Empresario de espectáculos, habla de su reciente autobiografía, de cómo la paternidad fue modificando su vida y de los excesos
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Aparece Daniel Grinbank y aparecen en el acto los recuerdos: los shows de los Rolling Stones, la Rock & Pop, Serú Girán, el zoológico, Madonna, Disney sobre hielo, Tini por el mundo… Por todo lo que hizo y su importancia en el mundo del espectáculo, podría ser un señor serio, de esos que se hacen los grosos. Pero no. Es un tipo canchero y simpático, que toma agua de la botella y se pone colorado cuando habla de cosas más íntimas.
Acaba de estrenar una nueva muestra en la Rural, la exhibición de fotos de Steve McCurry, llamada Icons. También, después de muchos años alejado de la representación de artistas, está a cargo del management de Fito Páez, produciendo shows espectaculares para festejar sus treinta años de carrera. Antes de esto, claro, hizo mil cosas. Se sabe protagonista de casi todo el rock en la Argentina. Por eso publicó un jugoso libro autobiográfico, con un título inolvidable: Te amo, te odio, dame más. Allí, cuenta mucha trastienda de recitales, viajes, situaciones insólitas y anécdotas con los músicos más importantes del mundo.
A los 68 años, no para. Sigue buscando proyectos y va por más.
-Hiciste de todo y no te quedás quieto. ¿Por qué?
-Porque me divierte.
-Pero ya estás hecho, podrías vivir tranquilo.
-Podría vivir tranquilo, sin lugar a dudas. Y no dejo de vivir tranquilo. Me tomé un mes de vacaciones en una playa, relajado, haciendo snorkel, navegando, leyendo mucho, viajando… Lo puedo hacer porque armo equipos de trabajo. Yo siempre me fijo que el límite de mis empresas y mis emprendimientos no sea yo: tratar de rodearme de gente que me dé un salto de calidad.
-Hay que tener humildad para aceptar lo que el otro te propone.
-Me parece que nos enriquecemos con los diálogos. Yo aprendo de ellos, ellos aprenden de mí. Algunas veces nos equivocaremos. Afortunadamente, tengo un muy buen equipo de recursos humanos y siento que puedo delegar mucho. Sigo siendo yo el responsable y por eso también lo obsesivo que soy se lo traslado a mis equipos de trabajo, pero es fundamental tener esa mentalidad y no establecerse como límite.
-¿Cuál sería tu profesión principal?
-Si tuviera que definirme en dos cuestiones fundamentales, soy empresario de medios y de espectáculos. Quizás estoy muy fuertemente encasillado en el rock, pero también con una dinámica de cambio: cuando yo trabajaba con el rock a full, produje la gira de tango de Julio Iglesias en Oriente y firmé la franquicia de los musicales más importantes de Disney.
-Abarcaste mucho. ¿Hay algo que te sigue gustando más hacer?
-La música.
-¿El rock?
-Hoy el rock, sin lugar a dudas. Pero siento que en el rock hoy no hay tan buena producción como sí puedo encontrar en el hip hop o algunas otras cuestiones… Soy bastante versátil en mis gustos. Me sigue fascinando la producción. Me sigue provocando adrenalina los desafíos, los montajes, la evolución que está teniendo todo esto.
-¿Qué repercusiones tuviste de la gente de la que hablás en el libro?
-El libro tuvo muy buena repercusión, pero nadie me dijo nada porque me limité a hablar del trabajo. Donde violé más los límites fue con mi vida privada. Yo hablo muy poco de mi vida privada en general. Entonces, me tomé más licencias conmigo que con los otros. Traté de ser crítico y presentarme con un ser humano que tuvo aciertos y tuvo errores. Si en algún momento hablo de mis hijos, por ejemplo, es porque influyeron en alguna cuestión de mi vida profesional.
-¿Dejaste cosas por ellos?
-Sí. En la década del 80, yo era manager de casi todo el rock nacional y decido darle un corte a eso. Me vuelco a la producción solamente porque me convierto en padre por primera vez y me quiero dedicar a eso. Relegué lo profesional por la paternidad porque en mi escala de valores, obviamente, lo más importante son mis hijos.
-¿Y te quitaba mucho tiempo ser representante de artistas? ¿O no era compatible el ritmo de vida?
-Era una vida de excesos que no tenía que ver con la idea de paternidad, o como yo la concebía.
-¿Por eso dejaste las drogas?
-Las dejé a tiempo. Salvo a la marihuana. Hay otras drogas que creo que generan una dependencia que con el tiempo te pone en situaciones que hacés muchas boludeces. Pero esta lectura la tenés después. O cuando durante muchos años tomaste mucha cocaína y tenés limpia tu nariz, entrás a decir “qué lindo que es el aire puro”. Y también es verdad que el cuerpo es distinto. La resaca de una borrachera a los 30 no es lo mismo que la resaca de una borrachera a los 60.
