A 130 km de Buenos Aires y a 22 de San Andrés de Giles, Espora es de esos lugares fuera del radar que combina estancias, viejos almacenes y, desde hace poco, glamping
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Desde el cielo se ve el recorte de una línea verde en medio de los campos de soja y hacienda en el bellísimo atardecer de Espora, a 130 km de Buenos Aires y a 22 de San Andrés de Giles, a 8 km de tierra de la ruta 7. Se escucha el trinar de miles de pájaros, algunos en peligro de extinción como el chiflón silbador, y hasta el crujido que hacen al huir de los humanos los zorros, los armadillos y los hurones, entre otros animales que viven en el ecosistema que surgió lindero con la explotación agrícola ganadera. Muy de a poco, se ven los trabajos de limpieza: dicen que el tren pronto volverá a funcionar; la esperanza -se sabe- es lo último que se pierde.
El pueblo que se conformó luego de la donación de terrenos de Saturnino Unzué y Juan Culletón y la construcción de la estación en 1908 -como parte de la vía que llegó a Rosario en 1911-, hoy es un paraje de casas, estancias con montes de árboles y fines de semana de cicloturistas y viajeros.
Nadie dejará de visitar la bella estación añosa, un poco venida a menos, adonde Víctor Martínez valora los años que limpiaron las vías junto con la Asociación Amigos del Ferrocarril Belgrano, y cuenta de la zorra que sirvió tantas veces para llevar y traer gente o mercaderías frente a las inclemencias del tiempo. “Durante años mantuvimos las vías como asociación, pero ahora el camión de vías llegó a Mercedes y quien te dice, tal vez el tren que pasaba hasta los 90 por estaciones abandonadas y no tanto como Tuyutí, La Valerosa, Goin, Verdier, Los Angeles y 3 Sargentos, entre otras, vuelva a circular”, se entusiasma.
Imposible, tampoco, pasar por alto el Almacén Espora de Claudio Mateo en el medio de la nada, como si se tratara de una película del desierto. La escuela N°13 resiste a pesar de la baja matrícula, así como Anita Alvis: hace dos años y medio comenzó con la obra y hace uno que se decidió a abrir su restaurante de minutas y almacén junto con tres domos que pronto serán cuatro en modalidad glamping.
Una estancia da alojamiento en forma independiente y en una decena de km se ven dos emprendimientos turísticos más: Estancia Chica (restaurante con pileta en verano) y el Glamping Moray. Para qué más si lo que se ansía son los caminos de tierra sin ruido.
Espora debe su nombre al reconocido marino Tomás Espora, que actuó en las guerras de la Independencia y en las del Brasil, el primer argentino en dar la vuelta al mundo. Este paraje perdido hoy se despierta de la mano del turismo.
Un nuevo glamping
“Hace mucho que buscaba un lugar sin contaminación sonora ni visual. Y Espora tiene eso, porque las estancias que lo rodean impiden que el campo se vuelva tejido urbano. El camino de tierra, que no deja de ser un problema cuando llueve, conserva su esencia rural”, cuenta Anita Alvis.
Hace un año se mudó en forma definitiva junto con su hija más pequeña para hacer un cambio de vida, construir domos y recibir turistas que deseen hacer glamping en carpas con forma de globo. Están equipados con aire acondicionado, ropa de cama, vajilla completa y pava eléctrica. Cuentan con casi 60 m2 donde se distribuyen una cama matrimonial, dos camas individuales, un juego de sillón con mesa, comedor y baño con cabina de ducha.
Se llama Las Goya en honor a la bisabuela de Anita, Jacinta Goya y al resto de las mujeres de la familia. “Con ella cuidaba la quinta, cocinaba, jugaba. Su casa llegaba hasta el arroyo. A ella le debo mucho de lo que soy hoy”, confiesa.
Además, cuenta con un restobar que sirve pizzas, empanadas, carnes a la parrilla, verduras asadas, papas, hamburguesas, tostados, cervezas y tragos. Todo fue hecho con material reciclado: las sillas son tambores, las mesas tienen chapitas y las paredes del restó fueron confeccionadas con botellas.
