Estuvo preso 7 años y fue deportado, pero hoy los millonarios lo contratan para beber con él sus creaciones junto a los originales
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Nadie duda de que Rudy Kurniawan es el mejor falsificador de vino de la historia. Ni siquiera los expertos comprenden cómo este indonesio integrante de una familia de estafadores es capaz de recrear a la perfección cosechas antiguas de vinos icónicos, como Petrus o Château Lafleur, que burlan el paladar de los más refinados coleccionistas del mundo.
Rudy es, para muchos, un artista del engaño. De eso da cuenta el documental de Netflix Sour Grapes (Uvas amargas) que relata cómo mezclaba en la cocina de su casa vinos baratos hasta obtener una copia indistinguible del original. Pero también es cierto que es un artista con un particular sentido del humor. El deslizar en sus creaciones errores obvios –para nada involuntarios, sostiene quienes han estudiado su caso– fue lo que lo llevó a la cárcel durante siete años, y a su posterior deportación de los Estados Unidos.
Pero Rudy ha vuelto a reirse en la cara de los coleccionistas de vino de lujo. Aunque lo cierto es que ahora no se ríe de ellos, sino que se ríe con ellos... Una experta en falsificación de bebidas descubrió a través de las redes sociales que el indonesio ya no engaña a millonarios amantes del vino vendiéndoles copias falsas de los mejores vinos del mundo, sino que ellos le pagan para probar sus copias junto a los originales. ¡Y algunos aseguran que las copias son mejores!
El arte del engaño
Días atrás, la experta en bebidas falsas Maureen Downey difundió fotos y notas de cata de una cena celebrada en julio en el exclusivo Pines Club de Singapur. Allí, Rudy Kurniawan fue la estrella de la velada en la que los siete coleccionistas degustaron dos vinos icónicos franceses: Domaine de la Romanée-Conti 1990 y Petrus 1990, junto con sus imitaciones creadas por Rudy. Un mes antes, el falsificador había conducido una cena similar en la que sus versiones de Domaine Jacques-Frederic Mugnier Le Musigny 1990 y Château Cheval Blanc 1982 fueron preferidas por sobre los originales.
Pero quienes ahora disfrutan del “arte” de Rudy, primero lo sufrieron en carne propio. Durante años y hasta caer en desgracia, se codeó con coleccionistas de vino de lujo y con millonarios snob deseosos de ostentar en sus cavas los ejemplares más caros y raros del mundo. Rudy los sedujo, se hizo amigo de ellos y les vendió sus creaciones, para luego burlarse ofreciendo en subastas etiquetas de vinos icónicos que nunca existieron.
Pero, ¿quién es Rudy y cómo llegó a engañar a quienes se consideraban grandes conocedores?
Nace Dr. Conti
Zhen Wang Huang –este es su verdadero nombre de ascendencia china– llegó a los Estados Unidos en noviembre de 1997 con una visa de estudiante no inmigrante, cuyo alcance jamás respetó. Tal es así que en 2003, tras varias disputas legales, aceptó una “deportación voluntaria”... que tampoco cumplió. Es que para ese entonces Rudy estaba en camino a convertirse en una estrella.
Nacido en 1976 en Jakarta, Indonesia, proviene de una familia de frondoso prontuario. Su tio Eddy Tansil fue condenado a 17 años por malversar 20 millones de dólares en Indonesia, aunque se fugó (aparentemente a China) antes de concluir su condena. Otro tío, Hendra Rahardja, no tuvo tanta suerte y murió en Australia antes de ser extraditado a Indonesia, tras protagonizar un fraude bancario por 264 millones de dólares.
Rudy también cometió fraude, pero en buena medida con “una ayudita de sus amigos”. No está muy claro cómo lo logró, pero en los primeros años del milenio fue haciéndose un nombre entre los coleccionistas de vino de lujo de Estados Unidos. De un momento para otro, se convirtió en el anfitrión de esas degustaciones “que nadie quería perderse”, en las que se descorchaban etiquetas íconicas de cosechas prácticamente inhallables en el mercado.
Todos elogiaban sus vinos, pero también su paladar. “Quienes se consideraban sus amigos, como el productor de cine Jefery Levy, y quienes cataban regularmente con él (el sommelier y productor de vinos Rajat Parr, por ejemplo) aseguran que Kurniawan sabía catar vino –escribió Adam Lecheme en la pulicación especializada Wine-Searcher–. Según Parr, ser capaz de identificar correctamente vinos a ciegas frente a una sala llena de expertos no es algo que se pueda fingir”.
“Dr. Conti”, fue el apodo que le dieron sus camaradas, en referencia al exclusivísimo Domaine de la Romanée-Conti, uno de los vinos más caros y reputados del mundo. Para ese entonces, Rudy se había ganado la confianza de estos “wine-victims”, y pronto se convirtió en su proveedor de “etiquetas únicas”, las que vendía en forma directa pero también en subastas realizadas en las casas de remates más prestigiosas del mundo.