-¿Por qué el rock está tan pegado con las drogas?
–Es que no está tan pegado. Pasa que el rock tuvo la libertad y la posibilidad de blanquear su relación con las drogas. Pero las drogas existen en la sociedad, históricamente. El rockero tuvo la licencia que no tenía un folclórico o un tanguero. Ellos estaban con el vino o con un whisky, pero no con la cocaína. Y en el tango como en el folclore, hay tanta cocaína como en el rock.
Hay además otra cuestión: las drogas generan deterioro, son traicioneras. Las disfrutaste, pero después te trae perjuicios. En algún momento, hacés el balance de esto. Yo estoy a favor de la legalización, pero está también la formación y siempre no perder la perspectiva de que el exceso está encubriendo otras cuestiones que no tienen nada que ver con la droga. Esto es psicoanálisis barato, pero es real. No tiene que ver con la droga, estás cubriendo un vacío que tenés en tu vida. Para mí, dejar la cocaína tuvo mucho que ver con mi primer hijo.
–Te salvó.
-De alguna manera, sí. Cubrió un espacio muy fuerte en mi vida y sentí que tenía una conexión que no era la que yo quería tener con él. Entonces, esas cosas, cuando afortunadamente las podés concientizar, son dinámicas. Obviamente, la terapia ayudó, pero siempre la cura es uno mismo. El libro plantea mis experiencias personales al respecto. De ninguna manera bajo línea: creo que cada uno tiene que tener sus propias experiencias, pero esto de vincular al rock con la droga me parece que es…
-...un malentendido.
-Justo ayer vi una nota que Fito hizo con Matías Martin y hablaban de Charly García y de cuánto se recuerdan más las anécdotas y se deja de lado el enorme artista que es. Y es una gran injusticia. La trascendencia es su obra. Y su obra es fantástica. Pero es verdad que vende más eso. Y también es verdad que es muy careta la sociedad en general, porque la droga existe en todos los estamentos, ni que hablar en la política. Se ha exteriorizado porque el rock permitía ciertas licencias de libertad que otros ámbitos no permitían.
-¿Qué más permitió el rock?
-Abrió muchas mentes en la década del 60. El hippismo -más allá de después haberse convertido en algunas cosas medias patéticas- fue un movimiento contracultural muy fuerte contra cambios sociales que estaban existiendo en Estados Unidos, que iban desde el racismo hasta la guerra de Vietnam. Tuvo que ver mucho con las libertades, con esto que por ahí deriva en el rock, pero lo importante del rock es cómo ayudó a las libertades individuales de la gente, a poder expresarse. Me parece que, en ese sentido, tuvo una cuestión contracultural importantísima. Después se estancó.
Después hubo movimientos que lo fueron alimentando: el punk, la electrónica, el grunge. Me parece que fue evolucionando en algunas instancias y artísticamente tuvo etapas con distintas características: de rock muy básico, rock and roll, chupó de todo el rock: tuvo la capacidad de chupar de la electrónica, del punk, de la música clásica, del jazz, se fue nutriendo. No sería concebible la música de los Rolling Stones, por ejemplo, si no hubiera existido la música negra de los años 50 y 60.
-¿Y más allá de la música?
-Filosóficamente, es un encasillamiento, una necesidad de encasillar determinadas cuestiones.
-¿No te gusta que te digan “el rockero Daniel Grinbank”?
-No me la creo, por lo cual no me molesta. Es verdad que mis producciones más mediáticas y mis medios más exitosos tuvieron una fuerte vinculación con el rock, entonces es lógico que se me asocie. Ahora, si vos me decís que mi mundo está acotado al rock, te digo que no. También es verdad que en la industria cultural, a alguien que le gusta la producción, el rock en términos de producción ha evolucionado mucho. El tema de producción, que a mí me fascina tanto, en el rock tuvo más posibilidad de crecimiento, pero también la hubo en el teatro, con los grandes musicales de Broadway.
-Los recitales se llenan ahora. No era así en los 90.
-Yo creo que esto de la parte digital ha hecho que la gente consuma más música que nunca. Nunca vi tanta gente con auriculares caminando por la calle. Es muy fácil acceder. La posibilidad de poder tener a una discoteca infernal como la de Spotify…
-¿Eso generó más demanda de shows?
-Generó una demanda en escala. Partí de los videos: MTV era una señal vista, pero hoy encontrás videos en YouTube que tienen cientos de millones de visualizaciones. Y eso, cuando lo transmitís, provoca que la gente quiera consumir más música.
-¿Hay algún evento que consideres como el más importante que hiciste?
-Cuantitativamente, todas las giras de los Stones. El más importante fue el show gratuito de Copacabana, con un millón y medio de personas, en Río de Janeiro. Pero también fue importante cuando convertimos el Ópera -que era un cine- en una sala que pudiera soportar una producción de Broadway. Después, haber trabajado con muchos genios en paralelo, como Charly García, la vuelta de Mercedes Sosa…
-Tenés muchos hitos, no podés elegir uno.
