Mesas sobre el césped en el estadio de Estudiantes de La Plata, sushi y tragos con vista al Monumental y bodegones clásicos en el caso de Atlanta, All Boys y Excursionistas ilustran la tendencia
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“¿Vos sabés lo que significa esto para mí? ¿Poder ir a esta cancha, a la misma de Bilardo y de Verón, para celebrar con mi familia, todos sentados al lado del césped? Es un sueño”, dice Ernesto Benítez, fervoroso hincha de Estudiantes, que hace unos días festejó su cumpleaños número 60 en León, el restaurante del estadio Uno, en la cancha de Estudiantes de La Plata. Allí comieron unas rabas a la romana con aioli de rúcula, compartieron un bife de chorizo con papas rústicas y una bondiola con salsa teriyaki, terminaron con unas porciones de torta de dulce de leche y ganache de chocolate. “Riquísimo”, recuerda Ernesto.
Lo de León es un caso pionero que muestra un posible futuro para muchos de los grandes clubes de fútbol de la Argentina. Un restaurante contemporáneo, que busca competir de igual a igual en la escena gastronómica de la ciudad, sumando un valor agregado único: no solo está ubicado dentro del estadio, sino que directamente está en la cancha, con mesas exteriores que tocan el césped. Para el comensal, sea del equipo que sea, la sensación es intensa. Ahí, en esas mesas, con los arcos a la vista y los imaginados gritos de gol a flor de piel, se unen dos de las grandes pasiones de la Argentina: el fútbol y la comida.
“Tenemos una cancha hermosa y buscamos aprovecharla al máximo. Hoy hay un patio de comidas sobre la calle 55, también una parrilla, y en septiembre de 2020 inauguramos León, una experiencia gastronómica más exclusiva”, cuenta Matías Di Biase, gerente del restaurante. Matías explica que la idea nació en 2019, con la reinauguración del estadio. “Mucho tuvo que ver Juan Sebastián Verón, él potenció la idea de que el estadio se use al máximo: hoy se hacen recitales, eventos, ferias, distintos deportes. El hincha puede aprovecharlo mucho más que antes. Y León es el palco perfecto para ver todo esto, acá se respira fútbol”, dice.
Una puesta a punto de esta propuesta ocurrió durante la pasada Copa del Mundo Sub20, con miles de turistas viajando a La Plata y eligiendo a León como uno de los restaurantes inevitables en su ruta culinaria. “Hay estadios en otros países donde se come mirando a la cancha…. ¿Pero comer en la cancha? Es único”, asegura Matías.
Lo cierto es que la unión entre el deporte más popular del planeta y la gastronomía viene creciendo a nivel global, con ejemplos que desafían todo prejuicio. En muchos casos, se trata de chefs de renombre que aprovechan las ventajas que ofrece una cancha para desarrollar una propuesta de lujo. Uno de los mejores ejemplos es Geranium, en el estadio de FC Copenhagen (el equipo más popular de Dinamarca). Un lugar que, con sus 3 estrellas Michelin a cuestas, fue elegido nada menos que “mejor restaurante del mundo” en 2022 por The World’s 50 Best.
La lista puede continuar con el lujoso Diamond Club en el estadio Emirates del club londinense Arsenal, o con el elegante Puerta 57 del Bernabéu del Real Madrid (cerrado mientras el estadio termina su renovación), donde los pinchos se cruzan con platos tradicionales de alcurnia española como el cocido o el arroz con mariscos.
“Un grupo de dirigentes de River viajó a conocer en primera persona algunas de las propuestas que hay en otros países, y al volver nos convocaron como operadores”, explica Nicolás Bargagna, parte del grupo Enter, responsable de gerenciar La Banda, el flamante restaurante ubicado en la tribuna Centenario Media del Monumental. Las conversaciones comenzaron en octubre de 2022; para diciembre ya habían firmado contrato. “Abrimos hace pocas semanas y tenemos reservas hasta fin de año”, cuenta Nicolás.
Anunciada con bombos y platillos, La Banda cotiza como una de las grandes novedades gastronómicas de 2023, con fundamentos sólidos a su favor: primero, la espectacular vista de la cancha, y segundo, un menú ambicioso. La carta deambula por platos que van desde los más populares –la hamburguesa o la milanesa acompañada de linguini con manteca y queso parmesano– a otros que suben la vara y el precio como el ojo de bife marinado en reducción de aceto y azúcar mascabo o la barra de sushi con tiraditos, rolls y ceviches nikkei.
En un costado, una barra sirve cócteles de autor diseñados por el bartender Diego Zelaya. “Esperamos públicos muy distintos, desde familias a turistas que pasean por la ciudad o ejecutivos en una reunión de negocios. Por eso elegimos una carta más larga”, dicen.
Para todos los paladares
La idea de un club con restaurante no es nueva: desde siempre los clubes sociales y deportivos apostaron a la cocina como una herramienta para generar ingresos y, aún más importante, para fortalecer lazos con sus socios y su comunidad. Desde el restaurante 1905 en Boca Juniors hasta el restaurante Ferrocarril Oeste, en la sede social de Caballito, pasando por ejemplos como El Club de Temperley, con sus abundantes platos de bodegón; o el Club Palermo, ya un clásico dentro del polo gastronómico.