Sotheby’s, Christie’s. En todas ellas se subastaron vinos de Rudy sin que los expertos a cargo de determinar su autenticidad se dieran cuenta del engaño. Solo dos subastas de 2006 le reportaron a Rudy 22 millones de dólares, 10 de los cuales envío a su hogar en Indonesia.
Parte de la ganancia, por supuesto, la invirtió en vino. De hecho se llegó a decir que tenía la “cava más grande de mundo”. Pero fue justamente una subasta de alto vuelo la que selló la suerte de Dr Conti. ¿La fecha? 25 de abril de 2008.
Un tal Pak Hendra
Ese día, en Nueva York, debían salir a subasta vinos provistos por Rudy, entre los que se contaban 22 lotes conformados por “joyas” de la bodega francesa Domaine Ponsot, a un valor de entre 440.500 y 602.000 dólares. Pero una de las botellas llamó la atención de un coleccionista: un Clos de la Roche 1929 valuado en entre 14.000 y 18.000 dólares. Dubitativo, el coleccionista llamó a Laurent Ponsot, enólogo y propietario de Domaine Ponsot, quién no dudó en viajar inmediatamente a Nueva York para revisar él mismo los lotes.
Ponsot descubrió que la mayoría de los vinos de su bodega que iban a ser subastados eran falsos. Y no solo eso: el Clos de la Roche 1929 era un vino imposible, pues esa etiqueta comenzó a producirse en... 1934. El bodeguero le preguntó al propio Kurniawan cómo había adquirido las botellas falsas. Rudy se lamentó –”a veces pasan estas cosas con vinos de la Borgoña”– y, muy colaborativo, le dio el teléfono de quien dijo le había vendido el vino. Un tal Pak Hendra.
Ponsot llamó una y otra vez a ese número, pero nunca nadie atendió las llamadas. Ofuscado, comenzó a investigar y a alentar a coleccionistas que habían comprado vinos a Rudy a que hicieran lo mismo. En ese camino, descubrió que Hendra es el apellido más común de Indonesia, como Fernández en Argentina. Rudy se había reído en su cara.
En la cocina del artista
Invocar a Pak Hendra era, afirman los expertos, una de las tantas bromas que Rudy introducía arriesgándose a quedar expuesto. Ese vendedor de vinos no existía, como tampoco podía ser real un Clos de la Roche 1929 o las ocho botellas magnum de un gran Burdeos que ofreció a remate pero del que solo se habían producido seis. Ni siquiera era verdadero su nombre, Rudy Kurniawan, que es el de un famoso jugador de badmington de Indonesia.
Aquí y allá, Rudy iba dejando pistas del engaño, señales que durante años todos pasaron por alto. Sus compañeros de catas cuentan que le divertía sembrar dudas en torno al origen de los vinos que se subastaban en sus propios remates. “Uno simplemente no puede determinar el origen del vino”, decía. Otras veces, tras beber una botella extremadamente cara, se lamentaba y preguntaba a los presentes: “¿Qué debería hacer con esta botella? ¿Llenarla y volver a ponerle el corcho?”
Es que en buena medida, era esto lo que Rudy hacía. Cuando el 8 de marzo de 2012, tras varias denuncias de coleccionistas en su contra, su hogar en Arcadia, Califonia, fue allanado, el FBI se encontró con la cocina llena de botellas vacías de esos grandes vinos que Rudy compartía con sus amigos. En el living había cajoneras llenas de etiquetas falsas, corchos y distintos elementos para mezclar vinos. También, había cajas y cajas de vino barato. Y –el hallazgo más importante– seis computadoras llenas de notas personales en las que Rudy explicaba cómo mezclar esos vinos para armar un Petrus 1990 o un Cheval Blanc 1982, entre otros íconos.
“Su casa era una completa fábrica de vino”, describió el agente del FBI James Wynne durante el juicio, el primero que Estados Unidos llevó a cabo contra un falsificador de vino. A la fecha, se estima que Rudy vendió unas 15.000 botellas de vino falso en una década, de las cuales unas 10.000 todavía se encontrarían en las cavas de coleccionistas (sin que hayan aún descubierto el engaño), lo que se habría traducido en una ganancia de 100 millones de dólares. Muchos se preguntan si tenía cómplices, pero no se pudo probar nada al respecto. Solo él fue a la cárcel.
Pero, ¿por qué nadie se dio cuenta antes del engaño? ¿Cómo el más conocedor de los coleccionistas compraría un vino que nunca existió? “Fue una estrategia sumamente elegante y funcionó porque, como muchos afirman, existe una colaboración entre el falsificador y el engañado”, escribió Lecheme en Wine-Searcher. “Sus víctimas caían fácilmente porque querían creer”.
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