-A veces, cuando decís “lo más importante que te pasó” lo medís cuantitativamente y no cualitativamente. Y a mí me gusta hacer un balance entre esas dos cosas. Para mí, el recital de Amnistía del 88, con el resurgimiento de la democracia y haciendo una gira por el 48° aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, fue un hito importantísimo en mi vida. O en el 87, cuando Sting hizo un River. Y ahora la gira de Fito, que me llevó a producir mi primer recital en el Radio City de New York, en la Sexta Avenida. Fue conmovedor.
-Cuando nació tu primer hijo dejaste de ser manager. ¿Qué dejaste cuando llegó tu segunda hija, Ani?
-Con Ani cedí no hacer producciones acá y cedí por cinco años un no-compete de mi empresa Time for fun. Me puse a producir teatro de texto, que era manejado mucho más fácilmente. Y fui preparando el desembarco afuera, adonde me podían acompañar Andrea, mi mujer, con mi hija.
-Andrea una vez contó que fuiste vos el que viajó a Haití para la adopción de Ani.
-Me tocó a mí porque ella estaba haciendo teatro. Haití me partió la cabeza. Es un antes y un después en la mirada de todo. A lo que puede llegar la decadencia de un sistema: Haití es una exposición muy fuerte. Y medio me instalé para que Ani pudiera salir lo más rápido posible ahí. Cuanto antes pudiera estar en un ámbito familiar lleno de amor y no en un orfanato, iba a ser mejor. Y la verdad, que haya podido venir acá a los seis meses de vida fue fantástico.
-Lo diste todo.
-Los dos. Andrea hizo un soporte de laburo, de papeles. Fuimos un equipo. Cada uno tiene su modelo de vida y yo no juzgo al que no lo tenga como prioridad. Pero en nuestro caso, nuestros hijos son prioridad. Es la única y vital responsabilidad que tenemos. Lo demás, es todo relativo.
-¿Cómo te enamoraste de Andrea? ¿Viéndola en la tele?
-Sí.
-¿Viendo Verdad consecuencia?
-Yo no veía Verdad consecuencia, veía Fútbol de Primera. Y en las tandas había siempre publicidad de Verdad Consecuencia. Y ella me encantaba. Andrea no sabía quién era yo, porque no venía de la cultura de consumir recitales.
-¿Y cómo se dio todo?
-La invité a ver una obra de teatro que yo producía en el teatro Avenida, “La cubana”, pero nos cruzamos y no nos vimos. Y después la invité a un recital de los Rolling Stones, en el año 98. Y bueno, a ella le gusta mucho la gastronomía, quería poner un restaurante y lo puso en el zoológico, que lo tenía yo. Nos empezamos a ver… El 8 de mayo cumplimos 25 años juntos.
-¿Dejaste algo por ella?
-Sí, me divorcié. Una cuestión bastante importante.
-Por eso Andrea no te daba bola, porque estabas casado.
-Sí, más bien. No hubo negociación ahí.
-¿Con tu ex mujer está todo bien ahora?
-Mi ex mujer es una persona extraordinaria. Yo te diría que con el familiar mío que mejor relación tiene Andrea es con mi ex mujer.
-¡Qué bueno!
-Me parece que somos seres dinámicos, cambiantes. Es muy difícil que en la evolución de los tiempos, lo hagamos igual. En algún momento tenés en común y en otro momento no tenés en común. Después está la parte física, la parte química que generan las nuevas relaciones. Está la idea de un formato, de la pareja y del mundo de las fidelidades occidentales y cristianas que es una imposición del mundo judeocristiano. Vengo del mundo musulmán, que no es así. Entonces, en la medida que vas compartiendo códigos, tiene sentido. Y en esa dinámica de crecimiento, nos acomodamos distinto, irrumpen los hijos, compartimos familia. Es la dinámica de la vida.
-En el aspecto laboral también sos cambiante. Te caíste y volviste a empezar varias veces.
-Sí, muchísimas. Mis errores en general siempre fueron por hacer y no por abstenerme. A veces caí por errores propios y otras veces, por coyunturas. En el año 80 tenía la discografía de Charly García y Mercedes Sosa, de Fito, Los Abuelos de la Nada, Celeste Carballo, Nito Mestre y fui a grabar al exterior pensando en exportar música argentina. Se devalúa el peso, acuerdo con el Fondo Monetario, me fundo. Bueno, me fundí por un elemento externo a mí. Fueron grandes porrazos, no ajenos a la frustración y a la tristeza. Muchas veces la pifié, me caí y tuve fuerzas para levantarme. Dicen que de las derrotas se aprende. Yo hubiera preferido evitarlas, pero pasaron.
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