Creado por la divulgadora Francesca Gnecchi, ganó en los XBIZ Europa Awards 2024, el “Oscar” de la industria para adultos
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Hace tres años, Francesca Gnecchi, comunicadora y diplomada en sexualidad, decidió dar un salto de fe con el trabajo que venía realizando desde hacía ocho años en redes sociales y como periodista especializada en difundir educación sexual y, en plena pandemia, decidió abrir Erotique Pink, un sex shop en el corazón de Palermo Hollywood (Nicaragua 5539).
Pero no sería un sex shop más, pensó Francesca, sino que cambiaría el concepto asociado a este tipo de locales por completo. Lo que armó, entonces, fue un espacio erótico cultural único en Latinoamérica: más de 80 metros donde confluyen una galería de arte erótico, una escuela de talleres, eventos y una boutique con artículos para el placer.
El esfuerzo dio sus frutos, porque en septiembre de este año, Erotique Pink fue premiado como “Mejor Sex Shop del Mundo” por los XBIZ Europa Awards 2024: los premios más importantes de la industria para adultos en los que, una vez al año, se honra la excelencia en categorías como producción cinematográfica, medios digitales y productos de placer, entre otras.
Además, XBIZ organiza eventos anuales que destacan las últimas tendencias y las figuras más influyentes del negocio. Así fue como Francesca fue invitada a participar de la celebración, por ser la única mujer dirigiendo un sex shop en la Argentina.
“Mi objetivo nunca fue poner un lugar para vender productos, sino generar más libertad en la sexualidad, salir de los tabúes y difundir la educación en este campo. Creo que una mujer, dentro de esta industria, marca un diferencial en la búsqueda de apertura, del equilibrio entre el placer masculino y el femenino”, explica Francesca.
En esa línea, Erotique Pink brinda más de 20 talleres mensuales dictados por profesionales de diversas áreas. A eso se suma Erotique Experience, un encuentro mensual en el que los asistentes son voyeristas en una noche de sesiones y performances eróticas en vivo a modo de shows, como tango erótico, BDSM y burlesque, entre otros.
Y el otro plus lo aporta E.P.A.! Erotique Pink Arte, una galería de arte erótico curada por Lulú Jankilevich, que cuenta con una muestra permanente y cuatro exposiciones al año de diversos artistas que trabajan con erotismo. Incluso, en la boutique donde se venden los objetos, muchos están expuestos como si fuesen obras de arte.
–¿Cómo comenzó tu interés en las temáticas de sexualidad hasta convertirte en referente?
–Siempre me generó curiosidad el mundo de los juguetes sexuales. A los 18 años fui por primera vez con mi mamá a un sex shop. En mi casa eran muy abiertos y no había problema en hablar sobre esos temas. Ya más grande, descubrí referentes como la directora de pornografía Erika Lust, quien decía que si queremos hacer un cambio verdadero en la sexualidad, se necesitan más mujeres trabajando en la industria. Aunque yo tenía mi propia agencia de prensa y mis clientes, empecé un blog llamado Erotique Pink donde escribía notas de sexualidad. Me fui especializando cada vez más hasta que hice una diplomatura en el tema; pero fue cuando realicé un máster en proyectos digitales que surgió la idea de abrir una tienda online. En pandemia hubo una explosión de ventas y sentí que era el momento de hacer algo distinto , así que empecé a pensar en trasladarlo a un espacio físico.
–Sin embargo, Erotique Pink tiene una impronta muy distinta al imaginario que solemos tener de un sex shop.
–Es que justamente mi idea era romper con cosas que me pasaban cuando iba a los sex shops. Siempre los veía ocultos o en galerías y con colores como negro o rojo; lo mismo que el arte erótico, siempre en el under. Por eso primero busqué salir del tabú y de lo prohibido para darle luz a la sexualidad. Tuve la suerte de viajar y conocer sex shops de otros países y ahí fui encontrando perlas que me inspiraron, porque en el exterior muchos se llaman “boutique erótica”, son sitios muy estéticos y tienen colores blancos o rosados. En cuanto a los productos, en los sex shops de Argentina siempre veía muchas cosas juntas y me perdía. Entonces para Erotique Pink me propuse hacer una curaduría: solo tenemos cinco o seis marcas premium de Estados Unidos, Japón y Alemania. Nos fijamos mucho en el diseño, los colores y el packaging para que sea toda una experiencia. Además, en los sex shops los productos suelen estar en vitrinas o en cajas, por eso acá el gran diferencial es que todo se puede tocar, prender y probar. Un juguete sexual es como un perfume, yo te puedo guiar, pero no te puedo decir “llevate este”. Incluso se puede probar toda la parte de cosmética, lubricantes, aceites y cremas.
