Michel Rolland, creador en Argentina de Clos de los Siete, dispara también contra los que hacen vinos “de fantasía” y defiende el potencial de la variedad insignia del país
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La Argentina es, para Michel Rolland, una segunda patria. Desde que este enólogo francés la visitó por primera vez en 1988 -invitado por un bodeguero para que lo ayudara a producir un vino de calidad “internacional”- Rolland no solo no ha dejado de venir año tras año a asesorar a numerosas bodegas. En 1999, junto con colegas viticultores e inversores franceses, estableció en Valle de Uco, al pie de la Cordillera de los Andes, el Clos de los Siete: finca que alberga cuatro bodegas, las que lo traen de regreso a Mendoza cuatro veces al año para supervisar la cosecha, los vinos en proceso de fermentación y realizar los cortes.
Oriundo de Pomerol (Francia), nieto e hijo de productores de vino, casado con una enóloga, Rolland es, también, una de las personas que más sabe de vino argentino. Le gusta hablar de ello con bastante sentido del humor, pero también con una notoria carencia de eufemismos: dispara contra los “iluminados” que hacen vino para ellos y no para los consumidores, contra los que buscan volver a formas ancestrales de producción y se defiende sin mucha retórica de los que afirman que donde mete mano los vinos salen todos iguales.
-Michel, ¿qué es un buen vino?
-Hay muchas definiciones de un buen vino. Te diría que en el punto económico, el buen vino es el que tiene un mercado. Si son 25 cajas de un loco que está haciendo cosas raras, es algo de fantasía, es un placer, no tengo nada en contra, pero no es un buen vino. Un buen vino es un vino que tiene un mercado y del que hay un número de cajas: Clos de los Siete produce un millón de botellas, y tiene mercado además. Es un buen vino. Hay algunos vinos que uno lee que están fantásticos, pero luego vas al mercado para buscar una botella y no hay. Y vas a la bodega y el tipo te dice “no tengo más y este año no vamos a volver a hacerlo de nuevo”. ¡Por favor, no se puede hablar de eso!
"El vino es un negocio en serio, no es un negocio de algunos tocados por el Sol, que hacen cosas raras."
Michel Rolland
-¿Ves mucho de ese vino “de fantasía” en la Argentina?
-No hay mucho, pero se habla demasiado. Eso me molesta un poquito. Porque el vino es un negocio en serio, no es un negocio de algunos tocados por el Sol, que hacen cosas raras. Hacer 25 cajas no es una inversión, una inversión es hacer millones de botellas. No se puede hablar de un emprendimiento con un tipo que está haciendo tres uvas en su rincón. Puede ser bueno, pero no es vino.
-¿Y que opinión te merece el planteo de volver a los orígenes del vino, que hoy se materializa en los vinos naranjos o en los Pet Nat, en los que se deja de lado la tecnología?
-Yo no tengo problemas, sino que es intomable. ¿Por qué volver a algo intomable? Ahora tomamos buenos vinos; treinta y pico de años, cuando llegué a Argentina, no había tantos vinos tomables. Bueno, todo cambió, fuimos a un nivel que me parece realmente interesante. ¿Por qué entonces volver a cosas que no tienen sentido? ¿Te gustaría tener un auto como los de 1910? No se que puede pasar en la cabeza de la gente, pero a mi me parece una locura.
-¿Estos vinos tienen detrás un interés real del consumidor?
-El mercado de vez en cuando está un poco curioso. Hay veganos hoy en Argentina cuando hace 20 años uno hubiera dicho “qué es eso en un país donde la carne está en todos lados”. Por suerte yo creo que no hay mucho de ese tipo de vino, pero están haciendo ruido. Estamos en una sociedad de las minorías. Las minorías tienen más espacio que la mayorías. Y están más activas. Pero así es la vida. Pero a la gente a que le gusta el vino, no toma vino por tomar, sino por el interés que tiene, por la cultura que hay atrás. No creo que estos tipos de vinos un poco difíciles van a tener realmente aficionados.
"Argentina es el país que ha hecho el salto más importante en calidad dentro de los últimos 20 años"
Michel Rolland
-Decías que el vino argentino ha mejorado, ¿en qué?
