La hija del mediático empresario recuerda la vida junto a su padre y habla de su presente
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Se la nombra en redes y en televisión, pero pocas veces se la escucha hablar, reflexionar, describir sus vivencias tan particulares. Martita Fort, hija del mediático Ricardo Fort y hermana melliza de Felipe, llega un soleado 31 de diciembre al Club House de un imponente country de Montoya, en Punta del Este. Baja de un auto alemán blanco con su exniñera y actual madrina, Marisa, su mejor amigo y un perro que parece de terciopelo, con ojos tan claros como los de ella. Con solo 19 años, tiene una vida intensa y extravagante que incluye pertenecer a una familia millonaria, haber nacido de un vientre subrogado, atravesar su infancia en distintos países, sufrir la muerte de su padre primero y luego la de Gustavo, íntimo amigo de Ricardo que los crio, a ella y a su hermano, como un segundo papá. Contra todo pronóstico, Martita cultiva el bajo perfil y la ley del mayor esfuerzo (acaba de entrar a la agencia Multitalent y se entrena “por si sale alguna propuesta”). Pide cafecito, la hija del “comandante”. Educada y sonriente, con hoyuelos marcados, pestañas a lo Betty Boop y una personalidad madura que hace que la charla fluya.
–¿Es cierto que te bautizaste hace poco?
–Sí, en 2023. Todo empezó con mi hermano, que conoció gente religiosa y de pronto lo sintió. Empezó a hablar del catolicismo y surgió la idea del bautismo. Un día me preguntaron a mí y dije que sí. Nunca había sido un tema en mi vida, pero me gustó la idea de que Marisa y mi tío Eduardo se conviertan en mis padrinos. Así que hicimos todo junto, en combo.
–¿Tu papá era católico?
–Sí, muy. Siempre hablaba de Dios, usaba cruces y en su momento le agarró la onda de ir los domingos a misa. De todas formas siempre nos dio libertad total. Decía que debíamos acercarnos a la religión si realmente lo sentíamos.
–¿Cuándo recurrís a Dios?
–Si estoy triste o quiero que se resuelva algo me conecto directamente con papá. Cuando rezo le pido a él, y me lo cumple. Me funciona de una manera fascinante.
–Se te ve fuerte, igual.
–Puede pasar porque me comparan con mi hermano que, puntualmente en situaciones de eventos o en su contacto con la prensa, se muestra más tímido. A él no le importa tanto este mundo. A mí sí.
–¿Imaginás tu camino artístico?
–Este año entré en la agencia Multitalent y, paralelamente, estoy estudiando un montón: actuación, canto, baile. Me interesa todo lo relacionado con el arte y la expresión. Me estoy entrenando por si sale alguna propuesta. De todas formas, en mi vida lo primordial es el canto. Siento que realmente se trata de mi vocación, lo disfruto. Sueño con lanzar mis temas.
–Eso sí es de familia. Abuela cantante lírica y tu padre, que adoraba cantar.
–Con mi abuela, además del mismo nombre, compartíamos esta voz pesada. El día que empecé canto me dijeron eso, que ambas éramos mezzosoprano. Es un tono de voz femenina intermedio, que llega a graves más intensos que las sopranos. Pero no solo eso. Hay algo que compartimos todos los Fort, que es el carácter, una personalidad explosiva. Es muy loco porque en mi familia todos nos parecemos. Tenemos las mismas salidas, una cosa histriónica constante.
–Por eso sorprendió que vos y tu hermano eligieran un camino de bajo perfil.
–Sí, pero igual siempre algo aparece porque el pasado, los cuentos, la historia y demás aristas fueron muchas. Pero no contestamos. Decidimos hacer la vista gorda, ir por el camino del modelaje, las producciones. Mi hermano está estudiando economía empresarial. Le gusta participar y eventualmente hacer su propia empresa, negocios varios. También se lanzó como modelo y fantaseamos con lanzar una línea de ropa.
–De chiquita, ¿notabas que tenías una vida diferente?
–Obviamente. Incluso en su momento me molestaba, me daba celos. Yo a papá lo quería todo para mí. Iba a la primaria y me comparaba con mis amigas, con sus padres que tenían una vida normal. Y quería eso. Pero estábamos en Mar del Plata y la casa estaba rodeada de paparazzi. Recuerdo que salía y decía: “Papá no está, ¡fuera!”. Después lo fui entendiendo. Lo mismo que la historia de no tener una madre. Fue raro hasta que comprendí que no era tan grave.
–¿Cómo llegaste a esa conclusión?
–Él siempre nos contó cómo fue el procedimiento de vientre subrogado. Desde el minuto uno. Recuerdo que mis profesoras y compañeros pensaban que era adoptada. En un principio no estaba claro, pero después se viralizó. En esos tiempos no era tan común, pero yo tenía mi familia así que no me importaba nada. Estaba Marisa, estaba Gustavo. Nos cuidaban de una forma increíble. Si sos chica y hay amor, por más que la familia no sea tradicional, tu vida está bien. Ni idea cómo puede verse de afuera, pero nuestro caso era ese.
–Hoy, sin tu padre y sin Gustavo, Marisa cumple un rol fundamental en tu vida.
–Y sí. No vivimos juntas, pero casi. Papá la conoció mediante Karina, la exmujer de mi tío Eduardo. Era su amiga y profesora de hockey. La tenía muy clara tratando chicos y empezó como niñera. Al poco tiempo de contratarla nos fuimos a Miami y se vino con nosotros. La verdad es que se bancó todo porque no era simple fumarse mi casa. En general la gente no duraba mucho, pero ella siempre fue diferente. Atravesó mil tormentas y siempre a nuestro lado.
–Y en el medio, el suicidio de Gustavo, que era como otro padre. Se dijeron muchas cosas...
–Miles de inventos y pavadas. Él tenía Alzheimer pero, además, arrastraba toda una vida de pánico con respecto a eso porque su madre lo había tenido y la habían pasado muy mal. Estaba medicado, seguía viviendo en casa, en la habitación pegada a la mía. Fue muy duro porque deliraba, estaba muy tomado. Y bueno, pasó lo que pasó. Nosotros lo amábamos y fue un pilar para que pudiéramos crecer sanos. Gracias a Dios la tenemos a Marisa, que está pegada a Felipe y a mí. Siempre nos apoyamos y salimos adelante.
–¿Te parecés a tu papá?
–Sí, mucho. Trato de calmarme, pero me sale. Eso no quiere decir que sea una frívola y no empatice con nada. Sé que se vienen tiempos difíciles y, si bien a mí puede no cambiarme la situación, hay un entorno enorme que sí. Obvio que me angustia y no me gusta. Pero tampoco creo que deba esconder mi modo de vida para que crean esto que estoy diciendo. Yo doy trabajo y tengo muchísimo tacto con la gente. Somos una empresa privada, nos va bien y lo que tenemos es legítimo.
–¿Te involucrás con temas solidarios?
–Ayudo en casos puntuales. Papá también lo hacía. Yo comparto, aporto. Si uno tiene una buena situación debe dar una mano, pero no esconder la realidad o vivir con culpa. No hay nada que ocultar porque lo nuestro no es fruto de la política ni mucho menos.
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