modales raudos.
San Gervasio
Detrás de un monte sembrado de paraísos y eucaliptos, un rancho y un aljibe descubren sus muros de color rosa tan viejo como el apeadero. Cuando atardece en el campo, la única luz del sol de noche brilla como una estrella en el cielo: aquí, dentro de la pulpería, hay una barra para tomar una caña, una ginebra o una copa de licor para templar el espíritu.
El boliche que lleva el nombre de San Gervasio fue parada, refresco y descanso del viajero desde tiempos en que las carretas no habían sido sustituidas por los autos.
Fundado en 1855 en el paraje Campodónico –a 23 kilómetros de la ruta 51 que conduce a Tapalqué– pertenece a la comunidad de hermanos Salesianos. En otros años fue espacio para pruebas de riendas y jineteada con tropilla. Ahora los gauchos se detienen a jugar a las bochas o al tejo. El trago que sirve el pulpero en vaso de vidrio precede al plato del día: empanadas, picadas o asado, en caso de llegar con aviso. En Semana Santa estará abierto el viernes y el sábado. Se pueden confirmar horarios por IG en @pulperíasangervasio.
Mira Mar
En un paraje rural entre Carlos Casares y Bolívar, la antigua pulpería Mira Mar no tiene vista al océano, sino a la extensa llanura.
Desde este paraje recóndito que también se llama Mira Mar, situado a 30 kilómetros de Bolívar, ofrece copas a los lugareños que hace siglos se proveen en el lugar de las cosas más variadas: desde alpargatas hasta elementos para trabajar la tierra. La pulpería –que aún conserva su reja original frente al mostrador– fue desde 1899 estafeta postal, despacho de prendas de vestir, de herrajes y de alimentos. Y nunca faltaron las copas para invitar a los gauchos que que se tomaban un descanso en el camino.
“Abrimos de martes a viernes desde la tarde hasta la noche. Los fines de semana hay peña. En Semana Santa generalmente hacemos bacalao y empanadas de vigilia”, dice Juan Urrutía, heredero de los primeros pulperos.
Una vez al mes, se organiza una comida grande para los gauchos vecinos. “El 25 de mayo hacemos buseca”, anuncia el pulpero. Para este fin de semana largo y para el festejo patrio es recomendable contactarlos antes por IG (@pulperiamira_mar).
El Recreo
“Tiro al blanco. Cancha de bochas”. El cartel escrito a mano para atraer paisanos data de 1888, siete años después de que se fundara el almacén El Recreo, situado en Chivilcoy. El lugar hoy funciona como museo y tiene una colección de letreros que dan cuenta de las reuniones en el ámbito rural en 1902: “Se prohíbe escupir en el suelo”.
Este almacén que conserva documentos históricos solo se puede visitar el próximo fin de semana, con previa reserva por redes sociales. Por IG (@museoalmacenellrecreo) o por Facebook (Almacen el Recreo).
El Torito
La pulpería se destaca en el paisaje rural de la pampa húmeda en Baradero: es la única de estos pocos boliches que tiene sello postal y un teatro. El rancho tiene un toro pintado en tinte colorado, que da nombre al establecimiento. Un palenque y un arado completan la fachada del recinto construido con ladrillos y adobe que aún conserva su pista de baile al aire libre.
El lugar, que permanece abierto, es centro de referencia de la cultura popular gauchesca. Además del teatro, en el mismo complejo hay una pista de doma donde realizar carreras de sortijas o jineteadas.
En el interior del boliche, sobre el mostrador, se conserva una reja hendida por una puñalada. En las paredes hay pieles de puma, gato montés y zorrino y, en las estanterías, se amontonan una máquina manual para moler maíz, otra para hacer chorizos y un pararrayos de cuatro estrellas. Sobre la barra del mostrador, las botellas de Hesperidina, Cubana sello rojo y Cubana sello verde se confunden con otras de licores añejos.
El lugar visitado por el Che Guevara en 1940 fue declarado de interés cultural por el gobierno. Ahora es visitado por unos pocos paisanos que se acercan a tomar unas copas, entre las jornadas de trabajo. Tan singular es la pulpería, que tiene un sello postal propio. Miles de estampillas con la foto de su reja original dan la vuelta al mundo. Para conocer actividades se puede llamar al 03329-1561-1092.