Almacén Espora
El Almacén se recorta en medio de la nada. “Lo compré en 2008 –cuenta Claudio Mateo–, como casa para caseros porque tengo una chacra a unos kilómetros. Se trataba de un boliche de campo de 1908 venido a menos, y en pandemia lo reciclamos intentando mantener al máximo la estructura original -mostrador, estanterías, techos, pisos-, construyendo una cocina integrada al almacén y unas duchas. Empezaron a venir amigos y de a poco se fue transformando en el Almacén Espora”, explica.
Cuando abre, porque no lo hace todos los fines de semana y mucho menos con pronóstico de lluvia, rotan los cocineros invitados para servir picadas, sándwiches de bondiola hecha a la parrilla con pan casero y papas el disco, opción veggie y sin tacc, ensalada azul, pizzetas y platos del día que puede ser lomo Strogonoff. “No somos la típica parrilla de campo”, aclara mientras ofrece el trago de la casa “Sin barreras” hecho a base de Cynar con agua tónica y albahaca.
Cuenta que “Espora es un paraje muy chiquito porque originalmente de acá hasta Mercedes había sólo una estancia de 60 mil ha de los Duques Álzaga Unzué, San Jacinto. Después los hijos la fueron repartiendo y quedaron 10 mil. Pero tenía una particularidad: una vez que se jubilaban los empleados, los dueños les daban una fracción de tierra en una punta de la estancia. Entonces así se fue formando Espora, de parcelas chiquititas de gente que se jubilaba pero con los hijos y nietos que continuaban trabajando, con una relación directa que hacía que no se alejasen del pueblo. Más tarde fueron adquiridas por gente de Buenos Aires. Hoy en Espora no hay más de 30 personas viviendo en forma permanente”, informa.
El almacén pasó por varios dueños: en la década del 40, 50 Espora tenía el ferrocarril de pasajeros y carga, dos almacenes, una peluquería, la carnicería de Persini. Con la caída del ferrocarril muchos pobladores se fueron y quedó desolado. Finalmente, la casa de campo de los hermanos Segurola ofrece desconexión absoluta para sentirse dueño de un campo de 25 ha. Surgió como tantas ideas en medio de la pandemia. Amalia y Estanislao pertenecen a una familia que entre otras cosas se dedica a la producción agropecuaria y ganadera en la provincia de Buenos Aires.
“Aunque nuestro rumbo en particular iba por el lado del derecho, en 2020, se nos ocurrió incursionar en el campo, pero con otra perspectiva: la del turismo rural, pero con el valor diferencial de que nuestros huéspedes puedan vivirlo desde adentro y como propio”, cuenta Amalia.
Es así que comenzaron a acondicionar la casa de campo familiar, “El Pentágono”, el que fuera adquirido por su bisabuelo alrededor de 1925, para ofrecerlo para alquileres temporarios. Se trata de una casa en medio de una propiedad de 200 ha en la que tienen tanto lotes dedicados a la agricultura como a la ganadería, que sigue su normal funcionamiento, sin alterar la comodidad de los huéspedes.
“Tal fue el éxito y la satisfacción que nos produjo compartir ese lugar en el que transcurrió gran parte de nuestra infancia, que en 2021 comenzamos con la reforma y actualización de Landhütte, otro campo de nuestra familia en el paraje Espora. Aquí, tener que restaurar prácticamente la totalidad de la casa nos dio la oportunidad de pensarla en cada detalle para que el confort sea el máximo, logrando ambientes amplios y funcionales”, cuenta.
El contacto con los animales es aquí protagonista, desde la primera hora de la mañana se puede ver por las ventanas de las habitaciones a las ovejas, vacas, gallinas y caballos en los que eventualmente se puede montar.
A Espora se va a relajarse: es un paraje de paz.
Datos útiles
Alojamiento
Las Goya glamping-bar. El domo cuesta 18.000 pesos la noche con desayuno para dos personas. (02325) 415428.
Almacén Espora. Menú y confirmación de reservas por WA 11 3433 1953.
El Pentágono-Landhütte. Fines de semana $ 85.000, de viernes a las 15 a domingo a las 20, hasta 7 personas. En verano se alquila por quincena. Tel. 02325590574.
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