De Blanes hacia la frontera con Francia, es una de las regiones más elegidas del verano, con pequeñas playas, exquisita gastronomía, villas medievales y el legado de Dalí
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Playas de arenas doradas, pequeñas calas, villas medievales y el legado de Salvador Dalí son solo algunos de los imperdibles de la Costa Brava, uno de los destinos más buscados del verano español. Esta región costera de Cataluña nace en el pueblo de Blanes y llega al límite con Francia. La excelente gastronomía, las distancias cortas y los precios relativamente accesibles lo vuelven un destino tentador y uno de los más elegidos no sólo por los turistas españoles sino también por los internacionales. La ruta tiene 214 kilómetros de largo, pero hay decenas de pueblos y rincones naturales para visitar. Entre sus muchos atractivos, cuatro paradas imprescindibles.
1 BLANES
Es el primer pueblo de la Costa Brava y el que tiene los mejores precios en alojamiento. A Blanes, se puede llegar en tren desde Barcelona. Su fuerte son las playas y las calas. Una de las opciones más elegidas por los locales es la Cala Bona, a dos kilómetros del centro. Si bien el entorno es bastante rústico, tiene las comodidades de una playa de lujo: estacionamiento bajo techo y un restaurante con sombrillas, manteles y copas de cristal.
Sa Palomera es uno de sus atractivos: se trata de una roca enorme que marca el comienzo de la Costa Brava. Está al borde del mar y se puede visitar para tener una vista abierta del lugar. Otra panorámica de Blanes está en el Castillo de San Juan, el punto más alto de todo el pueblo. Se puede visitar de forma autoguiada y no tiene costo.
Muchos de los que llegan a Blanes lo hacen de vacaciones y varios eligen quedarse para siempre. Tal es el caso de una joven que atiende el bar del Hotel Costa Brava, en pleno centro del pueblo, que vino desde Córdoba. “Ya soy más catalana que argentina”, dijo mientras servía un café a un cliente. Hace más de 15 años que llegó a España a probar suerte. Vivió en Barcelona y, después de una temporada de verano en la Costa Brava, decidió instalarse en Blanes. “Es más tranquilo”, aseguró.
2 TOSSA DE MAR
“El que viene a Tossa de Mar siempre vuelve”, lanzó al aire el señor que atiende uno de los tantos negocios de recuerdos que adornan las callecitas de este pueblo de menos de 6 mil habitantes. Bañada por el mar Mediterráneo, Tossa tiene algo que no tiene el resto de la Costa Brava: una villa romana en perfecto estado de conservación. Se trata de la Villa Vella donde se puede visitar desde una antigua capilla, hasta una estatua que marca el paso de Ava Gardner por este rincón catalán.
Entre callecitas de piedras, las casas antiguas parecen salidas de un museo: están perfectamente conservadas. Algunas contrastan con sus modernos carteles de sistemas de alarmas monitoreadas, porque todavía siguen siendo refugio de algunas familias de la zona. Justo detrás de la Villa Vella, donde el turista piensa que el recorrido llegó a su final, se asoma la Cala Codolar. Se trata de un idílico paraíso que no debe tener más de 200 metros cuadrados con dos vistas bien impactantes: de un lado, el Mediterráneo y del otro, la antigua muralla que rodea la Villa Vella.
3 FIGUERES
Es el lugar donde nació Salvador Dalí y, a diferencia del resto, no está sobre el mar. La mayoría de los turistas la visitan de paso, luego de un día de playa en algún pueblito costero. Una cuestión que llama la atención en Figueres es que se trata de una ciudad que tiene más de 50 mil habitantes (último registro oficial de 2018), pero que aún conserva algunas costumbres de ciudad más pequeña. Por ejemplo: después de las 18, no queda un alma en el casco antiguo. Solo los niños que salen a jugar a la pelota.
El Teatro-Museo Salvador Dalí es una de las visitas imprescindibles de la ciudad, no solo para conocer parte de la obra del artista, sino también para visitar una de las construcciones más llamativas de toda la Costa Brava. Se trata de una especie de castillo color bordó coronado con huevos enormes, símbolo reiterado en la obra del artista. El edificio actual fue diseñado por el propio Dalí sobre las ruinas del antiguo teatro que solía funcionar en el lugar y que fue incendiado durante la Guerra Civil. Una de las últimas modificaciones del teatro fue la incorporación de nuevas salas en lo que se conoce como la Torre Galatea, lugar donde vivió Dalí en sus últimos años. Los restos del pintor están enterrados allí.
Al igual que en muchos otros sitios de la Costa Brava, Figueres también tiene un castillo, que data del siglo XVIII, una antigua muralla y rincones medievales como la plaza del Ayuntamiento.
4 CADAQUÉS
Se trata de un pueblo de pescadores escondido detrás de un camino de mil curvas, que está a 40 km de Figueres. Es como la San Sebastián del sur: decenas de celebridades llegaban hasta este lugar para asistir a las fiestas que el pintor, Salvador Dalí, organizaba en la casa que habitó entre 1930 y 1982. En donde había mesas y banquetes hoy hay un museo y es una de las actividades imprescindibles de Cadaqués. Se pueden recorrer las diferentes habitaciones y los jardines para intentar captar algo del arte surrealista que inundaba la vida del artista.
Como casi todos los pueblos de la Costa Brava, Cadaqués se desparrama sobre la montaña. El corazón del pueblo está surcado por pequeñas callecitas empinadas decoradas con guirnaldas de colores. El paisaje urbano se completa con puertas y ventanas azules y enredaderas de Santa Rita de todos colores que llueven desde las ventanas.
En Cadaqués es prácticamente imposible estacionar. Por eso, el Ayuntamiento abrió varios espacios gratuitos donde se puede dejar el auto. Otra cosa que sorprende en las calles de Cadaqués es la presencia de unos buggies modernos que funcionan como taxis.
Todas las paredes de este pueblo tienen algo para ver: desde lucecitas o arreglos de flores, hasta medidores de luz transformados en pinturas realistas. En Cadaqués, Dalí es el culto más importante. Tiene su propia estatua a orillas del Mediterráneo.