En la ciudad de Hollywood, el hotel y casino Hard Rock cautiva a locales y turistas con su flamante edificio de 137 metros de alto y 638 habitaciones que se ilumina por las noches
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FORT LAUDERDALE.–Un hotel con forma de guitarra gigantesca; una costanera peatonal con negocios, restaurantes y recitales gratuitos a la orilla del mar; un rincón bohemio con murales, bares y ropa de autor; o un pueblo playero con calles coloridas para comer con vista al océano son algunos de los atractivos que tiene el condado de Broward, al norte de Miami. Desde que la ciudad de las palmeras se volvió boom turístico en los años 90, acaparó guías y notas periodísticas con sus atractivos. Sin embargo, el condado que linda hacia el norte ofrece joyas tal vez menos renombradas, pero igual o más bellas, en un ambiente más americano y cada vez más de moda. Desde la ampliación edilicia y de vuelos internacionales del aeropuerto de Fort Lauderdale, la otrora hermana menor de Miami, es ya un atractivo turístico en sí mismo.
La última adquisición es una imponente guitarra. En la ciudad de Hollywood, el hotel y casino Hard Rock tiene ahora un edificio emblemático que recibe turistas por su curiosa arquitectura: una guitarra de 137 metros de alto (el doble que el Obelisco), que se ilumina por las noches con distintos efectos visuales y colores.
Es imposible no girar la vista desde una calle o una autopista para mirarla. Es imposible no verla. Es imposible no admirarla.
Alberga 638 habitaciones de hotel a un costo que raramente baje de los US$500 la noche. Tiene estacionamiento gratuito y quienes no estén allí alojados pueden visitarla parcialmente. Debajo de la guitarra hay un paseo comercial, más de una docena de restaurantes, casino y un hall con un pequeño show de luces y sonido. Desde el último piso del estacionamiento se logra la ansiada foto con la totalidad del esqueleto detrás. Lo ideal es visitarla durante la caída del sol, pues se encienden las luces y se observa el láser que continúa el mástil de la guitarra hacia el cielo.
Unos minutos al este, el Broadwalk es un imperdible para todo turista que disfrute de tardes de playa y música. Se trata de una costanera de unos tres kilómetros de largo, con restaurantes y tiendas en su parte más céntrica. Desde que se construyó el Margaritaville unos años atrás, la rambla se volvió más concurrida. Justo detrás del hotel, besando la arena (Michigan Street y N Surf Rd) está el anfiteatro al aire libre que reúne artistas de miércoles a domingo de 19 a 21. Los recitales son gratis (en general rock contemporáneo, country o éxitos de los 80 y 90), y se puede encontrar el programa en: https://www.margaritavillehollywoodbeachresort.com/live-entertainment-schedule/
Se alquilan bicicletas para 4 o 6 personas, y cenar una pizza grande y una jarra de cerveza en cualquiera de sus pequeños locales cuesta unos US$25. Hay heladerías, tiendas de souvenirs y playa. Una ola artificial invita a hacer surf en una pileta a cambio de unos dólares. Mirar la experiencia de otros puede ser divertido. Lo ideal es ir de jueves a domingo. El resto de los días el Broadwalk tiene algunos negocios cerrados.
Hacia el norte, The Yard, en Wilton Manors, es un rincón de Fort Lauderdale al que solo llegará con dirección en mano (2430 NE 13th Ave, Wilton Manors, FL 33305). Se esconde en un colorido corazón de manzana, al fondo de una calle con viejas casas grises. Se lo conoce como Mercado del Patio, y tiene el piso pintado en olas de colores. Ofrece tres restaurantes informales muy pintorescos, un mercado de pulgas, y coloridos murales firmados por artistas, como si fuera un mini Wynwood de Miami. Una casa rodante metalizada brillante vende ropa de autor y según el día de semana puede haber desde clase de yoga al aire libre, hasta feria hippie.
El Alquimista es el café más concurrido, con espíritu bohemio decorado en madera y chapa, y su menú en un pizarrón. Lo más lindo es sentarse afuera bajo sus pérgolas y sombrillas. Vende desde ensaladas hasta wafles. Al lado está La Mexicana, también en colores vivos con un cartel de madera clavado escrito a mano que anuncia “tacos gratis mañana”.
A apenas diez minutos yendo al noreste, Lauderdale by the Sea es un pequeño pueblito costero muy americano, con bares sobre las dos cuadras de Commercial Boulevard hasta que choca con el mar. Allí nace el muelle que alberga a Anglins Beach Café, con mesas y banquetas rústicas en un espacio semicubierto sobre la playa. Con un presupuesto un poco más elevado, para comer desde hamburguesas a mariscos al lado está Aruba Beach Café, cerrado y con aire acondicionado, con vista a la arena y el mar.
Su playa es uno de los puntos buscados para hacer snorkel, dado que a 90 metros de la costa hay arrecifes de coral. El pueblito se completa con negocios y hoteles familiares pequeños, porque Lauderdale by the Sea no quiere crecer. Se define como una villa orgullosa de ser distinta a sus grandes vecinos del norte y sur (Fort Lauderdale y Pompano Beach), con un aire al viejo Florida, y donde todo se puede hacer a pie. El único atuendo requerido son ojotas y traje de baño.
Por último, si se trata de compras, entre muchos shoppings uno de los más lindos de Broward es The Shops at Pembroke Gardens. Es un paseo comercial a cielo abierto que comprende una intersección de apenas dos calles, con aire a villa italiana. Tiene opciones para comer como Cheesecake Factory, Starbucks, Lime, o Fuddruckers, y tiendas como Hollister, Victoria Secret o Barnes & Noble, entre otras.
El precio de las comidas dentro del hotel
Si bien hay más de una docena de restaurantes en el paseo comercial que cobija la guitarra del Hard Rock Casino, el clásico restaurante homónimo es una de las opciones más famosas para comer. Una hamburguesa completa cuesta 17 dólares, mientras que un plato de ribs, salmón o carne oscila entre los 25 a 40 dólares con acompañamiento. Hay que sumarle siempre un mínimo de 15% en propinas.
Si la billetera no es escollo, hay gastronomía del mundo entero y para todos los gustos: Abiaka (parrilla), Cipresso (italiano), Council Oak (pescado y mariscos), Kuro (japonés), Bae (coreano), o Markys Caviar (francesa) entre otros.
Este último es el más costoso, aunque no es imposible. Unas rabas o caracoles en Marky’s cuestan 18 dólares, un sándwich de salmón 20 dólares, y las ensaladas entre 15 y 20 dólares. La clave es pronunciar bien al elegir el plato, para evitar malos entendidos. Porque el menú de Marky’s también ofrece opciones para ricos, como por ejemplo 100 gramos de caviar Osetra (uno de los tipos más caros) por 1565 dólares, de beluga a 725 dólares, o 30 gramos de un mix de caviares por nada menos que 800 dólares. ¿Mucho dinero para tragárselo en segundos? Dentro de la guitarra también hay un patio de comidas con opción de pizza o hamburguesa a cambio de unos 15 dólares. Y si eso aún es caro, cruzando la calle hay un McDonald’s.
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