Pero hasta ahora, pocos lograban atraer a comensales de toda la ciudad con una propuesta propia y diferencial, sumando una entrada directa desde la calle. “Las grandes canchas de fútbol tienen ventajas específicas: muchas están ubicadas en zonas urbanas de alto tránsito, tienen una clientela propia y poseen estacionamiento”, dice Pedro Díaz, socio y director del grupo Abridor, responsable de varios locales gastronómicos en la ciudad. “Ahora estamos renovando la histórica confitería de River. Y en un mes abriremos Glorias, también en el Monumental, con entrada sobre la avenida Figueroa Alcorta. Glorias será un sportbar súper canchero, abierto a todo público”, afirma.
Pedro sabe de lo que habla: junto con los proyectos de River está en este momento armando una cantina para el Club Atlético Excursionistas, sobre la calle Pampa, y otro restaurante –René– bajo la tribuna de la calle Mercedes en el estadio All Boys. “Se va a llamar Vitalicios, porque ahí había un salón donde se reunían los socios que llevaban más tiempo en el club”, dice Díaz.
En la mayoría de los casos, comer en la cancha en Argentina implica comer mal y es caro para lo que se obtiene a cambio: lo usual son choripanes, recocinados en carritos de sanidad discutible. Así lo explica Alfredo, un hincha de All Boys que suele recorrer canchas por Buenos Aires y el conurbano, probando las distintas opciones que encuentra en cada lugar. “Hay una necesidad de renovación: se come muy mal en las canchas. Igual, no creo que esto signifique que se venga una ola gourmet, esa cosa palermitana es un poco la antítesis del valor barrial que tiene todavía el fútbol en la Argentina. Con que pongan un local de pizza al corte ya sería fantástico”, opina Alfredo.
Tal vez el caso emblemático de bodegón exitoso sea el de Los Bohemios, parte del club Atlanta, en Villa Crespo. Abierto en 2014, arrancó pequeño y modesto, oculto dentro de la sede social y sin entrada independiente. Pero a fuerza de generosas milanesas, jugosas tortillas de papa y ravioles a la boloñesa, fue ganando popularidad y reconocimiento. Hoy, abre desde la mañana hasta la noche, recibiendo a más de 300 personas por día, con mesas llenas y fila en la puerta.
En las paredes cuelgan camisetas de jugadores firmadas, fotos históricas y recortes de diarios. En días de partido o de shows en el vecino Movistar Arena arman un carro en el patio desde donde despachan sándwiches de milanesa, de bondiola, de pollo, y tortillas para agilizar los pedidos.
Para un hincha de fútbol, el club no es un lugar ajeno donde ir a mirar un partido: es parte de su vida, de su familia, es sinónimo de pertenencia. Daniel Rinder tiene 74 años y lleva 37 dentro del club Estudiantes de La Plata. “El estadio está hermoso, el restaurante también. Hay platos muy ricos, el risotto de hongos es el favorito de mi mujer”, dice. Tan convencido está, que reservó todo el salón para festejar los Bar Mitzvá de sus dos nietos, ambos con 13 años recién cumplidos. “De joven yo no había hecho mi Bar Mitzvá, un ritual que marca el comienzo de la adultez para la religión judía. Así que aproveché que lo hacían mis nietos y lo celebré con ellos. Hicimos la ceremonia en el templo con el rabino y luego nos vinimos al estadio a festejarlo. Los más grandes nos quedamos adentro, y los chicos se sentaron afuera, en el borde de la cancha iluminada”, cuenta Daniel.
En una de las mesas de Los Bohemios está sentado el actor, guionista, conductor y comediante Sebastián Wainraich, confeso hincha de Atlanta. Junto con un amigo comparte una generosa milanesa. “Vengo bastante. Cuando se arma el combo cancha-restaurante, es lo mejor de todo: si vengo después de un partido, es un consuelo, porque casi nunca ganamos; si vengo antes, es una cosa hermosa, por la expectativa. Atlanta recuperó muchos socios y el bodegón ayuda a esa actividad social, arma mucha mística”, comenta. En otra mesa, una pareja comparte una entraña. Ella se llama Susana, él Pablo. “Somos del barrio. Él es de Boca, yo soy de varios equipos, más que nada de Altanta “, dice Susana. A pesar de ser de Boca, Pablo disfruta la energía de Los Bohemios. Ir a una cancha es una experiencia valiosa y hoy, que no está permitido el público visitante en los partidos, el restaurante puede ser el único modo de conocer otros estadios. “Me gusta el fútbol y acá se nota que es parte del lugar, no me importa que sea otro equipo”, dice Pablo. Pero ante la pregunta, duda: “¿A la cancha de River? Ahí no sé si iría. Se tendría que comer demasiado bien para convencerme”.
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