Reúne a varios equipos profesionales de videojuegos, compuestos por jugadores con una edad promedio de 20 años
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“Una de las tantas cosas que me enseñó el fútbol”, escribió el Kun Agüero en su cuenta de Instagram en diciembre del año pasado, “es que se puede transformar una derrota en victoria”. La derrota a la que se refería era nada menos que su retiro del deporte profesional por una arritmia cardíaca maligna, detectada después de un partido del Barcelona contra el Alavés por la Liga de España. Y el plan para transformarla en una victoria estaba en marcha desde hacía aproximadamente un año, momento en el que –todavía como jugador del Manchester City de Inglaterra–, el Kun constituyó la sociedad Slak eSports con el siguiente objeto social: “Creación y gestión de equipos profesionales para la competición en torneos de deporte electrónico”. Era el primer paso del camino que desembocaría en Krü, el club de esports que Agüero fundó durante la pandemia en busca de nuevas alegrías.
Pero, ¿qué son exactamente los esports y cómo funciona un equipo profesional de videojuegos? Un ejemplo: tres días antes de que el Kun anunciara su retiro, se disputaba en Berlín la última jornada del mundial de Valorant, un juego de tiros en primera persona que hoy promedia 14 millones de usuarios mensuales alrededor del mundo (hasta hace poco, el más popular de estos juegos, conocidos como “shooters tácticos”, era el Counter Strike). La dinámica del Valorant es sencilla. Se enfrentan dos equipos de cinco jugadores. Cada jugador maneja a un personaje armado. En una ronda, un equipo ataca y el otro defiende, y en la ronda siguiente cambian los roles. Los atacantes tienen que colocar una bomba mientras los defensores tratan de impedirlo. En ambos casos, la manera más segura de lograr el objetivo es matar a todos los rivales (gana el primero que se impone en 13 rondas). Krü tiene su propio equipo de Valorant, compuesto no solo por los cinco jugadores reglamentarios –edad promedio: 19 años– sino también por un coach. Entrenan seis horas por día, seis días a la semana, y todos cobran un sueldo que arranca en unos 300 dólares mensuales pero puede escalar a 5000. ¿Suena exagerado? Es posible, pero el mundial de Valorant reparte un millón de dólares en premios, y los ingresos por torneos ganados son apenas el 10% de lo que un equipo de esports aspira a recaudar (el otro 90% son acuerdos de sponsoreo).
Si bien el de Agüero no es el único club de esports del país (experiencias como las de Malvinas Gaming e Isurus, por ejemplo, tienen más de una década de historia), su desembarco en el universo gamer está subiendo la vara del sector. Además de competir en Valorant masculino y femenino, hoy Krü tiene equipos de FIFA (el juego de fútbol por excelencia), League of Legends (otro de batalla, más conocido como LoL) y Rocket League (una rareza: son autos que juegan al fútbol). La edad promedio de los jugadores es de 20 años. A eso hay que sumarle coaches y analistas. Durante la pandemia entrenaron cada uno desde su casa, pero ahora además pueden juntarse en la recientemente inaugurada sede del club. Entre los últimos hitos, la performance del Valorant masculino en el mundial es el más destacado: Krü no solo fue el único equipo argentino en clasificar, sino que logró un resultado histórico al llegar a semifinales. “Para el mundo fue una sorpresa total”, dice Betony (nombre real: Martín Bourre, pero en los esports casi todos tienen un apodo), ex jugador de Counter Strike con más de 20 años de experiencia en videojuegos y actual coach de Krü. “Nunca hubo un equipo argentino compitiendo a ese nivel”.
La mística
Para dimensionar el impacto del resultado en la escena gamer local, alcanza con escuchar el relato del partido. Sí, estos torneos se transmiten en vivo y se relatan igual que cualquier deporte, solo que, en lugar de verlos por la tele, uno puede verlos por YouTube o por Twitch, la plataforma líder de streaming en vivo de videojuegos. Sobre el final de ese relato, ya con el pase de Krü a semis asegurado, el argentino Nosfeh (nombre real: Ian Pablo Flaker) tuvo un momento de emoción al estilo Víctor Hugo Morales en México 86: “¿Dónde estabas el día que Krü se consagró top 4 del mundo en Valorant? ¡Top4! ¡Dejamos afuera a Sentinels! Empezamos el año perdiendo, perdíamos 13 a 5, 13 a 4 contra ellos, y los acabamos de pasar por encima. ¡Nos metimos en semifinal! ¡Contra todo pronóstico, contra toda adversidad! ¡Vamos Krü, que el sueño sigue vivo!”.
El relato de Nosfeh marca dos cosas: por un lado, la velocidad con la que los chicos del Valorant mejoraron su nivel desde que se sumaron al club; por el otro, la diferencia que todavía existe con el Primer Mundo. Según Sebastián Fernández, team manager del equipo de FIFA, el reclutamiento de jugadores de Krü tiene como objetivo cerrar esa brecha: “Lo primero es detectar quiénes son los chicos que hacen una buena temporada sin ningún tipo de apoyo ni respaldo, para después ofrecerles nuestras herramientas”. Más allá del contrato anual que estipula el sueldo mensual y cláusulas de premios por objetivos, el club también cuenta con un psicólogo deportivo y asesores en temas de alimentación y descanso. Además, en el caso particular del FIFA, siendo este un juego del estilo “pay to win” (lo que significa que uno puede acceder a determinadas ventajas si invierte dinero), al comienzo de la temporada Krü también le destina 2500 dólares a cada uno de sus jugadores para que puedan armar el mejor equipo posible. “Desde el punto de vista de los contratos y la organización es todo muy parecido al fútbol profesional”, dice Fernández. “Es más, que no te quepa la menor duda de que en el mundo hay jugadores de esports que ganan más que los futbolistas”.
