Empezó como maletero de un reconocido hotel porteño y hoy es su director de Marketing: secretos de una vida 5 estrellas
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on la misma naturalidad con la que un camaleón cambia de color, Gabriel Oliveri pasa de hablar como el director de Marketing del hotel Four Seasons, un ejecutivo de una multinacional atento al lugar de la cadena en los rankings de liderazgo, a contar su experiencia frente a las cámaras en El hotel de los famosos, reality emitido por El Trece que ya lleva dos temporadas.
Nació en Concordia, Entre Ríos. Si bien era de una familia que no podía darse lujos, su madre, inmigrante española, se las ingeniaba para conseguir la revista ¡Hola! Así empezó a interesarse por la realeza europea, tema del que hoy es un experto y razón por la que fue invitado a varios programas para hablar de la Coronación de Carlos III.
A los 17 años llegó a Buenos Aires para estudiar Derecho, pero cuando su papá falleció la cercanía con la muerte lo impulsó a no esperar más para llevar la vida que quería. Abandonó la carrera y la residencia de estudiantes. Se mudó a una pensión con baño compartido, empezó a estudiar teatro y a trabajar de cajero en un supermercado, hasta que finalmente entró como maletero en el Four Seasons, donde rápidamente se destacó.
No tardó mucho en desembarcar en la televisión: su primera incursión fue como el Dr. Amor en el programa Corazones ardientes, en Ciudad Magazine. Lector voraz, en 2019 cumplió la ilusión de publicar su autobiografía, Una vida cinco estrellas. Oliveri asegura que más allá de sus logros, nunca perdió esa mirada de chico del interior que se deslumbra cada vez que una figura destacada entra al lobby del hotel.
–¿Cuál era tu sueño de chico?
–Cuando en el secundario nos preguntaron qué queríamos ser yo dije que quería conocer a todas las personalidades de mi época. Obviamente causó mucha gracia. Yo no sabía cómo, pero siempre soñé en grande. Mi mamá me decía “tu eres un rey, eres especial, vas a lograr grandes cosas”. Ella y mi hermana Carolina me lo hicieron creer aunque no fuera verdad. Como yo era diferente, me hacían bullying, pero me sirvió mucho que ellas me protegieran y que tuvieran fe en mí.
–¿En cuánto tiempo pasaste de maletero a Director de Marketing?
–Fue bastante rápido, porque yo quería ser gerente de algo antes de los 30. Aunque fuera gerente de un kiosco. Siempre fui muy eficiente y responsable.
–¿Cómo sos en el rol de jefe?
–A mí gusta que todo esté como tiene que estar. Soy exigente, pero doy el ejemplo. Trato de tener un liderazgo por admiración, no por sometimiento. Si bien son 300 empleados, resulta fácil porque la gente acá tiene un compromiso muy grande.
–¿Cómo se trata a una celebridad?
–Con naturalidad, sin ser invasivo, sin mirar de más, y siendo muy funcional. Yo mismo les muestro la suite presidencial de la mansión, que tiene 200 metros cuadrados y un baño de mármol italiano con canillas de oro. Las celebrities suelen tener pedidos especiales. Me divierte conseguir las cosas más extrañas para que las encuentren en su habitación.
–¿Cuáles fueron los pedidos más raros?
–Si es legal, nada es extraño para mí. Un cantante pidió que le instaláramos en la suite presidencial una silla de barbero antigua para afeitarse. Otro pidió un pan casero que había que hornear a las 3 de la mañana porque desayunaba muy temprano. Otra cantante pidió transformar toda la planta baja de la mansión en un gimnasio y que tuvieran la bañera llena de hielo lista para cuando terminara de entrenar. También armamos una camita para un perrito, con golosinas para mascotas y agua francesa Evian.
– ¿Fidel Castro te invitó a Cuba?
–En el año 2003 se alojó en el hotel. Yo lo recibí y lo acompañé a su habitación. En el ascensor me preguntó si había estado alguna vez en Cuba y yo le contesté que no. Entonces se ofendió, se quedó media hora hablándome en la puerta de la habitación, y me escribió una nota para ir a un hotel antiguo que a mí me encantaba. Cuando llegué, les entregué la nota y todos se sorprendieron al leer que iba de parte del Comandante.
–¿Cómo hacen para lidiar con los fans de las bandas?
–Tenemos un sistema de seguridad muy grande y ponemos barreras. Por eso cuando hay vallas la gente pregunta quién está. Pero las mismas bandas saben manejar a sus fans. Bono, por ejemplo, una vez que llovía a cántaros, salió y dijo: “Se van a enfermar. Yo voy salir, me voy a sacar fotos, pero con la condición de que se vayan”. Y así fue. De todas formas, a mí lo único que me asusta es un hotel vacío.
–Tenés más de 500 biografías en tu biblioteca. ¿Por qué te interesan tanto?
–Son como recetas de cocina, pero de personas: de dónde vinieron, qué hicieron, qué lograron y cómo. Me sirvieron enormemente para encontrar el camino de mi propia vida.
–¿Cuáles son tus preferidas?
–Una mujer llamada Jackie, de David Heymann, que tiene 600 páginas, y cuenta cómo conquistó a Kennedy –que no quería estar con ella–, y cómo lucho contra todo lo malo que le tocó vivir y lo dio vuelta. Otras dos son la de Tamara de Lempicka, de Laura Claridge, que tuvo una vida alucinante, y la biografía de Truman Capote, escrita por Gerald Clarke. Pero mi libro de cabecera es Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar.
–Te encanta la historia de amor de Carlos y Camila. ¿No te gustaba Diana?
–Me parecía una mujer extraordinaria, elegante, fina, gran madre y muy dedicada a ayudar a las organizaciones, como las del VIH y las de las minas. Lo que no me gustó, es que ella no entendió su rol. Tal vez por haber sido muy joven. Los griegos hablaban de la Moira, que es tu destino. Y si uno quiere correrse de ese destino, probablemente termine mal. Ella quería acabar con mil años de trono por “el capricho” de una historia de que mi marido esto o lo otro. No estuvo a la altura de las circunstancias, y aunque Carlos tampoco lo estuvo, pudo revertir su vida.
–¿Qué te parece Meghan?
–Hay una diferencia muy grande entre las celebrities y la realeza. La celebrity está esperando casarse para salir en la tapa de la revista. En cambio, para los royals, esa es una de sus obligaciones. No está mal poner por encima del bienestar personal el de una nación. Meghan entendía dónde se estaba metiendo por más que siempre dijo que no sabía quién era Harry. Hay fotos de ella colgada de la reja de Buckingham, y tenía un blog en el que describió el casamiento de William y Kate. Nadie la necesita en la corte inglesa para venir a cambiar las cosas y poner sentimientos. Imaginate a tu nuera sentada en el living de un programa de chismes hablando mal de vos, de tu casa y de tus hijos. Una pesadilla.
–En El hotel de los famosos trabajaste con Pampita, de quien sos muy amigo. ¿Qué los unió?
–Ella, al igual que yo, es del interior y vino a trabajar. Nos pasaron un montón de cosas duras, muy diferentes, a ella más trágicas que a mí, pero ninguno de los dos perdió la sonrisa. Ella sigue siendo la misma que llegó hace mil años a Buenos Aires y yo también, aunque eso lo tendrían que decir los demás.
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