Diego Bianchi. “Cuando escucho ‘artista cartonero’ pienso que hablan de otro”
Fue convocado por arteba para realizar la curaduría de su programa de performances
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Convocado para participar como curador del programa de performance de la nueva edición de arteba, que continúa hasta hoy en el barrio de La Boca, Diego Bianchi (Buenos Aires, 1969), centró su enfoque en un tema que la pandemia no hizo sino destacar: la relación entre el cuerpo, el entorno y las cosas. Artistas y grupos de artistas trabajarán con las deformaciones del cuerpo humano, mientras otros intentarán integrarlo a la arquitectura o transformarlo en máquina. “La relación de los artistas y las ferias no es del todo confortable, la relación con la comercialización de lo que se produce puede ser perturbadora y, como dijo John Baldessari acerca de las ferias de arte, para un artista estar asistiendo a una era como ver a los padres teniendo sexo. Sabés que es por eso que existís, pero eso no significa que quieras verlo”, reflexiona Bianchi con humor freudiano. No obstante, para él, el contacto con la gente, “tan abierto”, y el interés masivo por arteba la diferencian de otras ferias. “Marcó el ritmo y activó siempre el medio”, dice.
–¿Cuál será tu rol como curador de performances y qué podrá ver el público?
–Me propusieron dar forma y combinar en un programa paralelo a la feria proyectos provenientes de las galerías participantes junto con otros artistas que pudiera convocar. Cada día de la feria se presentan varias performances de todo este grupo en las inmediaciones, en el interior de la feria y en el Paseo de las Artes. Las propuestas son diversas: en algunas de ellas, presentan el cuerpo como algo moldeable en relación con las funciones, los objetos, la materia, la utilidad. Otro grupo de trabajos hace foco en el estar juntos, el encuentro, el rito del baile, la generación de empatía, el ritual de tatuarse y compartir códigos. Otros toman de manera absurda y poética la idea de trabajo, entrega y sacrificio. Esto, junto a otras propuestas, permite incorporar las zonas aledañas y expandir el recorrido de la feria como una continuación, con una permeabilidad y una confusión interesante entre arte y realidad. Espero que muchas personas se sientan invitadas a participar de forma espontánea.
–¿Podrías describir tu método creativo y estás de acuerdo con que se te defina como un “artista cartonero” por tu trabajo con materiales de descarte?
–No tengo un método establecido. Intento que cada proyecto se relacione con situaciones específicas, con intereses y preguntas que surgen de la observación, del contexto, del momento personal. Suelo partir de situaciones casuales que me resultan absurdas, disconfortantes, irritantes o simplemente despiertan mi curiosidad. Trabajo a partir de ideas, pero incorporo los problemas y las interposiciones como parte del trabajo; intento resguardar siempre la ambigüedad del sentido y mantener la fluidez en la acción, que los procesos sean determinantes y que las conclusiones sean un hallazgo. Cuando escucho “artista cartonero”, lo siento vago porque no me identifica del todo pero no me molesta, pienso que hablan de otro. En este mismo diario, el año pasado le pusieron ese título a otro artista. Es muy habitual que muchos trabajemos a partir de materiales encontrados, donados, recolectados. Por otro lado, el cartonero me parece un agente fundamental en la ciudad, totalmente infravalorado; hacen una tarea filosófica y conceptual heroica.
–¿En qué sentido, como se titula una de tus obras, la crisis es estética?
–Con ese título daba a entender que definir una situación como crisis tiene que ver con el punto de vista, con lo que se elige valorar, con lo que se considera positivo y negativo. Se puede ver claramente esto que digo en el aniquilamiento que está sufriendo el patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad de Buenos Aires; obras de gran valor se derriban de un plumazo para reemplazarlas por edificios genéricos sin ningún atractivo más que el comercial. Ayer lloré cuando pasé por la esquina de Brasil y Paseo Colón y vi que la Escuela Taller del Casco Histórico fue barrida de un plumazo, con la excusa del metrobús y teniendo en cuenta que la avenida es anchísima. O las esquinas de Dorrego y Córdoba, y Billinghurst y Corrientes, que están a punto de demolerse.
–¿Cómo pasaste la pandemia? ¿Influyó de alguna manera especial en vos y tus colegas?
–Me resultó interesante toda la primera parte: desacelerar forzosamente, postergar, dilatar, cambiar la relación con tiempo y la utilidad. Reducir los estímulos, reducir el área de movimientos y los encuentros por un tiempo puede ser un buen ejercicio para el espíritu. Igual seguí activo y trabajando en cuanto se pudo porque es lo que más me gusta hacer. Circunstancias tan generales seguro que tiñen todo, creo que todavía estamos sensibles, restableciendo vínculos, procesando.
-¿Recordás por qué decidiste convertirte en artista?
-Identifiqué el arte como una posibilidad de aventura, sentí un apasionamiento tal que no pude resistir. Ya era bastante adulto porque nunca fui un artista joven. Sentí que el contexto, que las cosas que observaba me brindaban ideas, que la poesía era un accidente y tenía que ver con una forma de ver más que de hacer. Fue en el momento en que descubría el arte contemporáneo, que fue una especie de despertar para mí, y también cuando el país explotaba. Siempre relacioné el arte con la aventura y el descubrimiento.
-¿Qué hacías antes?
-Era diseñador gráfico; trabajé por diez años en editoriales, y en Olé y Clarín. Fui muy feliz con el diseño. Aprendí a ver, viajé mucho y me independicé económicamente.
-¿Cómo te llevás con las redes sociales y qué opinás del fantasma de la cancelación que recorre la escena de la cultura?
-Tengo relación ambigua con las redes, me atraen mucho por un lado pero siento que me aportan poco y exacerban conductas tóxicas. Me gustaba mucho el fotolog, permitía una sola foto al día y la cantidad de posteos era limitada. Fue una red que permitió proliferar identidades poéticas muy particulares. La cancelación me parece negativa, pero no entiendo cómo superarla todavía. Intento separar obras de artistas; las circunstancias personales de los artistas no me interesan en principio, salvo excepciones.
-¿Qué cosas te distraen de tu trabajo?
-Todo sirve. Fui muy esponjoso siempre, confío en que el conocimiento viene del mundo alrededor de cada uno, con todo lo que eso implica. Para trabajar me gusta desconcentrarme; interferir en mis pensamientos y mis acciones muchas veces me resulta provechoso, necesito sonido, conversaciones ajenas. Escucho mucha radio de acá y de otras partes.
-¿Hay un “giro ecologista” en el arte?
-El arte se hace eco de los temas de agenda muchas veces. Todavía no percibo un giro ecologista, aunque es un tema importante; sin embargo, frente a cualquiera de los temas la posibilidad del arte, para mí, es mantener las preguntas vivas y astringentes, no ser condescendiente ni bajar línea.
-¿Qué les aconsejarías a las personas que quieran ser artistas?
-Que lo hagan con compromiso total o nada.
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