Almacén Payró
En Payró, partido de Magdalena, frente a la vieja estación de tren, sobre la esquina, se erige una antigua pulpería que lleva el mismo nombre que el pueblo que la alberga. Desde su fundación, en 1875, este boliche supo ser punto de encuentro para aquellos paisanos deseosos de beber unas cañas o jugar a la taba, bolsa de trabajo para chacareros y peones, almacén de ramos generales y estafeta postal. Incluso, años más tarde funcionó como corresponsalía del diario La Nación. Atiende solo con reservas. IG: @pulperiadepayro.
Di Catarina
En Mercedes, junto al puente del río Luján, un cartel anuncia: “La última pulpería. El último Pulpero”. El lugar es de 1830. Fernanda Pozzi, sobrina y ahijada de Roberto Di Catarina, tomó las riendas del apeadero cuando falleció el último pulpero en 2015.
La pulpería que en otros siglos frecuentó Don Segundo Ramírez, inmortalizado por Güiraldes en Don Segundo Sombra, resiste el paso del tiempo. Los fines de semana hay cantores que con bombos y guitarras homenajean los versos del poeta gauchesco. Hay ballet y hay fiestas patrias.
Se ofrecen picadas de queso de campo y salame quintero con empanadas picantes y pasteles. En días feriados hay, también, asado al asador.
Tiene una enorme cantidad de visitantes, y si bien no es excluyente, es recomendable avisar antes de ir (IG: @lapulperiadecachodicatarina).
La Paz
El rancho de adobe establecido en el paraje La Paz desde 1859 y su contiguo almacén de ramos generales son los más emblemáticos de Roque Pérez. Situado en caminos que en el siglo pasado recorrió el gaucho matrero Juan Moreira, ha tenido la audacia de persistir 162 años con sus puertas abiertas hasta hoy. Sirven picadas y aperitivos. En Semana Santa permanecerá cerrado por reparaciones.
Almacén Museo La Protegida
En una esquina de Navarro, a 130 kilómetros de Buenos Aires, transporta a la década de 1920, cuando se inauguró. Fue un almacén de ramos generales que convivía con una pulpería, de la que conserva su espíritu y muchos detalles, como la reja en el mostrador. Atesora la colección personal de objetos, documentos y misceláneas que el coleccionista Raúl Lambert, su dueño, juntó en los últimos 50 años.
Ahora, funciona como un restaurante de minutas: sirven pastas, tablas de fiambres, empanadas varias y bondiola, según el día. Para Semana Santa, abre viernes, sábado y domingo, mediodía y noche. Bulevar 19, esquina 30, Navarro. Reservas: 02227-1558-4179.
Los Principios
En el casco histórico de San Antonio de Areco, el viejo almacén de ramos generales parece congelado en el tiempo. En este boliche también alguna vez desensilló Don Segundo Ramírez, para tomar una copa junto a los parroquianos. De hecho, al frente de la puerta de ingreso hay una foto del hombre que inspiró a Ricardo Güiraldes para construir el mítico personaje de Don Segundo Sombra.
Para saber más de la vida de estos gauchos, el viajero puede hacer una última parada en La Blanqueada, que ya no es pulpería. Es solo museo: pura historia del campo argentino.
La Blanqueda
La pulpería La Blanqueda, ahora museo, está dentro del Parque Criollo, junto al museo Ricardo Güiraldes en los pagos de San Antonio de Areco, a 115 kilómetros de Buenos Aires. Ya no se sirven tragos, pero sigue vivo el ambiente de una auténtica pulpería de hace 150 años, con la típica reja, el mostrador y los estantes cargados de botellas.
En el interior, interpretada por muñecos de cera, una escena muestra a un grupo de gauchos jugando a los naipes ante la mirada del pulpero. Ricardo Güiraldes usa La Blanqueada como escenario en un pasaje de la novela Don Segundo Sombra: el primer encuentro de Don Segundo con Fabio. La Blanqueada fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1999. Abre de 11.15 a 16.30.
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