–¿Quiénes son los que más se animan a comprar: hombres o mujeres?
–Claramente las mujeres. Los hombres tienen bastante resistencia a incorporar juguetes cuando están en pareja. Muchos los ven como una competencia, en vez de verlos como un recurso para la creatividad o para hacer algo distinto. Y también tienen mucha resistencia a usar juguetes para ellos. Por ejemplo, suelen pensar que utilizar productos para prácticas anales significa ser gay, como si una práctica te definiera.
–¿Y cómo nació la idea de que no sea solo un sex shop sino un espacio erótico cultural?
–Generaciones como la mía, o anteriores, tuvieron una educación sexual casi nula. Conocemos la sexualidad más tradicional, y si uno quiere abrirse a explorar otras cosas no sabe por dónde empezar. En mi caso, desde que descubrí el tantra, fue encontrar un mundo totalmente distinto a cómo veía la sexualidad basada en la genitalidad, así que me convertí en facilitadora de sexualidad tántrica. Entonces, de todo el abanico que existe de prácticas sexuales, convoqué a los referentes de cada área para que dicten talleres. Empezamos con cuatro por mes y hoy somos una especie de escuela donde a la gente le genera confianza asistir. Hacemos talleres para parejas, para personas mayores, para la comunidad LGTB, incluso para gente con discapacidades. También tenemos opciones más lúdicas para despertar la parte sensorial. En todos fomentamos la comunicación, el consentimiento y el respeto hacia el cuerpo del otro, ya que en muchos hay interacción en duplas.
–O sea que también es un buen lugar para conocer gente.
–Sí, de hecho, cuando empecé con el proyecto pensé que solo iba a ser para mujeres, pero hoy el público es un 60% mujeres y 40% hombres. Y lo interesante es que las personas que podés encontrar acá con total seguridad tienen una cierta apertura y deconstrucción. A los que ya vienen en pareja les suele pasar que descubren algo que no sabían que a su pareja le gustaba o que después de hacer algún taller se animan a tener nuevas charlas. Incluso a muchos les sirve para preguntarse a sí mismos qué les gusta y qué no.
–¿La comunicación es la base de una buena sexualidad?
–Absolutamente, por eso enseño cómo comunicarnos asertivamente con la pareja. No estamos muy acostumbrados a hablar de sexualidad, y menos con nuestra pareja, cuando en realidad es algo fundamental. A mí, por ejemplo, me gusta mucho lo lúdico y suelo sugerir que la comunicación también sea invitando al juego sin juzgar los gustos de la otra persona. Por ejemplo, escribir en un papel las fantasías más locas que se nos ocurran, después ponerle puntaje del uno al cinco pensando cuánto nos gustaría hacerlas, e intercambiar los papeles con nuestra pareja. Otro juego puede ser dibujar un cuerpo, marcar las zonas que cada uno considera como sus zonas erógenas, y agregar en cada una cómo nos gustaría que nos estimulen: lengua, beso, masaje, o lo que se te ocurra. Te aseguro que descubrís un montón de cosas que no sabías de tu pareja.
–¿Y qué pasa con el autoconocimiento?
–Uno de los talleres que doy es de autoplacer tántrico y me encuentro con mujeres que me dicen: “Yo tuve dos hijos, pero nunca tuve un orgasmo ni me toqué”. Hay muchas que llegan a su primera vez con otra persona sin haber tenido su primera vez con ellas mismas. A las mamás que vienen les recomiendo que traigan a sus hijas adolescentes, porque seguramente ya estén explorando y quizá lo estén haciendo con otras cosas que no son tan seguras como un juguete sexual. Eso, además, abre la posibilidad de una charla. Incluso doy un taller que se llama “Cita con una misma”, que surgió porque muchas de mis amigas me decían: “Ay no, yo no me toco, estoy bien así”. En cambio, yo soy una abanderada de primero aprender a conocerse a uno mismo. Si no, ¿cómo le decís al otro lo que te gusta?
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