Creada por un bailarín húngaro, propone movimientos fluidos que aumentan la flexibilidad y sirven para alinear la columna
- 4 minutos de lectura'
Todo empezó con Juliu Horvath, un bailarín y deportista húngaro-rumano que, allá por los años 80, buscaba recuperarse de una lesión en el talón de Aquiles y aliviar los dolores que las actividades físicas solían generarle. Con dos sillas viejas, Horvath delineó los bocetos de un artefacto que, según imaginó, permitiría ejercer movimientos con una resistencia similar a la que se encuentra al moverse dentro del agua, con nulo impacto en las articulaciones. Nacía, así, el Gyrotonic, una disciplina que creció en Nueva York y hoy gana popularidad en nuestro país, asociada generalmente al Pilates, que también se realiza con máquinas o movimientos inspirados en su funcionamiento. El Gyrotonic, sin embargo, propone movimientos más fluidos, circulares y ondulatorios.
Son muchas las celebridades internacionales que adoptaron este método de entrenamiento: Madonna, Sting y Gwyneth Paltrow hablaron de sus bondades mientras que Tiger Woods, Shaquille Oneal y el tenista Andy Murray lo aprobaron desde el mundo del deporte. Murray, de hecho, trabaja con estos ejercicios su movilidad y el giro de cintura que hace para golpear la bola.
Sandra Messina, bailarina de tango y primera certified Gyrotonic® Master Trainer en Argentina, asegura que en nuestro país ya pasaron por las máquinas Carlos Tevez, Maximiliano Guerra y Nacha Guevara.
Aunque los primeros en acercarse fueron bailarines, actores, cantantes y deportistas (es decir, gente que trabaja con la exposición y el movimiento de su cuerpo), Messina plantea que “lo interesante es que se puede adaptar a personas de cualquier edad y condición que busquen mejoras en su físico, aumento de la concentración y autoconocimiento”.
“Quienes practican con constancia Gyrotonic salen con un mayor rango de movimiento. Los ejercicios que propone la máquina ayudan a la apertura de articulaciones y estimulan fundamentalmente el sistema nervioso central. Cada movimiento está ligado con el otro, por eso decimos que es como un baile. Se trabaja, además, la respiración y el equilibrio”, aporta María Gabriela González, desde el primer estudio certificado del país, al mando de Corina de la Rosa, instalado en el barrio porteño de Boedo hace 15 años.
Las clases pueden ser grupales, pero los ejercicios se plantean de acuerdo a las necesidades y capacidades de cada participante.
La variable llamada Gyrokinesis, a su vez, es la que se realiza sobre el piso, en colchonetas o de pie, pero sin máquinas. Originariamente, esta rama fue llamada por Horvath “yoga para bailarines”. Se trata de clases más fluidas, en las que se trabaja con el peso del mismo cuerpo y el centro pasa principalmente por la respiración.
“Cuando hablamos de ejercicios de no-fuerza muchas veces se interpreta erróneamente que el cuerpo no trabaja, que no hace nada. Y es todo lo contrario: hablamos de no-fuerza cuando trabajamos de adentro hacia afuera evitando impactar primero en el músculo”, agrega Gabriela.
Al centrarse en la respiración, se estimula el sistema nervioso central y eso genera una sensación de calma, bienestar, claridad mental y un estado libre de estrés al terminar la clase. “No se trata de una relajación al 100%. La maquinaria corporal sigue activa, renovando la energía”, detalla la instructora.
El hecho de que no sea un sistemas de ejercicios lineales lo diferencia de otras disciplinas, consideradas bidimensionales, frente a la tridimensión que aquí se propone, con movimientos esféricos y en todas las direcciones.
Actualmente, hay cuatro estudios oficiales en el país, más algunas instructoras licenciadas que poseen una máquina y dan clases personalizadas, individuales, en sus domicilios. Por eso, todavía se considera una práctica exclusiva. Las precursoras confirman que son pocas las entrenadoras con permisos oficiales y que parte de su trabajo es seguir fomentando el método para que pueda llegar a más personas. Entienden que las técnicas tienen la versatilidad de adaptarse a programas de alto rendimiento como complemento para atletas y bailarines, pero también de formar parte de rehabilitaciones motoras y psíquicas. El público es amplio y dinámico.
Esperan, también, que en el futuro sean más las personas que inviertan en la formación y adquisición de las máquinas, volviendo más popular la disciplina en nuestro país.