Dar el sí... con protocolo. Cómo es casarse en tiempos de Covid
Tapabocas obligatorio, test de saliva, accesorios sanitizantes son los denomindores comunes de los festejos adpatados al contexto actual
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El 20 de febrero llegó el día tan esperado para Julia y Dante, pero no como se lo habían imaginado. Al vivir en México, dependían de la apertura de fronteras para que la familia y amigos del novio pudieran viajar a Buenos Aires. Como eso no sucedía y tampoco había garantías de que algo cambiara en el corto plazo, tomaron la decisión de no postergar más su casamiento. “Queríamos formalizar nuestra unión, más allá de la fiesta, entonces decidimos priorizar nuestro proyecto de matrimonio, aunque eso significara que la familia de Dante no podría acompañarnos”, explica Julia. Además, no descartan la idea de –en unos años– hacer la fiesta que siempre soñaron, con todos sus seres queridos. Así, el evento se achicó al mínimo y se transmitió en vivo para los que estaban en México. “El casamiento íntimo me dio la oportunidad de estar con todos mis invitados y disfrutar más de la noche. Hay que saber diferenciar la fiesta de la celebración del matrimonio. Esta fue una fiesta en el corazón”, relata Julia.
Bárbara y Justo, por su parte, tenían fecha de casamiento en diciembre pasado, pero se vieron obligados a reprogramar. “No queríamos seguir pasándolo tanto, así que nos adaptamos a la disponibilidad del salón y finalmente nos vamos a casar el 30 de abril”, cuenta Bárbara. Con respecto a los planes iniciales, el cambio más notorio es que ahora no puede haber pista de baile y que, de las 450 personas que estaban contempladas en el salón, solo se permiten 150, por lo que tuvieron que contratar una carpa y reducir el número de invitados. “Amo bailar y me habría encantado tener una pista, pero entiendo que va a ser especial por ser un casamiento más chico”, reflexiona la novia.
Distinto es el caso de Sol Gaschetto y Darío Orsi, que se casaron el pasado 27 de febrero después de solo un mes y medio de planificación. “Cuando Darío me propuso casamiento en septiembre, pensé que era porque en ese momento no nos podíamos casar”, bromea Sol. Primero, decidieron esperar a que la cosa se calmara y se ilusionaron al ver que en diciembre empezaba a haber eventos, pero los proveedores no tenían muchas certezas y, con tanto casamiento postergado, era complicado conseguir fecha. Para enero, habían perdido las esperanzas y veían complicada la perspectiva de un evento social. Hasta que sonó el teléfono y era María Figueroa, organizadora de eventos, con un plan soñado: había conseguido un salón muy lindo para 60 personas que tenía disponibilidad a fin de febrero. “Era todo lo que nosotros queríamos, pero había muy poco tiempo para organizarlo. Y si hay algo que nos enseñó el Covid, es que no se puede planificar mucho a futuro. Hay que vivir en el momento, así que decidimos casarnos como se pudiera y celebrar sin excusas”, recapitula Sol. Lo primero fue reducir drásticamente la cantidad de invitados. La wedding planner, los ambientadores y Madero Tango formaron un equipo de organización en tiempo récord en el que los protocolos eran los protagonistas. Más allá de todas las disposiciones gubernamentales, los novios fueron un paso más lejos. Primero, pusieron a disposición de los invitados un servicio de hisopado, para que todos se sintieran tranquilos. Además, el kit de bienvenida incluía alcohol individual, un sujetador de barbijo, una pizarra con las reglas y protocolos y, lo más novedoso, un sistema de pulseras de colores para cada invitado. Verdes eran “charlemos con distancia y cuidados”, amarillas indicaban “máxima seguridad, no te me acerques” y rojas estaban reservadas para los VIP (Viejos Importantes Proteger), quienes tenían sus propias burbujas, baño privado, sector al aire libre y camareros asignados. “Una de las primeras cosas que pensé que me iba a molestar era que no íbamos a poder bailar, pero entendí perfectamente que estaba bien no hacerlo”, admite Sol, que se define como una novia sin arrepentimientos. “En lugar de eso, tuvimos un show interactivo en el que los invitados participaban desde sus celulares respondiendo una trivia. Y el vals lo podíamos bailar solo los novios, así que optamos por hacer una coreografía con Darío. Nadie se contagió de nada y todos se sintieron seguros, que era lo nosotros más queríamos”, concluye esta recién casada.
