Trabajó para las mejores marcas y hoy estudia los desórdenes alimentarios que sufren las profesionales del sector
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Nikolett Bogár (Békéscsaba, Hungría, 30 años) lucía hermosa por fuera y se rompía por dentro. Tenía 20 años cuando decidió abandonar la moda. Desfilaba para lo mejor de la industria: Armani, Dolce & Gabbana, Chanel, Dior. Brillaba. Pero era infeliz. “Miserable”, dice. Odiaba su cuerpo a pesar de recibir los aplausos de la pasarela. Tenía anorexia desde antes de los 15 años, cuando entró en el sector. No comía, hacía demasiado deporte, se comparaba con sus compañeras.
Tras publicar el libro The Fas,hion Industry and Eating Disorders ahora está embarcada en una investigación en la Universidad de Semmelweis (Budapest) sobre los vínculos entre la moda y los desórdenes alimentarios. “Existe una prevalencia de sufrir patologías mucho mayor entre las modelos. Los datos deben ayudar a replantear el sector”, reivindica en una conferencia en el hospital de Bellvitge.
–¿Por qué abandonó la industria?
–Tenía una manera muy poco sana de vivir. Era infeliz, me sentía miserable. Sentía que únicamente me importaba comer muy poco, hacer mucho deporte, estar pendiente de mi imagen y mantenerme delgada. No tenía otros objetivos. Incluso cuando tenía éxito no era satisfactorio. Estaba frustrada con mi vida, a pesar de que desde fuera pudiera verse lo contrario.
–¿Es común esta sensación en la profesión?
–No sé si es muy común, pero conozco a compañeras que pasaron por lo mismo. Las modelos somos valiosas por nuestro aspecto. Nada más. Los otros ámbitos de nuestra personalidad no tienen ninguna importancia y a nadie le importa cómo eres, qué te gusta y qué no. Solo cuenta cómo luces y en cierto punto es degradante.
–¿Cómo entró en la moda?
–A los 15 años fui a una competencia de modelos. Yo no quería serlo, sino estar lo suficientemente delgada como para ser considerada como buena. Acabé ganando y acepté la oportunidad de iniciar una carrera, pero a los tres años ya me di cuenta de que aquello no me gustaba. Entonces ya tenía un trastorno alimentario [duró entre cinco y seis años], del que me recuperé dos años después de dejar la industria. Trabajar como modelo limitó claramente mi recuperación.
–Ahora usted estudia la relación entre la moda y los TCA. ¿La industria favorece los desórdenes alimentarios?
–Te lleva a estar muy, muy delgada. Mi investigación detecta que un 14,6% de las modelos tiene síntomas de anorexia subclínica, mientras que en el grupo control es de un 2,7%. Es una prevalencia significativamente más alta.
–¿De quién es responsabilidad?
–Todos culpan a otro. Podríamos decir que los agentes presionan a las modelos, pero ellos defienden que representan las necesidades de otros clientes: revistas, fotógrafos, diseñadores; que a su vez te dirán que los clientes compran la ropa que comercializan con los parámetros actuales de belleza y que es consecuencia de ello. Es un círculo vicioso que solo puede romperse con un cambio en la industria.
–¿Cómo es la presión de la industria y los agentes?
–Yo sufría anorexia y mi agente me utilizaba como ejemplo. Estaba superdelgada, no comía y él decía: “Tenéis que estar como ella. Si ella puede hacerlo, vosotras también”. Él presionaba a las otras así, y yo me presionaba aún más a mí misma para estar más delgada.
–¿Es fácil sentirse culpable y sentir que no se hace lo suficiente?
–Me pasaba todo el rato. Sentía que tenía que adelgazar más, me comparaba con las otras, les miraba las piernas o si su estómago era más plano que el mío. Era todo el rato así. Estuve muchos meses sin casi comer nada, hacía deporte cada día, caminaba a todos lados para adelgazar más…
–La presión salarial también limita la detección y la recuperación de los trastornos.
–Las modelos pueden tener miles de euros de deuda con sus agencias. Es un problema grave. Al principio pagan por tus viajes y tu estancia, y luego tienes que devolver el dinero. Si quieres trabajar internacionalmente tienes que estar en París o en Milán, vivir allí, ir a castings. No te contratan estando en Hungría. Tienes que estar allí mucho tiempo para darte a conocer. A veces te contratan y te pagan 10.000 euros por una sesión, pero quizás no vuelves a trabajar en un año. Es un problema, porque te quedas sin fondos y no puedes pagar las deudas. Es algo común.
–Los gobiernos intentan regular la industria con pesos mínimos. ¿Son útiles?
–No. Las marcas y los agentes tienen estrategias para esquivar cualquier regulación. Una vez trabajé en Madrid, donde teníamos que garantizar un mínimo del índice de masa corporal (IMC). Fuimos a hacer la comprobación obligatoria con objetos pesantes ubicados debajo de la ropa para falsear el certificado. Los agentes nos dijeron que teníamos que hacerlo así, con ropa holgada, porque si no, no podríamos participar. No son casos aislados. Una chica que participa en mi investigación me explicó su caso: consiguió un certificado médico para seis meses, y al cabo de un mes ya había perdido todo el peso otra vez. Certificaba que tenía un IMC que realmente no tenía.
–¿Qué medidas exige la industria?
–Piden por debajo del tradicional 90-60-90. Ahora en la haute couture (alta costura) buscan dos centímetros menos en las caderas, que es muy poco para modelos altas. Lo mismo con la cintura o el pecho.
–¿Es posible cumplir estos requisitos sin sufrir?
–Para algunas sí. No sufre todo el mundo, pero para la mayoría es duro. Tienen que hacer dieta estricta, deporte… Es necesario replantear la industria a través de datos, estudios y estadísticas, porque si no es extremadamente difícil cambiar algo. Tenemos que realizar estudios longitudinales para ver la relación entre los años vinculados a la moda y el impacto en los desórdenes. Yo estaba orgullosa de ser más delgada que el resto. Les juzgaba porque sentía que estaban más gordos que yo.
–¿Cuál es el proceso para recuperarse?
–Fue muy difícil. Me di cuenta de que no quería vivir como vivía y tener una vida de mierda, siempre enferma. Cuando me di cuenta empecé a quedar con amigos, a mimetizar lo que hacían: supe qué era una porción de comida normal, las tallas normales… Empecé a comer más y a vivir más. Mi vida empezó a tener más color y yo a ser más feliz. Fue un ciclo positivo.
–¿Cómo actúa la industria con los desórdenes?
–Cierra los ojos. No hay ningún tipo de ayuda porque tampoco les interesa que esto desaparezca. Si quieres recuperarte de un trastorno necesitas ganar peso. Y si esto ocurre, estás fuera.
–La sociedad ha evolucionado en materia de feminismo. ¿La industria de la moda se ha quedado atrás?
–Hay más modelos con curvas que antes, pero la gran mayoría siguen siendo muy delgadas. De cada 100 profesionales, cuatro tienen curvas y el resto son superdelgadas.
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