En el partido de San Andrés de Giles, Cucullú, conocido por los hornos para elaborar ladrillos, que todavía funcionan, propone un viaje al pasado con buen sabor
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Lidia Pagano tiene el pelo blanco prolijamente peinado, la cara bondadosa con un ligero maquillaje, tacos. Tiene 93 años, pero parece mucho menos: se mueve y camina con soltura. Mira con sus ojos acuosos y cuenta que ama el terruño donde nació, Cucullú, del cual fue maestra y directora de la escuela. Aquí todos lo nombran Cucúllo, le cambiaron una letra y lo acentuaron distinto. Porque sí, porque así son los cucullenses, pequeño pueblo cuya calle principal asfaltada, la 9 de Julio, se recorta contra el horizonte de campo verde. Forma parte del partido de San Andrés de Giles, a 100 km de Buenos Aires en dirección a Luján a 4 km de la RN7. Es la mañana y salió el sol bajo el cielo celeste. Los viejos surtidores de nafta en desuso que adornan la vereda de tierra se vuelven la foto obligada de todos los viajeros. Se ven niños jugando solos sin peligro aparente: reina la tranquilidad.
En su cocina impecable donde los rayos de sol se cuelan por la ventana, Lidia cuenta que las fechas de fundación del pueblo que conserva el encanto de pago chico, varían según las fuentes consultadas. Que en 1898 el inmigrante de origen español Juan Simón Cucullú cedió una parcela de sus tierras para la estación del entonces Tranvía Rural, que luego fue Federico Lacroze, más adelante Ferrocarril Central Buenos Aires y luego F.C. General Urquiza. En su derredor se formó el caserío.
María Cecilia Guillet recuerda a su papá Juan Pedro que ya no está. Vino de Salto Argentino, provincia de Buenos Aires, a trabajar en los hornos, que distinguen al pueblo de 1800 habitantes. Los ladrillos, la actividad agrícola-ganadera y los criaderos de pollos son las principales actividades de Cucúllo, donde se festeja la Fiesta del Hornero desde el año 2006. Que no es el pájaro y su casita de barro sino el trabajador del horno que hace esta sacrificada labor de moldear ladrillos artesanales hechos con barro aplastado durante horas. Este año, luego de dos años, se celebrará la fiesta, el domingo 30 de octubre. “Antes se llevaba a los visitantes hasta los hornos para que vieran todo el proceso, pero luego resultó muy complicado, así que directamente se arma una mini demostración en la plaza”, cuenta Cecilia.
En los alrededores de Cucullú se ven algunos de estos hornos y sus ladrillos dispuestos en forma de pirámide para que el viento se cuele dentro de las pilas y las seque. El calor del fuego que los cocina por abajo durante cinco horas también los seca. La tierra que se vuelve barro con el agua más la viruta en los secaderos son la materia prima para confeccionarlos.
Cecilia cuenta que en la década del 40 y 50 había muchos más hornos que ahora, cerca de 50, pero que los de hoy son más grandes. Que en ese entonces vino la inmigración santiagueña, entrerriana y correntina que trajo su canto y la devoción a la Virgen de Itatí, luego la comunidad boliviana, y estas idiosincrasias se colaron en la fisonomía y las costumbres del lugar. Tal es así que, en la panadería de Julio Rossi, que con sus 85 elegantes años se pasea por el pueblo de pocas manzanas, se vende la galleta correntina, que cocinan en el antiguo horno a leña los hermanos López y despacha Daniel Ojeda. De aquí son famosas -y riquísimas- las tortas de chicharrones y las empanadas. La gente viene especialmente de Giles, Azcuénaga, Ruiz, entre otros lugares cercanos, a comprarlas.
En pocas cuadras se concentra todo: la panadería Santa Teresita, el Club Atlético Cucullú, creado en 1929, la capilla de 1960, la escuela N 5 y Casa Gallo, la estrella del lugar. La Estafeta será un nuevo restaurante para disfrutar, aún en construcción.
Para dormir, a principios de este año se inauguró el complejo Los Ceibos de Alejandra Quevedo y Cristian Yacoy. A la vista es una sola casa pero en el interior se descubren cuatro coquetos departamentos con vista al prolijo jardín, la pileta y todo el confort. Ella recibe a los visitantes con una picada de bienvenida; se pueden alojar hasta 4 personas muy cómodas en cada uno. Otros hospedajes posibles en el pueblo son Cucullú, Las Moras y La Guelta.
Lo de Fito
“Al Almacén Casa Gallo lo fundó Jorge, uno de los cuatro hermanos Gallo que vinieron de Cúneo, Italia: dos se instalaron en Cucullú. Mi tatarabuelo Bartolomé se dedicó a la cría de animales y la siembra y su hermano fundó el típico almacén de ramos generales que había en cada pueblo”, cuenta Rodolfo “FIto” Gallo. Hoy el tiempo se detiene entre las paredes de ladrillo a la vista con antigüedades o en el patio con el primer molino que dio agua a las cuatro casas que había en ese entonces. Este sitio hoy es una de las maravillas que atesora este rincón del mundo, donde Fito y Fernanda atienden a los viajeros con cariño.
Abren los fines de semana para servir pastas caseras como los fideos, ñoquis, sorrentinos con hongos o mediterráneos y canelones de verdura. Todo lo que cocinan tiene su versión para celíacos.
Además de platos del día como bondiola al verdeo, pollo, ossobuco al vino tinto o costeletas de cerdo a la criolla al disco, sirven milanesas, bife de chorizo con papas fritas, picadas con excelentes quesos y fiambres de la zona, ensaladas. Algunos días se ofrecen especialidades armenias porque el chef Germán Cáceres prepara platos de ese origen.
“Acá venían a por la copa y las provisiones: ropa, comida, todo, y era un punto de reunión de los tamberos, que jugaban a las cartas y esperaban a que los llamen para despachar su leche. Jorge tuvo 7 hijos con Lucía Angaramo y con el paso del tiempo uno de ellos, Pedrito, tomó las riendas del negocio familiar. Además de trabajar en el almacén fue intendente de San Andrés de Giles de 1973 a 1976. Luego vino un señor que alquiló durante 30 años y lo cerró. Cuando llegamos estuvimos un año o más de obra porque estaba devastado y hubo que cambiar toda la instalación eléctrica… ¡Los cables eran de tela! Hasta lograr su reinaguración, en diciembre de 2018″, cuenta el tataranieto de Bartolomé Gallo con pasión.
Compró los elementos de casas de antigüedades y remates porque muchos de los muebles estaban irrecuperables, pero todo, absolutamente todo, es de época: las heladeras, las vitrinas, algunas botellas que asoman por aquí y por allá. El lugar es bellísimo.
Datos útiles
Cómo llegar. Autopista del Oeste y ruta 7, a 4 km desde el km 94.
Alojamiento. Complejo Los Ceibos. 02325 68-6721. Tarifa: 15.000 por noche por departamento para 4.
Dónde comer. Almacén Casa Gallo. Acceso 9 de julio y La Mariposa. 1161872789. Abre los sábados y domingos al mediodía. Plato del día $1500.
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