Volver a las pistas
“Recibir una invitación para ir a un casamiento me generó una gran felicidad. Dije que sí sin dudarlo”, recuerda Nicole sobre la boda de una íntima amiga. “Al igual que todos, hacía mucho no tenía un evento social y me divertía mucho la expectativa de volver al ruedo”, coincide Guadalupe acerca de los casamientos que tuvo en los últimos meses. “Fue una linda sensación la perspectiva de volver a encontrarme con amigos y conocidos”, agrega Gustavo, que también asistió a una ceremonia al aire libre. “La invitación fue una bocanada de aire fresco, casi como volver un poquito a la normalidad”, ilustra María.
Todos los eventos coincidieron en los recaudos de higiene, mientras que los invitados se adaptaron a los requerimientos. “Me costaba no saludar a la gente con un beso, porque acá somos muy del abrazo”, relata Agustín desde Mercedes, Corrientes. Carolina cuenta que, en el último casamiento al que fue, los novios tuvieron la iniciativa de poner un testeo de saliva. “Te hacían el test adentro del auto, a los 15 minutos te daban el resultado y recién ahí entrabas a la fiesta”, relata. Entre tantos testimonios, hay algunos denominadores en común: todos recibieron la invitación con alegría. Y con cuidados y protocolos, aseguran que no se produjo ningún contagio.
Reglas a seguir
El uso de barbijo es obligatorio en todo momento, los souvenirs son sanitizantes y tapabocas, no hay más pistas de baile, las mesas son de 6 personas como máximo, la toma de temperatura es moneda corriente y la fumigación pasó a ser de vital importancia, porque ahora todo es al aire libre. “Además, siempre aconsejamos que en un evento haya una ambulancia equipada para asistir a quienes lo necesiten, especialmente ahora que los eventos –por ser en espacios abiertos– suelen estar alejados de la ciudad”, asegura Sofía Rojas, organizadora de eventos y creadora de The Makers. Además, agrega que los servicios de barra y catering están lavando los vasos constantemente y asegurando las máximas medidas de higiene.
Hasta los músicos que son contratados para tocar en casamientos tienen que contemplar nuevas medidas. “Como no se puede incitar al baile, tuvimos que presentar en la municipalidad la lista de temas para que nos aprobaran el repertorio”, explica Loli Pueyrredón, cantante de Miscellaneous. La nueva restricción exige que brinden un show más tranquilo, para que los invitados lo puedan disfrutar desde sus mesas y respetando la distancia social. Pero no todo es salones adaptados; hay quienes optan por celebraciones menos formales. La pizzería La Épica, frente a Parque Saavedra, es una alternativa ideal en la que cada invitado se procura su propia bebida y comida para luego reunirse en la plaza al aire libre, donde cada uno elige hasta dónde acercarse.
Vivir el presente
Es cierto que los eventos solían ser masivos, pero también se planificaban con muchísima más anticipación. Hoy, como es imposible saber qué va a pasar en un año, la consigna es vivir en el presente y disfrutar del hoy. “Antes, suspender un evento era un dolor de cabeza, pero ahora, ya desde la planificación, la política de cancelación está súper detallada, porque es muy posible que tenga que posponerse”, explican desde The Makers. “Para el rubro de los planners, esto implica no solo una organización extra detallada en caso de imprevistos climáticos o de salud, sino también acompañar psicológicamente a nuestros clientes, que hasta último momento no saben si se van a poder casar o no. Los proveedores ya saben que quizás tengan un evento que se reprograme una, dos y hasta tres veces. Está contemplado desde la concepción misma del evento en cuestión”, agrega Sofía.
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