Pero no se trata solo de jugar. “Los chicos pueden competir, viajar, ganar y todo, pero si un club no entiende la importancia de crear contenido a partir de eso, no va a tener rentabilidad”, dice Mariel Lluch, project manager de Krü. “Lo que más rinde de un buen resultado deportivo es mostrarle a la gente cómo se llegó hasta ahí”. Esa quizás sea la principal diferencia entre los esports y los deportes tradicionales: antes, el documental del campeón se hacía después de la consagración; ahora se hace durante, en tiempo real, y ni siquiera es necesario salir campeón para hacerlo. “No me gusta la palabra ‘reality’, pero es la mejor manera de entenderlo”, dice Lluch. “La historia que uno pueda contar es clave, hace que las marcas digan: ‘OK, acá hay exposición’, y que los fans se peguen más”.
En el canal oficial de Krü en Youtube hay cientos de videos para ver, desde resúmenes de partidos importantes hasta tutoriales para aprender a manejarse en algún juego, pasando por charlas del Kun con los chicos del club sobre nada en particular. Si las reglas del marketing actual estipulan que la manera más eficiente de llegar a un consumidor es a través de su comunidad, los esports se adaptaron a esa lógica mejor y más rápido que cualquier otra disciplina. Mientras en los últimos años los deportistas tradicionales se convirtieron en celebrities, los deportistas electrónicos ya nacieron de esa manera. En este caso, la épica deportiva está al servicio de la emoción que se pueda generar en un fan, que a su vez está al servicio de una marca dispuesta a convertirse en sponsor. Como fue siempre, pero de manera mucho más explícita.
Debutar en primera
El caso de Kalita (nombre real: Keila Nava) es paradigmático en ese sentido. Empezó a competir profesionalmente como jugadora de Valorant hace poco más de un año, y enseguida fue detectada por Krü, que le ofreció un contrato para sumarse a su equipo femenino. De la nada, tuvo que tomar una decisión: o seguía con su plan de inscribirse en la universidad para estudiar Administración de Empresas, o lo dejaba en suspenso para dedicarse 100% a explorar esta nueva oportunidad. Aceptó la oferta. “Igual no quiero proyectar mucho”, dice ella. “Recién cuando termine este año voy a ver cómo me siento, porque hay un montón de cosas que entran en juego cuando una se convierte en una persona pública y todavía no sé cómo me voy a desenvolver”. El mes pasado, Kalita fue parte del Showmatch de Valorant, un evento amistoso organizado por Krü del que participaron streamers y raperos con millones de seguidores como Coscu y Lit Killah, además del propio Agüero. La eligieron como la mejor jugadora del partido.
Ese evento –que duró cuatro horas y fue visto por casi medio millón de personas en vivo a través de Twitch– tuvo lugar en el “gaming center” de Krü, un edificio de tres pisos con terraza que cuenta con salas de entrenamiento para cinco equipos, oficinas y hasta un microcine. “La idea es que los chicos puedan juntarse acá y generar conexión entre ellos”, dice Lluch. “Imaginate que hay equipos que jugaron todo un año juntos y todavía no se conocían las caras”.
“Es una locura cómo cambió todo”, dice Betony. “Yo me acuerdo que la primera vez que gané un torneo fue jugando al Magic a fines de los 90, en Bahía Blanca, en la época de los cybercafés. Tenía 14 años y tuve que insistirle muchísimo a mi vieja para que me dejara viajar. Ahora, con el tema de los salarios, los padres apoyan más, hay más información”. Tanto cambió la realidad de la escena local que, hace un par de años, después de cumplir 35, Betony se dio cuenta de que no podía seguirle el ritmo a chicos de 18 y decidió entrenar a otros. La vida útil de un competidor de esports es similar a la de un deportista tradicional. En un momento, el cuerpo dice basta. “Te consume mucho tiempo”, dice él. Kalita confirma: “Primero hacemos dos horas de táctico, de 10 a 12″, dice. “Después de 14 a 17 jugamos contra otros equipos para poner en práctica lo que entrenamos, y a las 17 analizamos lo que hicimos. Yo, por mi cuenta, después en general le meto tres horitas más”.
Como suele decirse en el fútbol, el compromiso no se negocia. Y Agüero lo tiene clarísimo. Todos en Krü coinciden en que si bien el personaje carismático que el Kun muestra en redes sociales es igual al que se ve en la intimidad, esa desfachatez no lo desvía de su objetivo. Entró en el negocio de los esports sin conocer nada de la industria y puso a su club en lo más alto en tiempo récord. Es imposible no notar el paralelo con su carrera futbolística: Agüero fue el jugador más joven en debutar en el fútbol argentino con apenas 15 años. Aprende rápido, tiene ese don. “Lo que no sabe, lo pregunta, y después vuelve a preguntar pero en el interín ya averiguó diez cosas más”, dice Fernández. “Así como tiene su olfato goleador, tiene un olfato profesional tremendo. Y siempre nos dice lo mismo: ‘Yo no los voy a juzgar por los resultados, sino por el trabajo que le pongan a esto’”.