Desde Mendoza, repasa su carrera y asegura que no piensa en el retiro
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Aunque su lugar en el mundo es Mendoza, Roberto Zaldivar transcurre buena parte de su presente fuera del país. De hecho, nació en New Haven, Connecticut, mientras Roger Eleazar, su padre mendocino, un médico adelantado para la época, realizaba una maestría en la Universidad de Yale.
Hijo único, Roberto nació y creció en el mundo de la oftalmología junto a grandes eminencias. Tal vez por eso, a sus 66 años (y a más de 50 desde su ingreso a la Universidad Nacional de Cuyo, con apenas 16 años), asegura que su suerte estaba echada y que, aunque nunca se sintió obligado a estudiar Medicina, deseaba continuar el legado de su padre.
Desde Estados Unidos, donde se encuentra descansando unos días, recuerda a su padre en diálogo con la nacion, sin disimular su orgullo: “De aquella maestría en 1957, mi padre volvió a su Mendoza natal con grandes innovaciones, como el primer láser de rubí de América Latina, para luego crear un banco de córneas y el instituto Zaldivar. Todo esto, sin dejar de ejercer la docencia ni de brindar charlas y conferencias toda su vida”, repasa.
–¿Qué cree que pensaría su padre de lo que ha venido realizando usted en las últimas décadas?
–Él también se educó en los Estados Unidos, donde yo nací, y luego decidió volver a la Argentina. Llevó adelante una carrera muy tradicional como jefe de servicio y profesor en la facultad durante 30 años. Por supuesto, se sorprendió cuando yo también decidí regresar y apostar en 1985 a una clínica más especializada luego de mi estadía en Boston. Pero seguramente hoy estaría sorprendido y orgulloso, sobre todo al ver a sus nietos: Roger como médico y Mercedes, abogada y encargada de la gestión operativa de las distintas sedes de Buenos Aires, Mendoza y Uruguay. Y obviamente, más orgulloso estaría al comprobar que desde hace 33 años continuamos con la Fundación Zaldivar, una organización que él mismo fundó y que sigue dando apoyo de salud visual a pacientes que no poseen acceso a coberturas médicas.
–¿Usted sigue tan activo como siempre?
–Sí. En estos días regreso a la Argentina para concurrir a un congreso muy importante llamado FACO Extrema, que congregará a profesionales de todo el mundo. Y luego viajaré a Viena, Austria, donde formaré parte del congreso europeo Escrs, que es de lo más importante en nuestra especialidad.
–¿Qué siente usted, que siempre eligió la Argentina, cuando observa que los grandes talentos, en su mayoría jóvenes, emigran en busca de otros horizontes?
–Es triste ver a jóvenes y talentosos profesionales emigrar en busca de mejores oportunidades fuera de la Argentina. Creo que, en realidad, podríamos tener un país rico y brillante en muchos aspectos. No olvidemos que somos cuna de grandes talentos.
–¿Que encontró usted en nuestro país a la hora de desarrollarse profesionalmente?
–Viví en Estados Unidos, donde finalicé mi especialidad y cumplí un cargo importante, y ejercí en uno de los más prestigiosos hospitales de Arabia Saudita. Pero aun con las condiciones adecuadas en el exterior, junto a mi esposa (Stella Gaibazzi) le dimos prioridad a una decisión que tomamos en conjunto, que fue la de regresar a la Argentina y apostar a hacer algo diferente en la clínica de Mendoza.
–¿Y por qué Mendoza?
–Es el lugar de todo el mundo donde me siento más cómodo. El tiempo me dio la razón, ya que hoy es un polo de atracción de turistas nacionales e internacionales. Gente de todas partes del mundo que elige esta provincia incluso para radicarse, tal vez por su modo de vida tranquilo y por su organización. Conozco muchos lugares del mundo, pero el que elegí es Mendoza porque tiene un mix de condiciones que hacen que la vida acá sea placentera: por las distancias, el clima, los amigos, entre otros aspectos.
–Hablando de placeres, ¿cuáles son los suyos?
–Me encantan los deportes, practico todos los que puedo. En este momento estoy jugando al tenis y al paddle, pero practiqué muchos más. Y disfruto ver grandes torneos o campeonatos importantes de tenis, fútbol, rugby. Algunos otros placeres de la vida consisten en juntarme con amigos a cenar y, claro, degustar algunos vinos.
–¿Viajar también es un placer?
–Sí, y si bien lo hago por congresos, me encanta viajar en general, disfrutar y ni hablar si coincide con algún evento deportivo.
–¿Cuál considera que fue su valor agregado para llegar a ser reconocido mundialmente?
–Se dieron muchos factores a favor. Ingresé muy joven a la universidad y egresé de la facultad de Medicina, a los 22 años. Todo tiene su explicación: charlando con un amigo en la secundaria se nos ocurrió rendir libre quinto y pasar directo a la universidad. Una forma de ahorrar un año. Pero más allá de esto, una vez recibido, la beca en Estados Unidos fue clave, porque me permitió llegar a Mendoza con nuevas ideas. Allí comencé a trabajar al lado de mi padre en segmento anterior, es decir, la parte frontal del ojo, cuya principal función es la de enfocar los rayos de luz que penetran en el órgano sobre la retina. Esto, incluyendo cirugía refractiva y de catarata. Si bien mi padre era un adelantado, yo le cambié la cabeza y conmigo inició una nueva etapa. Fue un proceso y un esfuerzo muy grande desarrollar esas ideas.
–¿Cómo se imagina su retiro?
–Nunca lo pienso demasiado ni me lo imagino como un retiro tradicional, sino más bien como un cambio de objetivo, es decir, reemplazando mi actividad profesional con alguna otra tarea. De todos modos, por ahora sigo muy activo y trabajando muchísimo.
–¿Su hijo será su sucesor?
–Creo que la transición con mi hijo Roger será natural, como lo fue la nuestra con mi padre. Él está haciendo un trabajo muy importante, creciendo de forma vertiginosa y con trascendencia internacional, pero todo de manera natural.
–Muchas personalidades famosas como Susana Giménez o Brad Pitt, cuando filmó en Mendoza, le confiaron sus ojos. ¿Por qué cree que lo hicieron?
–Durante mi estadía en Boston compartí mucho tiempo con gente muy importante, no solo médicos, sino políticos, empresarios, entre otros, y eso quizás ha hecho que muchos hoy se sigan atendiendo en la clínica. Yo creo que he tenido la suerte de haber elegido la profesión que me gusta y ejercerla en el lugar indicado. Me siento un privilegiado.
–El año pasado, recibió en Washington uno de los premios más importantes de su carrera por sus contribuciones a la cirugía refractiva. ¿Qué sintió?
–Por primera vez en mi vida, muchísimos nervios y emoción. Pude disfrutar esa recompensa, pero también sufrí bastante, tal vez por la presencia de tantos colegas o por ser el primer extranjero en obtenerlo.
–Tiempo antes había sido incluido en la lista de los 100 oftalmólogos más influyentes del mundo de The Ophtalmologist.
–Esa lista salió de una votación de colegas de todo el mundo. ¿Qué puedo decir? Que se hayan acordado de mí fue un verdadero honor.
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