-Es muy simple. En todo. Hace 30 años, cuando llegué fui a Cafayate, con Arnaldo Etchard, y por ser honesto le dije “no tengo la menor idea de que es un vino argentino”. Y me hizo probar lo que entonces eran los 36 mejores vinos de la Argentina. Mi mujer me dijo “no voy a probar 36, elegí los 10 mejores y los pruebo después”. Empecé a probar y no voy a decir que eran malos, pero no eran a mi gusto los de esa ápoca. Elegí los 10 y mi mujer se puso a catarlos; prueba uno y me mira como diciendo “¿Te gusta eso? ¿Te volviste loco?”. Y la verdad es que el vino no era bueno, ¡pero era el vino más vendido en Argentina! Pienso que ahora tomo mejor vino en Argentina del que tomé entonces.
-¿Si hoy abrieras 36 vinos cuántos estarían a tu gusto?
-Hoy puedo poner 400 sobre la mesa, no 36. Hay un montón de vinos lindos en Argentina. Pienso que es el país que ha hecho el salto más importante en calidad dentro de los últimos 20 años.
-¿Y qué aportaste en eso?
-[Por primera vez hace un silencio antes de responder] Estaba. Cuando uno está haciendo surf, si uno no toma la buena ola no existe la adrenalina. Yo pienso que llegué a la Argentina en un momento en que necesitaba mejorar los vinos y cambiar un poco de fórmula. Y todos cambiaron o mejoraron, desde Trapiche hasta Catena. Y yo estaba y fui asesor de Norton, de Trapiche, de Salentein, de muchas bodegas. Y estaba en esta época donde argentina necesitaba preguntarse y cambiar algunas cosas en el viñedo. Rehabilitar el Malbec, por ejemplo, porque estaba bajando porque no era rentable producir Malbec en esa época. Y como yo soy una minoría, pero muy activa, decía: “estúpido, no hay que arrancar Malbec, vamos a hacer mejor vino”. Pero hay un montón de gente que trabajó bien al mismo tiempo, no es solamente Michel Rolland.
-¿Crees que el Malbec debería seguir siendo la apuesta de la Argentina para poder proyectarse afuera?
-Para mi, sin duda. Porque mira, siempre he pensado que es una suerte tener una variedad casi exclusiva. En el centro de Francia hay un Malbec que mejoró mucho ahora (puede ser gracias a Argentina), pero es una producción muy chica. Los chilenos dicen que hacen buen Malbec, pero nada que ver. Disculpa, me encantan los vinos chilenos, pero el Malbec no. En California cuesta hacer Malbec, que no existe en Italia ni en España. En Argentina podemos hacer muy lindo Malbec desde Salta hasta Neuquén. ¿Quién puede competir con el Malbec, quién puede decir somos mejores que los argentinos? Nadie. Es una ventaja enorme.
-Muchos de los que te critican dicen que estandarizás los vinos, que son todos iguales. ¿Qué respondés a esa crítica?
-Que son muy malos catadores [se rie].
-¿Cómo ves a la Argentina después de tantos años de venir regularmente?
-Todo el mundo sabe que me enamoré de Argentina, y hoy día podemos decir que es mi segunda patria. Yo paso casi dos meses todos los años aquí y me encantaría pasar más. Como dije, este país ha hecho el salto más alto en calidad y hay mucho por hacer todavía. Bueno, hay inconvenientes. No es un país fácil, no vamos a hablar de todas las tonterías que rodean nuestro trabajo. Pero soy optimista naturalmente: si un día viene a ser un país normal, que funciona normalmente, yo pienso que Argentina va a ser uno de los actores importantes del mundo del vino. Hemos hablado de Chile, no tengo nada en contra, por el contrario, pero no es un gran productor como Argentina. Y Argentina tiene un potencial enorme, hay para mejorar, para descubrir lugares y hacer vino de alta gama.
-Si vinieses hoy a la Argentina, con el espíritu con el que viniste cuando creaste Clos de los Siete, y tuvieses que elegir un lugar donde poner tu bodega, ¿dónde sería?
-Diría “soy estúpido, llegando demasiado tarde, porque hay un tonto que me robó Valle de Uco”.
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